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El kiosco resiste en la trinchera

"Somos necesarios, el derecho a la información es fundamental", dice Ignacio González desde su tienda, que abre a diario para la venta de periódicos

El kiosco resiste en la trinchera

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José Luis Santafé, de 53 años, sale de casa a las seis de la mañana para repartir LA NUEVA ESPAÑA a sus clientes. Regenta en Oviedo el kiosco Nativi, en Buenavista, al lado de la Fundación Gustavo Bueno. Mantiene la entrega a domicilio pese a que más de la mitad de sus consumidores -bares y tiendas- han cerrado por imperativo legal. "Hace un par de días me llamó una mujer para agradecerme que siguiese llevándole LA NUEVA ESPAÑA", cuenta. Los kioscos son unos de los pocos establecimientos a los que el real decreto de estado de alarma permite abrir. No es casual, a ojos de Ignacio González, con tres décadas de experiencia en el sector, y que lleva los locales Adaro y El Muelle, en Gijón: "Somos necesarios. El derecho a la información es fundamental". La prensa resiste en la trinchera al coronavirus. Lo dicen las colas que se forman en Avilés a las puertas de un kiosco cuyo responsable, Ignacio Rodríguez, lleva 35 años al pie del cañón. "El que hoy quiere informarse de verdad sigue recurriendo al periódico", asegura.

Gracias a estos y a otros cientos de kiosqueros diseminados por Asturias, las noticias se acercan a los ciudadanos. Muchos mantienen la costumbre del reparto a domicilio. La crisis sanitaria también se lo ha puesto difícil a ellos, a los kioscos, la correa de transmisión entre los periodistas y el público. El cierre de la hostelería, que consumía centenares de periódicos al día, también se nota. Santafé ya no abre por las tardes en Oviedo. El goteo es matinal. Charo García, de 71 años, acude a diario al kiosco Nativi. Ata a la entrada a su perrita "Trini" y se lleva LA NUEVA ESPAÑA. "Soy analógica. Me gusta leer el periódico en papel. Me encanta tomarme mi tiempo y pasar las hojas". Santafé le entrega la prensa y el cambio con unos guantes de tela negros. Tiene otro par igual. "Me los regaló un cliente. Otra me consiguió la mascarilla, su marido es dentista". El kiosquero tiene una amplia clientela, últimamente, con la crisis sanitaria, nota que por los diarios pregunta gente más joven que lo habitual.

Belén Álvarez, treintañera, llegó ayer a media mañana a por una bolsa de patatas fritas, gominolas y LA NUEVA ESPAÑA para su madre. Pasan juntas el confinamiento y ella necesitaba chucherías para endulzar un mal trago. El día anterior la despidieron. Trabajaba en una siderúrgica a través de una ETT. Estaba teletrabajando, pero la llamaron para comunicarle el fin de obra. "Malos tiempos, pero tenemos que estar informados. Por eso me llevo el periódico".

"Para el gremio están siendo días duros", dice desde su kiosco de Gijón Ignacio González, aunque reconoce un repunte en la venta de prensa al público. "La gente compra el periódico para entretenerse durante la cuarentena en casa", explica.

Así lo cree también Illana Bondar, que regenta el kiosco gijonés La Arena. "Hay gente que nunca había comprado la prensa y ahora sí que lo hace y hay quien antes compraba un periódico y ahora se lleva más de uno". Bondar, ucraniana de nacimiento, realza su trabajo: "Hacemos una labor muy importante, llevando la información a la gente".

Los kiosqueros también están preocupados por trabajar en primera línea, de cara al público, con todo lo que conlleva en plena alerta sanitaria. Y se apoyan unos a otros. Ignacio González cuenta que tiene un grupo de Whatsapp con una decena de profesionales de distintos barrios de Gijón, bajo el nombre de "Kioskillas". "Es una gran ayuda para todos, nos apoyamos psicológicamente unos a otros en días de bajón, más que compañeros, somos amigos".

Isabel Paz. Es fiel clienta en Avilés del kiosco de Ignacio Rodríguez, como también lo es de LA NUEVA ESPAÑA. "Lo compro todos los días. Y si yo no puedo hacerlo, siempre lo coge alguien de la familia. En la televisión hay mucho alarmismo. La prensa es mucho más de fiar", sostiene esta trabajadora de la lavandería del Hospital de Cabueñes. Pese a la fidelidad de buena parte de la clientela, no son momentos fáciles para los kiosqueros. "El fin de semana pasado, cuando se decretó el estado de alarma, se agotó la prensa. Este ya se ve a menos gente por la calle", lamenta. En Las Meanas, el periódico se vende bien. Desde el kiosco Pali también hacen llegar a los avilesinos sus ejemplares a pesar del confinamiento. "La gente casi no sale pero seguimos teniendo clientela fiel que acude a comprar", relata Melanie Díaz, que destaca la responsabilidad de los compradores. "La mayoría va con guantes y muchos con mascarilla", asegura.

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