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El aparatoso incendio en el edificio de La Estrella obliga a reubicar a más de 200 vecinos

"La gente se aglomeró en la escalera", describen los residentes en el inmueble, que tuvo que ser desalojado y se quedó sin suministro eléctrico

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Incendio del edificio La Estrella en Gijón: Así quedaron las viviendas

El aparatoso incendio que asoló al filo de la medianoche del pasado sábado el edificio La Estrella, en El Natahoyo, y que afortunadamente se saldó solo con un afectado por inhalación de humo, ha obligado a buscar refugio fuera de sus hogares a los más de 200 vecinos del inmueble.

Una tesitura ya bastante delicada de por sí que se agrava en plena pandemia sanitaria y se hace especialmente difícil para quienes no tengan una segunda residencia o familiares con espacio para realojarse. El fuego y el humo afectaron a toda la instalación eléctrica lo que provocó que las quince plantas de este bloque de la avenida de Galicia se quedasen sin suministro, un problema que se prolongará como mínimo dos semanas. También la presión del agua se ha visto afectada. "Fue algo insólito, como nunca habíamos visto", asegura Bautista Prieto, vecino del séptimo, que ayer por la mañana fue a recoger parte de sus pertenencias.

VÍDEO: Un espectacular incendio obliga a desalojar a más de 200 personas en el edificio La Estrella, en El Natahoyo

VÍDEO: Un espectacular incendio obliga a desalojar a más de 200 personas en el edificio La Estrella, en El Natahoyo

El fuego se desató sobre las 23.45 horas, con la mayoría de vecinos durmiendo o relajados en el sofá. "Estábamos viendo la tele y empezaron las voces, luego ya vi humo y optamos por salir, pero no sabía que estaba pasando", explicaba a este periódico Miguel Fernández, ayer, a las dos de la madrugada. Nadie sabía lo que ocurría, había gritos y miedo. Más aún cuando el humo comenzaba a subir el hueco de la escalera. Al salir de casa "había una aglomeración de gente", en parte porque "había muchas personas mayores bajando y, claro, van más despacio", describe Prieto.

Todo se originó en el cuadro eléctrico ubicado en la planta baja del edificio, provocando una gran y densa humareda que rápidamente ascendió por todo el edificio. Esta veloz propagación del humo se debió, según explican desde el Servicio de Prevención y Extinción de Incendios, a las obras que se estaban realizando en el inmueble, que ayudaron a que se formara "un efecto chimenea por una de las canalizaciones eléctricas y patinillos de ventilación".

El incendio no pasó desapercibido para ninguno de los más de 200 vecinos del inmueble (hay 126 viviendas, pero algunas vacías), que rápidamente intentaron salir por sus propios medios. "Al principio bajábamos tranquilos por las escaleras, pero al irse la luz aquello se convirtió en un caos", rememora Manuel Fernández. La mayoría lograron llegar a la calle, donde se iban arremolinando decenas de personas, en bata, pijama o ropa de andar por casa. La mayoría de ellos sin mascarillas, debido a la prisa con la que salieron, y sin guardar la distancia de seguridad por los nervios de la situación. Todos siguieron con expectación las labores del amplio equipo de emergencias que se desplegó en la zona.

Así quedó el interior del edificio gijonés que se incendió anoche

Así quedó el interior del edificio gijonés que se incendió anoche

La prioridad de los bomberos y la policía era la de garantizar la seguridad de quienes no habían logrado salir. "A partir de la sexta planta, el hueco de la escalera se llenó de humo, haciendo impracticable cualquier tipo de evacuación", explican los bomberos, que optaron entonces por contactar con ellos y que se quedasen en sus casas, poniendo toallas húmedas bajo la puerta. Ese fue el caso de Carmen Palacios, que vive en el piso 12. "Lo pasé muy mal", reconoce. Ella, como muchos otros, cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación emprendió junto a su marido la bajada, pero ya fue tarde: "Al llegar al décimo piso tuve que dar la vuelta del humo que había, porque no se podía seguir avanzando". "Me encerré en casa y puse una toalla húmeda bajo la puerta, así que no me entró mucho humo en casa. La tengo bastante limpia", describe. Las plantas tercera y cuarta fueron las más afectadas.

