Pese a estar pendientes del toque de queda, la movilidad a un lado y otro del municipio y del control del cumplimiento de las normas sanitarias en las principales zonas de ocio, los agentes de la Policía Local de Gijón siguen cumpliendo con otra serie de actuaciones que forman parte de sus competencias y que a veces les ponen a prueba. Un ejemplo ocurrió en la tarde noche del sábado, cuando varias patrullas se movilizaron hasta los aledaños de la Universidad Laboral por la presencia de una cabra revoltosa y sospechosa, que sin entender de estados de alarma ni confinamientos se había escapado de una finca cercana y campaba a sus anchas por la zona, lo que podría suponer un riesgo para los conductores.

La cabra iba por libre, haciendo gala a la expresión “estar más loco que una cabra”. No atendía a las indicaciones de los agentes, que trataban de cortarle el paso con el coche patrulla y también exponiéndose a porta gayola con aspavientos. La tozudez de la cabra, que hacía caso omiso a las maniobras policiales, persistía y nadie era capaz de echarle el lazo. Mientras, a unos escasos metros, el tráfico seguía fluido por la avenida del Jardín Botánico. Todos los conductores eran ajenos a la persecución que se estaban desarrollando por la zona.

Los esfuerzos policiales, que también contaron con la ayuda ciudadana antes de dar aviso al personal de la asociación Mundo Vivo, de Llanes, dieron por fin sus frutos cuando comenzaba a anochecer. Quizás por hambre, o quizás por sueño (o por fatiga), la cabra se entregó a la altura de los silos del Intra sin oponer resistencia a los agentes, que comenzaron luego las gestiones para localizar a su dueño. La cabra, con crotal para facilitar su identificación, pasó la noche en la sede de la entidad llanisca, recuperándose de su fuga y el encontronazo con las fuerzas del orden.