"Javier tuvo una vida relativamente corta, pero su implicación en la sanidad hizo que este mundo sea ahora un poco mejor". Con estas palabras del párroco Marcelino Montoto dio inicio ayer el multitudinario funeral con el que se despidió al doctor gijonés Javier Mosquera, el jefe del servicio de Urología de Cabueñes, que falleció a los 58 años y de forma repentina este martes durante una de las rutinarias sesiones clínicas del hospital. Ayer, "el gran respeto y cariño" que sus compañeros de profesión sentían hacia el doctor hizo que en la iglesia de la Milagrosa no entrase un alfiler. "Hemos venido trabajadores de todos los estamentos de Cabueñes, desde secretarias y celadores hasta directivos, médicos y administrativos. Todo el hospital le quería", aseguró Nieves García, antigua supervisora del servicio dirigido por Mosquera.

Hasta Gijón se acercaron también varios compañeros del Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea, que tuvo en plantilla al urólogo desde 1994 (cuando Mosquera terminó su residencia como MIR en Cabueñes) y hasta el año 2010, fecha en la que el gijonés logró trasladarse de nuevo al hospital en el que se formó. "Fue un compañero genial y un profesional con mucha iniciativa. Todavía nos cuesta creerlo; era muy joven", comentó Montse Ferraz, jefa del servicio de Atención al Ciudadano del centro cangués.

A la entrada de la Milagrosa estaba Gonzalo Acebal, traumatólogo de Cabueñes recientemente jubilado. "Coincidimos siendo los dos jefes y el trato fue siempre muy cordial pero yo, que tuve a varios familiares con patologías urológicas muy graves, sé que en lo personal Javier también destacaba. Sentía empatía hacia todos y jamás tuvo un mal gesto con nadie", aseguró.

Una vez finalizado el sermón de Montoto -que explicó que la gran afluencia a la misa demuestra que el fallecido "hizo muchas cosas buenas pese a su pronta marcha"- los restos de Javier Mosquera Madera fueron incinerados en el tanatorio de Cabueñes.