"Especies como el orangutan ven desaparecer su modo de vida de un día para otro. Se despiertan y lo que era su hogar ha desaparecido. Deambulan desorientados por espacios sin referencias por la ausencia de árboles. Su desubicación física es nuestra desubicación emocional". Estas palabras de la bióloga María Suárez son, en su descriptiva síntesis, la mejor entrada a la exposición que el fotógrafo y documentalista Alejo Sabugo inauguró ayer en el Centro Antiguo Instituto: 23 imágenes y un vídeo que hablan de la vida, de la vida atacada.
Esta pareja gijonesa, padres recientes de una niña, viajaron en 2012 y 2013 con International Animal Rescue a Borneo. De los grandes bosques talados, de la deforestación como arma de las grandes multinacionales que se dedican a la comercialización del aceite de palma (está en el 50 por ciento de nuestros productos de consumo pese a ser perfectamente innecesario), se trajo la constatación de que, al destruir los espacios que nos vinculan con el resto de los animales, nos negamos a nosotros mismos como especie y dictamos una peligrosa sentencia para la Tierra.
La ONG International Animal Rescue se dedica al rescate de primates, fundamentalmente orangutanes. Lo que Alejo Sabugo ha captado con su cámara es un grito de socorro, un alegato y la justificada propuesta, revestida de intención artística, de una comparación entre el sentimiento de pérdida de los orangutanes al perder sus árboles milenarios y la que siente el ser humano en los espacios provisionales o arrasados de las sociedades contemporáneas. Dos voces de auxilio que, en realidad, parten del mismo estremecimiento. De ahí el título de la muestra: "Desubicación".
"Fue una experiencia dura porque son fotos tomadas cuando ocurrían las cosas", explica Alejo Sabugo, que incorpora a su exposición informaciones sobre el aceite vegetal de palma. Hay quien afirma que la extinción de los orangutanes podría ser un hecho en un par de décadas por las plantaciones para ese cultivo. "Que la gente vea y decida", añade. María Suárez habla, con su niña en el regazo, de los efectos de nuestras acciones. No es difícil imaginar, frente a estas fotos, que la mirada de un primate exiliado de su selva es casi idéntica a la del humano desubicado de sí mismo.