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PABLO BATALLA CUETO | Historiador, autor del ensayo "La virtud en la montaña"

"Nos roban también el montañismo"

"Mi libro surge del cambio de paradigma: los clubes de montaña están en crisis, sin relevo generacional, pero hay un auge de los maratones"

Pablo Batalla Cueto, ayer, con un ejemplar de su libro. JUAN PLAZA

El historiador y escritor Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) acaba de publicar un libro insólito: "La virtud en la montaña" (Trea), una "vindicación", como dice en el subtítulo, de "un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista". Amante del Jultayu y otras cimas, coordinador de "El Cuaderno" y director de "A Quemarropa", su ensayo se enfrenta al "turbomontañismo".

-Afirma que coexisten dos montañismos: uno lento, el de siempre, y otro "thatcheriano", muy competitivo. ¿Es así?

-Sí, un montañismo que asume y promueve los valores del capitalismo neoliberal. Es un poco lo que decía Ángel Cappa a propósito del fútbol; pues eso: también nos roban el montañismo. ¿Cómo? A través del individualismo, la competitividad, la productividad, la eficiencia o que el ocio sea negocio.

-Usted está a favor de un montañismo lento, que califica de ilustrado y anticapitalista.

-Lo de montañismo anticapitalista es una provocación, aunque con base real. Bueno, estoy a favor de un montañismo que tiene detrás una tradición de dos siglos y medio; el que busca en la montaña no la velocidad, sino el goce estético, la reflexión, el abandono del reloj, el aprendizaje... Ir a la montaña con una mirada abierta y no sólo centrada en la meta, en el objetivo.

-La ayuda, la fraternidad, dice usted.

-Sí. El libro surge al darme cuenta de que los clubes de montaña, los tradicionales, están en crisis: personas mayores y apenas sin relevo generacional. Pero, a la vez, hay un gran auge de los "trails" o de los maratones de montaña. Hay un cambio de paradigma.

-Afirma que el montañismo es también política. Pone como ejemplo la atención que le ha prestado siempre el PNV.

-Siempre lo es, incluso cuando no quiere serlo. Los primeros clubes de montaña eran patrióticos, sobre todo en Francia o en Italia. Para amar la nación, hay que conocerla. Unamuno pedía al Estado que fomentara los grupos de montaña como vía para la construcción nacional. Los vascos, el PNV, fueron los primeros en llevar a la práctica todo esto. La montaña, incluso, como refugio en caso de guerra o conflicto. Pero también hubo grupos montañeros anarquistas, esperantistas... Un grupo se junta y la política es una secreción natural.

-Lo explica en el libro...

-Sí, pongo el ejemplo de Chile, donde los grupos de montaña están vinculados a la clase alta, con tendencia a ser de derechas. En Chile hay montañas, incluso glaciares, que son propiedad privada. En algunas, puedes acceder desde el lado argentino, que es parque nacional, pero no desde el chileno. Eso genera protestas. Para mí, eso es también anticapitalismo: la lucha por lo común frente a lo privado.

-Ha hecho referencia al declive de los grupos de montaña, también en Asturias. ¿Por qué esa crisis frente a la visión triunfante de los récords y las marcas del "turbomontañismo"?

-A que al sistema le interesa gente competitiva, individualista. Son valores que se inculcan, y así cada vez nos gusta menos juntarnos con otros. Es la teoría de las cuatro "g": sólo nos juntamos los de los mismos gustos, la misma generación, el mismo género... hay una falta clara de convivencia intergeneracional y entre gente distinta. Los grupos de montaña ofrecían todo lo contrario: convivencia entre personas muy distintas.

-¿Se incentiva ese otro montañismo competitivo?

-Bueno, no es que haya un club Bilderberg que maneje hilos, sino que es hacia donde el sistema nos lleva con la extensión de sus valores.

-Otra lectura que se desprende su ensayo: un montañismo del "nosotros" frente a otro del "yo".

-Exacto. Defiendo un montañismo de encuentro con el otro. Una cosa que me gustaba mucho de los grupos de montaña a los que pertenecí era descubrir a gente que era diferente a mí, por edad o procedencia. En el grupo "Picu Fariu", de Pola de Siero, ibas con personas de setenta años que, de pronto, te hablaba de flores, cuando a mí nunca me habían interesado. Es la idea de fraternidad, de aprendizaje mutuo, de convivencia.

-¿Usted es un montañero de la lentitud?

-Procuro serlo. Sí, trato de ser como el montañero que reivindico en el libro: voy sin prisas, fijándome en lo que veo, y disfruto de las vistas de la cumbre o de la comida.

-Es lo que usted llama también montañismo ilustrado...

-Es un montañismo del aprendizaje, del conocimiento de la propia tierra; el camino favorece la reflexión, el recuerdo de cosas leídas. En definitiva, ir atento a todas las posibilidades que el montañismo ofrece, en lugar de estar sólo centrado en el objetivo y en la letanía del "tú puedes".

-Una de sus bestias negras, en este sentido, es Kilian Jornet.

-Es la gran estrella de las carreras de montaña, con récords de velocidad en un montón de picos emblemáticos. Su idea es subir y bajar lo más rápido. Su discurso político, aunque él no lo diga así, es una especie de anarcocapitalismo, un mundo sin políticos.

-O sea, está en las antípodas de su alpinismo lento...

-Exactamente.

-Usted cuenta que, pese a ese individualismo feroz, Kilian Jornet ha tenido que recurrir a la gendarmería de montaña para que lo rescaten.

-Se quedó atrapado con su novia en el Mont Blanc, donde el tiempo cambia muy rápido. Como va equipado muy ligero -pantalón, camiseta y playeros-, les pilló una tormenta y llamó al momento para que lo rescataran. El discurso del gran individuo autosuficiente hizo agua. Al final necesitas de los otros y del Estado, en el que no cree.

-Su libro ofrece una consistente denuncia de lo que llama "fantasía de la individualidad".

-Aludo al trabajo de la antropóloga Almudena Hernando, para la que hay dos tipos de identidad, aunque al principio todos teníamos la relacional. Éramos parte del grupo: padre de tu hijo, marido de tu mujer, etcétera. Los hombres fuimos adquiriendo la individualidad, el creernos autosuficientes, y fuimos delegando en las mujeres la identidad relacional. Éstas la mantuvieron mucho más tiempo. Adquirimos la fantasía de la individualidad, aunque hemos seguido necesitando a las mujeres, al grupo, a los demás.

- Su ensayo contiene algunas citas memorables. Hay una de Montaigne especialmente afortunada: "Es el goce, no la posesión, lo que nos hace felices...".

-No todos los ámbitos de nuestra vida tienen que estar sujetos a la competitividad feroz. No debemos hacer del placer un trabajo más. El caminar tiene que ser algo no sujeto a la tiranía del reloj.

-Una de sus influencias, creo, es Carl Honoré y su "Elogio de la lentitud".

-Hay que recuperar la lentitud en los ámbitos donde la perdimos: en el amor, en la comida, en el aprendizaje... También reivindico el placer de la espera.

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