Los seres humanos nacemos con una herencia múltiple y compleja. La herencia biológica, cuya imagen más reciente es el ADN. La herencia familiar, con sus historias, bienes, objetos, documentos y retratos. La herencia casi física de la tierra que nos ha visto nacer, con su clima particular, sus accidentes geográficos, los alimentos de que dispone, el aire que respiramos, el agua, el sol. La herencia histórica y cultural de la nación a la que nos sentimos vinculados y cada vez más abiertos a la aldea global.

Es el tema que tratan siete artistas en Espacio Líquido, bajo propuesta del comisario Eduardo Guerra. Entre herencia y memoria hay una relación igualmente compleja. No hay herencia sin memoria o recuerdo que pueda seguir provocando emociones, adhesiones y proclamas de identidad. El papel del artista consiste en construir imágenes que sirvan para fijar la herencia. De ahí a la herencia construida y también posiblemente manipulada, hay escasa distancia, si las imágenes y noticias que se difunden acerca del pasado se ahorman al criterio del poder.

Maialen A. C. (San Sebastián, 1986) propone cuatro dibujos que no se sabe si forman o no una historia. Un tobogán infantil, una niña expectante, un hombre joven que camina sin camisa y una mujer mayor que mira por la ventana. Tal vez se trate de flashes o recuerdos comunes a mucha gente, que podría encontrar cosas parecidas en una caja de fotografías familiares. De modo que, al final, esa herencia que tomamos como algo tan propio e íntimo se convierte en algo común, que a su vez puede remitir a otros acontecimientos ocultos o no expresados. Obra abierta a interpretaciones. O se trata de un mensaje codificado y escrito a la manera de los agentes secretos o desde el Gulag, o bien declara la autora que en esta sociedad todos estamos hacemos y gozamos lo mismo.

Isidro Blasco (Madrid, 1962) vive en Nueva York. Construye con retales fotográficos escenarios para el recuerdo. Como esa calle de Nueva York con las torres gemelas que se derrumban. O esos interiores acomodaticios, cuyo entorno abandonaremos dejando escasas pertenencias cuando nos salga otro empleo, como hacen hoy nuestros jóvenes mejor preparados, más allá del Pajares. ¿Se acostumbran ellos y ellas a vagar por el mundo y volver de vacaciones? Esta herencia no es herencia.

Luisa Pastor (Alicante, Murcia, 1967) utiliza para sus intervenciones papeles con dibujos previos, algo que lleva impresa una historia del pasado. Y añade sutiles elementos para fabrica «manómetros» o aparatos sutiles. Recuerdan la estética steampunk, que añora la época del vapor y elabora relojes, objetos, sombreros, peinetas y diversos ropajes con cuero visto y tubos de acero flexible, ruedas y engranajes. Una herencia retro, volviendo a la pregunta ¿qué hubiera sido si no hubiera pasado esto o aquello. Si no hubiera sucedido la segunda revolución industrial en Alemania, si todavía estuviéramos en el mundo de Dickens, Wells o Julio Verne.

Juanli Carrión (Yecla, Murcia, 1982) recrea mediante juegos de luces ciertos espacios americanos donde sucedieron episodios significativos, hoy olvidados en un país con tan poca historia como USA. Es como si pusiéramos bajo focos nocturnos la orilla del Litle Big Horn sin indios, ni caballos, ni soldados. Mucha historia olvidada. Convivencia de identidades en un país de emigración, sólo recuperable meditando a la luz de la luna.

Bryson Ashley Gill (Salt Lake City, Utah, 1983) se formó en San Francisco y trabaja en California. Ha decidido verter su herencia familiar y social en retratos de arte pop, como indicando que toda herencia es actualizada por nosotros y sentida al modo de nuestra propia vida y tiempo.

Maya Watanabe (Lima, Perú, 1983) vive y trabaja en Madrid. Realiza sus vídeos en el Matadero del arquitecto gijonés Luis Bellido, a orillas del Manzanares, recuperado como centro de elaboración cultural. Es muy coherente con su trabajo. Pues en el vídeo preparado para esta ocasión («A.phan.ousía») recurre a textos de cineastas como Goddard, Angelopoulos, Michael Bay o John Casavettes. Textos familiares. Lenguaje babélico e inconexo, servido en escenarios vacíos de contenido. Es la dificultad de recibir cualquier herencia del pasado, empezando por la más íntima y familiar.

Y por fin, Matías Costa Marchisio (Buenos Aires, 1973) es el más transparente de todos. Ha elaborado un árbol genealógico, a modo de gran cartel con fotos y recuerdos de sus antepasados, cuyas vidas transcurren entre acontecimientos sociales y políticos que les han marcado. Y cuyo conocimiento resulta esencial para que sus descendientes se posicionen en la vida.