La rápida intervención evitó una tragedia. De hecho, afortunadamente, solo dos personas tuvieron que ser derivadas a un centro hospitalario. Uno de ellos, de 79 años, fue trasladado a Cabueñes (se personaron hasta tres ambulancias en la zona) por intoxicación por humo. El otro, de 73 años, lo trasladaron a Jove debido a que tenía oxígeno domiciliario y al estropearse la electricidad del edificio se quedó sin él. También se atendieron "in situ" algunos episodios de ansiedad de los afectados. Cinco horas después, la intervención finalizaba, pero la Policía ya les avanzaba que no tendrían luz. Luego, comenzaron a volver a entrar paulatinamente pasadas las tres de la mañana. "Los vecinos de la primera planta que vengan con nosotros que los acompañaremos a sus casas", pronunció uno de los agentes, una operación que repitió planta por planta.

Meses de reparación

Meses de reparaciónAhora llega lo más difícil para muchos: buscar un alojamiento durante los trabajos de reparación, que podrían alargarse hasta dos semanas. Luego tendrá que llegar el preceptivo visto bueno de la consejería de Industria, que estudiará si la instalación cumple toda la normativa y, tras ello, la distribuidora eléctrica podrá por fin retomar el suministro eléctrico. "Dicen que igual en unos días nos ponen electricidad provisional, pero la reparación de todo esto durará dos meses", aseveraba Prieto, que entiende que "tendremos que buscarnos un lugar donde vivir mientras tanto". Muchos lo harán en su segunda vivienda, como Carmen Palacios, que ponía ayer mismo rumbo a Cangas de Onís, donde tiene una casa. Pero hay muchos otros que no tienen esa posibilidad.

Manuel Fernández y su familia, por ejemplo, aún no tenían claro dónde se iban a quedar. "Vamos a comer a casa de mi tía, que vive cerca, y luego nos repartiremos entre casas de familiares", explica. El hecho de que la mayoría de plazas hoteleras de la ciudad no estén disponibles a causa del coronavirus es otro impedimento más.

"Es difícil explicar lo que pasó. Era como los cuellos de botella que se forman en las películas". Miguel Villena, vecino del octavo piso, aún tenía ayer por la mañana el susto en el cuerpo. "Salí al descansillo y al abrir la caja de conexiones me dio un fogonazo de humo", recuerda, "nos vestimos rápidamente y, cuando salimos, ya no veíamos nada, íbamos a tientas". Con tanta prisa salieron de su domicilio -acompañado de su mujer y su hija- que dejaron dentro al gato. "Estábamos preocupados por él, pero al final está bien", asegura. Es una de las cosas, las más imprescindibles, que ayer fueron a recoger: su mascota, algo de ropa, los peluches favoritos de la pequeña. "Nos vamos a casa de mi hermana a comer y, después, a la casa del pueblo hasta que nos dejen volver", ratifica.

Peores momentos vivió Cristina Hernando. "Lo pasé muy mal", enfatizaba en la mañana de ayer, aun con el pijama puesto. Vive con su madre, enferma de alzhéimer y, cuando se dio cuenta de lo que ocurría "tuve que bajarla casi a rastro desde el séptimo piso". Tan caótica fue la situación que a Hernando, como a otras vecinas "me dio un ataque de nervios". Un momento extremo en el que aflora la solidaridad: "una señora que no conocía de nada, viendo la situación, me dejó dormir en su casa, aquí en frente". Pero lo peor viene ahora. "Con mi madre en su situación no se dónde me podré quedar estos días", se queja, "intentaremos ir a casa de mi prima".

No solo a los vecinos del inmueble les afectó el fuego. En los bajos del edificio hay varios negocios. Uno de ellos, un asador que ha sufrido "una pérdida importante", en palabras de su dueño, Andrés Tirador. A tener que cerrar al público un domingo, "el día más grande de la semana", se suma la pérdida en mercancías. "Tenemos un montón de producto echado a perder, porque estuvo toda la noche sin frío", explica Tirador, que asegura que "aún no quise ni calcular cuánto dinero perdí. Me da hasta miedo". Un golpe más duro si cabe por el momento en el que llega. "Después de tres meses sin vender prácticamente nada" a causa de la pandemia "ahora que empezábamos otra vez a trabajar, pasa esto. Es la puntilla", lamenta. Puntilla que aún se puede agravar si finalmente se ven obligados a estar dos semanas más cerrados al público mientras se realizan todas las reparaciones pertinentes.

"Van a tener que hacer mucha obra", aseguraba pesimista Carlos Hevia, vecino del decimocuarto piso, "viendo cómo quedó el cuarto de contadores, totalmente calcinado, van a tener que cambiar todas las acometidas". También habrá que pintar los pasillos de todo el inmueble, ennegrecidos por el humo, así como realizar multitud de reparaciones más. "Van a tardar dos meses o más", adelanta Hevia, que ayer se instaló ya en su segunda residencia.

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