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Gijón en retrovisor

La lucha por la autopista del mar se remonta a más de cuatro décadas

Siempre ha sido vista con escepticismo por empresarios e instituciones que la consideraron fundamental para el desarrollo comercial asturiano

Un camión, subiendo al barco en El Musel.

Ahora estamos de nuevo con la recuperación de la "autopista del mar" y hasta la han incluido en los programas electorales, pero supongo que convendría recordar la verdadera historia de esta alternativa de transporte vía marítima que hasta ahora ha sido minusvalorada, tanto por los principales usuarios que tienen que ser los empresarios, sino también por las instituciones públicas asturianas, dado que en Oviedo habitualmente nada quieren saber con las iniciativas de Gijón. A estas alturas, el engaño y la distracción política ya no caben en un tema como este, que es fundamental para el futuro de Asturias. Allá por el año de 1977 -como consecuencia de la primera huelga de la hostelería asturiana- el propietario del hotel Hernán Cortés, el aranés Francisco Javier Vidal León -antes había sido director de importantes hoteles en Londres-, entró en contacto con el presidente de la Preautonomía asturiana, Rafael Fernández Álvarez, y le hizo comprender la importancia de crear una línea marítima desde el puerto de Gijón hacia los puertos de Gran Bretaña a fin de dinamizar la depauperada situación en la que se encontraba ya entonces el turismo asturiano.

Jesús Fernández Valdés dio el primer paso. Quien -con el apoyo de su amigo el presidente del Principado de Asturias, Pedro de Silva- dio el primer paso para tratar de lograr esa vía marítima fue el consejero de Industria, Jesús Fernández Valdés, que organizó un viaje oficial en marzo de 1984 a la región francesa de Poitou-Charentes para crear lo que él -con gran visión propagandística- definió como "la autopista del mar". La idea inicial fue la de crear la innovadora línea marítima entre Gijón y La Rochelle. Aquella fue una de las obsesiones geográficas del director regional de Comercio, José Ramón Fernández Costales, quien dominaba aquella zona por estar casado con la hija de un importante empresario destilador de Cognac. Dado que tuve la suerte de participar como periodista en aquel viaje oficial y hasta cenar y dormir en su casa, la información que todavía guardo en mi memoria y mis escritos pienso que pueden aportar datos a la génesis de la "autopista del mar".

El presidente de la Cámara de Comercio de Poitou-Charentes, Jacques Bergier -en Francia tienen todas las competencias administrativas sobre los puertos en sus demarcaciones territoriales-, desdeñó la ubicación de la línea en La Rochelle aconsejando que fuese más al Norte, concretamente a Lorient. Los franceses siempre reman hacia sus intereses económicos y lo que pretendían, en definitiva, era que el Gobierno español financiase la línea de transporte hasta sus costas. Para tratar de convencernos nos llevó como sobremesa de una espléndida cena a un streap-tease acompañado de las señoras que formaban parte del protocolo oficial, entre ellas su propia esposa, lo que nos dejó a todos un tanto perplejos sobre las costumbres galas.

Pedro García-Rendueles, siempre leal. En aquel primer viaje hacia territorios franceses iba el siempre imaginativo Pedro García-Rendueles, secretario de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Gijón y director de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, quien tras leer atentamente el informe que había realizado el Instituto de Fomento Regional no dudó en comunicar, con la lealtad que siempre mantuvo hacia todas las instituciones, aunque no fuesen de la misma ideología, que en sus conclusiones advertía que aquella línea desde Gijón hacia La Rochelle nunca podría ser financieramente rentable. El consejero Jesús Fernández Valdés -quien obviamente no lo había leído- optó por arrancar con rabia contenida las páginas finales, pero estaba claro que con ese planteamiento nada había que hacer. Como así iba a ser.

El magnate Sherwood, en Gijón. Debido a la insistencia de Francisco Javier Vidal León, cuyas ideas nunca fueron debidamente escuchadas por nuestros gobernantes, logró que el magnate James Sherwood, propietario de la empresa Sealink British Ferries, se trasladase en noviembre de 1985 en avión privado desde el lujoso hotel de su propiedad en Venecia hasta el aeropuerto de Asturias, donde las incrédulas autoridades asturianas ni siquiera fueron a recibirle. El presidente del Instituto de Fomento Regional, Leonardo Álvarez de Diego, tuvo que precipitar su retorno de Madrid para llegar a los postres a la comida en el Molino Viejo y así poder saludar al empresario Sherwood, quien anteriormente había visitado las instalaciones del puerto del Musel acompañado por el presidente de la Junta del Puerto, Carlos Zapico Acebal, y del alcalde, José Manuel Palacio. Aunque el dueño de la empresa británica Sealink se mostró muy interesado en operar desde el puerto del Musel hacia las costas británicas -Gijón está a menos millas que Santander, donde estaba operando con gran éxito su competidor la empresa Brittany Ferries-, tras sopesar fríamente los datos, al final, como suele pasar siempre, al cocer todo mengua. Y todo se quedó en agua de borrajas.

Madiedo, un personaje fundamental en el proyecto. Seis años después de aquel erróneo viaje oficial hacia Francia del consejero de Industria Jesús Fernández Valdés, dado que todos los informes técnicos aconsejaban que la línea de ferries desde Gijón fuese hacia los puertos británicos y no hacia Francia, el gijonés José Antonio Madiedo Acosta le presentó al Gobierno del Principado un riguroso informe para retomar esa importante vía de comunicación marítima en la que nadie creía -el dueño de Esmena, José Antonio Hevia Corte, me confesó que el puerto natural de salida para exportar sus productos era Bilbao, ya que le salía más barato, aunque estuviese más lejos, debido a las altas tarifas portuarias gijonesas basadas en tráficos cautivos-, pero tampoco se le hizo mucho caso. Así que se perseveró en el error del destino. En él se advertía que "los puertos asturianos no podrán desarrollar su potencial completo al servicio de la industria y del comercio en tanto en cuanto que no se establezcan planes de formación superior específica para nutrir los equipos humanos que han de protagonizar las actividades portuarias en abierta competencia con otros puertos. Principado, Universidad, autoridades portuarias y empresas han de crear el marco adecuado para generar ese nuevo entorno portuario".

Pero se siguió adelante con la vista puesta erróneamente en Francia para lo que fue constituida la empresa Astur Castellano Leonesa de Navegación, tras la creación de una zona logística en Benavente, pero aquello no funcionó porque, entre otras causas, potentes empresas de origen gijonés como Vapores Suardíaz no dieron el paso hacia adelante para involucrarse en el proyecto. Debido a ello, el ferry entre Gijón y Lorient solamente duró siete meses navegando muchas veces sin carga, a causa del error en la dirección hacia Francia y de la horrorosa gestión para que tuviese horizontes de futuro.

No iba a ser la primera vez, por supuesto, pero demos tiempo al tiempo, ya que en perseverar en errores somos grandes expertos. Y así nos va, claro: nos encontramos en la cola de las autonomías en progreso industrial.

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