Cuando el piragüista olímpico Saúl Craviotto aceptó hace un año ser embajador de Manos Unidas y viajar hasta Mozambique, lo primero que hizo fue buscar en internet un mapa de África. No sabía a dónde iba, cuál sería su cometido o qué podría hacer él para ayudar. La visita, sin embargo, y según explicó ayer a más de 200 alumnos de Secundaria y Bachiller del colegio de las Dominicas, le "abrió los ojos" y le ayudó a desmitificar la actividad de las ONG's y el mundo del voluntariado. "Me di cuenta de que los que tenemos cierta fama tenemos el poder de dar voz a proyectos que merecen la pena", aseguró. Su charla se enmarcó en la actual campaña solidaria que el centro lleva a cabo con Manos Unidas y que se centró hasta ahora en recaudar fondos para el colectivo mediante la venta altruista de dulces y galletas donadas por los padres de los alumnos. El colegio tiene también previsto hacer una yimkana y un "día del bocata", que se celebrará hoy.

El gijonés reconoció que sigue sin estar acostumbrado a dar charlas que se salgan de la temática deportiva. "Llevo años hablando en colegios sobre la importancia del esfuerzo y sobre los valores tan sanos que ofrece el deporte. Sigo haciéndome a la idea de que ahora caminando por la calle me paran para preguntarme si soy el cocinero de Masterchef", bromeó. La excepción de ayer, aparte de porque se siente orgulloso de colaborar con el equipo de la ONG, se debe a algo más personal: su hija, Valentina, estudia en las Dominicas, así que el deportista conocía de antemano la campaña solidaria del colegio.

El viaje a Mozambique de Craviotto tenía como objetivos inaugurar un pozo de agua potable en un poblado de la zona y visitar el nuevo polideportivo de un pequeño colegio local. "De primeras suena a poca cosa, pero allí tener acceso a agua potable te cambia la vida. En África hay bastantes pozos pero la mayoría son abiertos y acaban contaminándose por la caída de pájaros e insectos", aseguró. La importancia de la instalación deportiva la comprendió cuando vio cómo jugaban los niños del pueblo. "Fabrican su propias pelotas con plásticos y tallan a mano las ruedas de patinetes caseros. Su colegio, además, es también un internado, así que cientos de niños viven en ese edificio" explicó el gijonés. "Invertir en deporte es invertir en salud, porque mantenerse activos ayuda a ser más fuerte, pero también es invertir en educación, porque el deporte enseña valores muy importantes como el esfuerzo y la constancia", añadió.

Craviotto siente que el viaje a África le sirvió para "abrir los ojos". "Yo no me fiaba demasiado de las ONG's y de lo que hacían con su dinero. Ahora sé que cada euro donado a estos colectivos sirven para mejorar la vida de gente que necesita ayuda", explicó. La aventura también le sirvió para relativizar sus propios problemas: "Jamás vi a gente ser tan feliz con tan poco. No somos conscientes de lo que tenemos".