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La resistencia de Pilar, obligada a retrasar su jubilación: “Sin abrir, los gastos son de 7.500 euros al mes”

La hostelera gijonesa seguirá trabajando pese a cumplir los 65 años para ayudar a sus hijos: “Perdí los ahorros que tenía para retirarme y no quiero dejarles el negocio en este momento duro”

Pilar Álvarez, en su restaurante El Restallu, en Laviada. Marcos León

Si todo hubiera transcurrido según lo previsto, este mes sería el que se produciría el relevo. Pilar Álvarez pasaría a estar jubilada para cederle el testigo a sus hijos al frente del restaurante El Restallu de Gijón. El pasado mes de octubre cumplió los 65 años. Necesitaba trabajar cuatro meses más para cotizar lo necesario y no recibir ninguna penalización. Pero la pandemia del pasado año lo cambió todo. A Pilar Álvarez le llegó un momento duro, con una interminable lista de pérdidas que fue aumentando cada mes entre cierres y periodos en los que le tocaba abrir con muchas limitaciones.

“Ahora tengo que trabajar un poco más todavía. Perdí los ahorros que tenía para retirarme y no quiero dejarles el negocio a mis hijos en este momento duro y comprometido. Quiero esperar a que levante un poco la situación para jubilarme bien, con algo de colchón, porque perdí todo lo ahorrado para tapar las pérdidas. No quiero además quedarme solo con una paga después de una vida trabajando”, señala Álvarez.

Natural de Cangas del Narcea, pero afincada desde hace más de cuatro décadas en Gijón, Pilar Álvarez se hizo popular en los últimos días con un vídeo denunciando la situación de la hostelería. “Con la persiana bajada, los gastos fijos son 7.571 euros mensuales”, destaca Álvarez, que empieza a enumerar los problemas a los que se enfrenta: “Hay que pagar la hipoteca, la asesoría, el 15% de la seguridad social que pagamos los empresarios, una pequeña parte de autónomos, a los trabajadores de baja los empresarios le seguimos teniendo que pagar el 30%, y seguimos teniendo el seguro anual que no se puede anular, la luz, agua, la basura o el seguro colectivo de los trabajadores por accidentes”.

En su caso, en el año que lleva de pandemia calcula que las pérdidas han ascendido a 55.000 euros. “La gente no es consciente de todo lo que supone trabajar para uno mismo. Solo hemos recibido de ayuda los 4.000 euros del Principado. El problema ya no es solo los gastos, sino también lo que dejas de ganar”, relata antes de reconocer que al menos afronta con cierta tranquilidad la situación. “Nos ha pillado la situación en un momento bastante asequible, si nos coge hace 20 años no sé qué sería entonces de nosotros”, destaca.

Pilar Álvarez llega entonces a su momento más reivindicativo, el de mostrar su apoyo a sus compañeros del sector que viven ahogados y desbordados. “En mi caso las pérdidas las puedo asumir, no estoy en la ruina, pero conozco gente que ha alquilado su piso, y vive en el almacén de su local, solo para poder comer. Lo primero es la salud, pero todos deberíamos ser parte de esa salud, que no sea solamente a costa de unos pocos; que los hosteleros estemos así y en otros sectores no... Los hosteleros estamos pasando muchas dificultades”, cuenta antes de lanzarle un dardo a la administración: “Animo a los hosteleros que lo pasan muy mal para que se les reconozca el esfuerzo. No sé cuánto tiempo podrán sobrellevarlo, están desesperados, así que el gobierno no se llene la boca diciendo que da ayuda a la hostelería porque no existe tal ayuda, esa es la realidad”.

Con Gijón cerrado perimetralmente, su local de la calle Prendes Pando, además sin terraza, se queda ahora solo para comidas a domicilio. Y con Pilar Álvarez “dejando atrás sus sueños”. “Tenía muchos planes, era el momento para viajar, pero ahora toca seguir aquí remando”, concluye.

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