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Todos estuvieron de acuerdo en ubicar la estación en la plaza del Humedal

Eso pasó hace tres décadas, pero luego - el grupo del PSOE cambió de opinión - y la alejó del centro de la ciudad

La plaza de los Mártires con el monumento demolido. COLECCIÓN ARMANDO SUÁREZ LÓPEZ

Tres décadas atrás, el Ayuntamiento decidió proceder a la remodelación urbanística de la antigua plaza de los Mártires para agilizar la entrada de vehículos en la ciudad y todos los grupos políticos -además de los técnicos municipales y del gran empresario de los transportes que fue Pepe Cosmen Adelaida- estaban entonces de acuerdo en que la ubicación idónea para la creación de la estación intermodal era en la plaza del Humedal.

Si luego cambiaron de idea -por razones ignotas- eso no es problema de la ciudadanía. Pera la historia hay que contarla como fue, a fin de que nadie se pueda llamar a engaño y sepa cómo ocurrió todo.

En enero de 1990, el Ayuntamiento decidió acometer la reordenación urbanística de la antigua plaza de los Mártires con la erradicación de aquel monumento que allí se había erigido, como homenaje a las víctimas de la sinrazón, en el año de 1962, tras haber sido dinamitada la primera iglesia de San José que allí había sido ubicada y que fue una de las cárceles de ciudadanos en aquella gran tragedia con un millón de muertos que dividió a las familias por los enfrentamientos y las denuncias, que llevaban al paredón o a las cunetas.

Tras la inauguración de las nuevas estaciones ferroviarias, la de cercanías de la calle de Sanz Crespo y la de largo recorrido que, la verdad sea dicha, nunca logró la aceptación popular, por lo no se tardó mucho tiempo en trasladar la llegada de todos los trenes hasta el centro de Gijón. Su escalera metálica fue un buen símbolo de aquel disparate urbanístico, ya que solamente funcionó unos días después de los actos oficiales para "celebrar" aquel despropósito con el que se consolidaba que la ciudad quedase partida en dos, con los barrios divididos por las vías férreas.

Una gran área de comunicaciones en el Humedal. En los archivos municipales figura el expediente con informes favorables del ingeniero-jefe del Ayuntamiento, Fernando González Landa -quien logró su gran aspiración personal al pasar de la Junta del Puerto a la plaza Mayor- y también de Eduardo Vigil "El rubio de Boston", jefe de la Oficina Municipal de Tráfico, para crear una gran área de comunicación en el entorno de la plaza del Humedal, con la construcción en el subsuelo de una estación intermodal, con un gran aparcamiento subterráneo que podría prolongarse por el paseo de Palacio Valdés hasta la plaza de Europa, tal como aconsejaba el Plan General de Ordenación Urbana.

De esta manera allí se trasladarían todas las líneas interurbanas de autobuses que lamentablemente al no haberse acometido lo que era racional para todos, algunas de ellas siguen teniendo sus paradas en las calles aledañas a la plaza del Humedal con los correspondientes problemas de circulación en calles como la de Pedro Duro, lo que tres décadas después constituye una auténtica vergüenza y la estación de Alsa ahí sigue -dado que se encuentra protegida como edificio singular-, pero que Gijón tres décadas después siga sin tener una estación central de autobuses es uno de los fracasos de gestión municipal para todos aquellos que han gobernado la villa de Jovellanos durante estos años en los que hemos pasado de la reconstrucción a la deconstrucción perdiendo muchas de nuestras señas de identidad.

El cronista oficial de Asturias, Joaquín Manzanares no se mordió la lengua cuando remando contracorriente calificó el "Elogia del Horizonte" de Eduardo Chillida como "una mierda".

El ferrocarril siempre llega hasta el centro. A todas las ciudades importantes europeas, el ferrocarril llega hasta el centro del casco urbano, dado que el soterramiento de las vías es la solución idónea -y ahora disponemos de grandes medios técnicos para hacerla viable con unos mínimos costes sin romper la cotidiana vida de la vida urbana- para evitar que las playas de vías dividan la comunicación entre los barrios, pero aquí ha habido algunos conspicuos dirigentes que no lo quisieron entender y se empecinaron en tirar el dinero a un saco sin fondo.

Quienes gobernaron el Ayuntamiento de Gijón y aprobaron la desaparición de la estación de ferrocarril que llegaba hasta la plaza del Humedal son los responsables -todos sabemos sus nombres y apellidos, así como su afiliación política al PSOE- han cometido el mayor error del urbanismo gijonés desde que el arquitecto Ramón Fernández-Rañada quien, con la creación de un catálogo urbanístico de construcciones a preservar -con agrias críticas descalificadoras por parte de los conservadores de sus intereses pecuniarios, sin importarles que existían razones de peso para ello- puso orden en una ciudad en que imperaba la piqueta demoledora de maravillosos edificios que destrozaron la historia arquitectónica de aquel Gijón que tuvo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX excelentes arquitectos que diseñaron una imagen rompedora de aquella vílla que iba a más con grandes empresas y nuevos bancos que dieron un impulso decisivo a nuestra reindustrialización.

Y con la construcción de la nueva estación férrea provisional -aquí siempre estamos con "soluciones temporales" que luego se eternizan- en un lugar absolutamente erróneo, no solamente han cortado la salida existente por la autopista hacia Oviedo, sino que también resulta lamentable que los autobuses de Alsa tengan que circular por minúsculas calles en un vericueto impresentable que da una imagen horrorosa a quienes nos visitan para poder volver a salir a la autopista.

No todas las desgracias vienen solas. Ya lo advirtió el comunicólogo Juan Cueto Alas cuando recibió el premio "Adeflor" que otorgaba la Asociación de la Prensa de Gijón en una ceremonia en el patio de la Casa Natal de Jovellanos: "apuesto por el periodismo que una lo local y lo global". Allí estaba sonriente el alcalde Areces quien había sido compañero suyo en el campamento de Monte la Reina.

Pero aquella primavera de 1990 la globalización comenzó a afectar a nuestras más importantes empresas. La consejera de Industria, Paz Fernández Felgueroso no tuvo una certera visión cuando aseveró que "Confecciones Gijón" iba a tener futuro -en poco tiempo desapareció la potente industria textil que nos había puesto en los puestos de cabeza de la comercialización de camisas en toda España- al pasar en un año de cuarenta años de beneficios a doscientos millones de pérdidas, tras el control de los sindicatos con la tolerancia del PSOE.

El prestigioso grupo ERPO que contaba con once sociedades que también marcaron unos horizontes espléndidos pasó a ser controlado por la multinacional KIO, lo que motivó la destitución del ingeniero Jorge Burgaleta Ramos -quien fue presidente del Puerto de Gijón y del Club de Golf de Castiello, además de director de obras de UNINSA- y fue sustituido por Enrique Mir, pero aquello no olía nada bien y el perito industrial Sabino García Vallina sabiamente comprendió que allí ya nada que iba a hacer y se pudo quedar con TSK Electrónica, con una espléndida visión de luces largas de hacia dónde iba el futuro y la competitividad mundial: las energías renovables.

Ante tan desalentador panorama existencial, a principios de aquel año de 1990 también pasó a mejor vida el gran arquitecto y deportista Juan Bautista Martínez Gemar, tras sufrir tres ataques su grandioso corazón, al decidir inapelablemente desconectarse de todo.

Ya no valía la pena ser testigo de lo que nos pasaba.

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