La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El acto de colocación de la primera piedra tuvo lugar el 2 de agosto de 1861

El inmueble entró en servicio en el verano de 1865, aún sin terminar

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

Tres años de obras

Las obras fueron adjudicadas al contratista Diego Ruiz y comenzaron el 21 de julio de 1861, haciéndose el acto oficial de colocación de la primera piedra el 2 de agosto. La construcción resultó llamativa desde sus inicios ya que la fundación del edificio implicó vaciar el solar hasta alcanzar los tres metros de profundidad y terreno firme, por el camino aparecieron diversas tumbas que se identificaron como romanas aunque es probable que realmente fuesen medievales. A comienzos de 1864 la estructura quedó terminada, entrando las obras en su etapa final. La Corporación efectúa la recepción del edificio el 29 de diciembre de 1864, aunque la escalera principal estaba pendiente de ejecución. Aun sin terminar por completo, el inmueble entra en servicio durante la segunda quincena de agosto de 1865, hace ahora 150 años, mientras estaba en construcción la plaza Mayor y aun no se había demolido el antiguo Consistorio ubicado entonces enfrente del actual.

La escalera de la discordia

La principal modificación de la propuesta de Coello la constituyó la decisión de dotar al inmueble de una escalera monumental de planta imperial que será trazada por Palacios. Este cambio implicó variar todo el proyecto al tener que aumentar el tamaño del edificio para poder darle cabida y supondrá no pocos problemas posteriores. En 1865, ya en la recta final de las obras, se encarga la escalinata de mármol genovés en Barcelona a Vicente Estrada e Hijos, pero cuando llega a Gijón se comprueba con estupor que no encaja en la estructura construida al haberse enviado mal las medidas a Cataluña. La Corporación reacciona con gran dureza contra el arquitecto municipal, responsable de la dirección de las obras, exigiéndole el pago de las modificaciones que tienen que realizarse para solventar el error y Palacios decide presentar su dimisión. El fiasco de la escalera, que demorará en varios meses el remate del inmueble, hará que la Corporación opte por no hacer un acto oficial de inauguración ante la necesidad de trasladarse al edificio y la imposibilidad de que este presente su parte más pública y noble terminada.

Residencia real

Durante su breve reinado Amadeo de Saboya realizó una vista al norte peninsular durante el verano de 1872, incluyendo una estancia en Gijón.

El monarca, el primero elegido por el Parlamento español, no era aceptado ni por la alta nobleza ni por la jerarquía eclesiástica por lo que el Ayuntamiento se encontró con graves dificultades para recibir dignamente a Amadeo I y su séquito. El pancho lo solventó el empresario y concejal Anselmo Cifuentes quien, para salvar el buen nombre de la ciudad, se hizo cargo de los gastos, incluyendo la adaptación por unos días de la Casa Consistorial como residencia real. Amadeo I, que había sufrido un atentado en Madrid en julio y que durante aquel periplo norteño padeció sucesivos desplantes, fue así dignamente acogido en la villa de Jovellanos en el que era su mejor edificio público.

Previsiones desbordadas

Con sótano, bajo, planta principal y segundo piso, lo que suponía casi 1.500 metros cuadrados de superficie construida, el nuevo edificio fue inicialmente tachado de excesivo si bien se había diseñado teniendo en cuenta el crecimiento previsto para la ciudad ante su incipiente desarrollo portuario e industrial. La realidad rebasó la previsión más optimista y el Consistorio, concebido para albergar bajo un mismo techo a toda la administración municipal, no tardó en quedarse pequeño ante el crecimiento vertiginoso de Gijón. En 1900 el concejo contaba ya con 52.000 habitantes, duplicando los existentes medio siglo antes, y superó los 100.000 en 1940, a la par que crecían las competencias municipales.

En el primer tercio del siglo XX el Ayuntamiento llega a la saturación, comenzando la dispersión de dependencias municipales por la ciudad, caso del traslado de gran parte del Archivo Municipal a un edificio de la calle Rectoría en 1932.

En el Plan de Reformas Urbanas de 1937, Avelino Díaz Omaña planteó como solución el traslado del Ayuntamiento al Instituto de Jovellanos y reconvertir su sede en Museo Municipal.

Cambios

Externamente el edificio ha conocido pocos cambios. Tan sólo cabe contar el cierre de los soportales que daban al Campo Valdés y la ampliación de su entrada principal. Lo más chocantes de su aspecto actual son los cristales reflectantes introducidos en 2002 en los ventanales de la planta baja y en el primer piso, totalmente inadecuados para un inmueble histórico de estas características, desaguisado que esperemos se acabe eliminando en el futuro.

Por el contrario, no queda nada de los interiores isabelinos. El actual salón de plenos fue diseñado en 1902 por Luis Bellido, el salón de recepciones quedó configurado en sus líneas básicas en la década de 1920 de la mano de Miguel García de la Cruz y la gran reforma realizada a comienzos de la década de 1960 bajo proyecto de Enrique Álvarez-Sala reemplazó la escalinata de mármol blanco por la hoy existente. Entre los años 2001 y 2002 desaparecieron los últimos rasgos internos del inmueble original.

Celebraciones

El balcón del Ayuntamiento, concebido para hacer públicos los bandos municipales, fue progresivamente cobrando protagonismo más allá de cuestiones meramente administrativas. Desde el mismo saludaron visitantes ilustres, se proclamó la II República, se han hecho públicos los pregones de las fiestas o se han celebrado los ascensos del Sporting.

A pesar de que en 1865 no hubo acto inaugural, en 1965 se celebró con gran solemnidad el centenario del edificio e incluso se festejó públicamente, mientras en nuestro presente el olvido de este aniversario es absoluto.

Compartir el artículo

stats