El espíritu de sacrificio, de lucha y el esfuerzo son cualidades inherentes a todo deportista de élite que se precie, pero adquieren una mayor relevancia cuando hay que compatibilizar todo ese compromiso con garantizar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. Es el caso de los agentes Sonia Franquet, tres veces olímpica en tiro, y el campeón mundial de kickboxing Iván Suárez Buselo, que cada día combinan el uniforme del Cuerpo Nacional de Policía en la comisaría de El Natahoyo con sus vestimentas deportivas para la alta competición. A esos valores, ya sabidos, se suman ahora la constancia y la fortaleza mental para seguir cumpliendo con su deber tras un año expuestos día a día a la pandemia de coronavirus y entrenando al mismo tiempo, en sus ratos libres, en medio de restricciones sanitarias que postergan o cancelan las competiciones de un día para otro. “El deporte es parte de nuestra vida, es lo que nos gusta y lo tenemos interiorizado como rutina; eso no es lo que nos ayuda a seguir entrenando a diario, aunque no sepas para cuándo ni para qué, pero estás siempre con la ilusión de volver a ganar un mundial”, coinciden Buselo y Franquet, ambos con un palmarés para enmarcar.

En el caso de Sonia Franquet, tarraconense afincada en Gijón, fue primero el tiro que la placa. “Dos de los tiradores que viajaban conmigo eran policías, Pilar Fernández e Isidro Lorenzo. Ellos me animaron a sacar la oposición”. Fue en septiembre de 2010, a sus 30 años, cuando entró en el Cuerpo, atraída por “el trato con la gente y resolver sus problemas”, algo que repercute positivamente cuando apunta a la diana en plena competición. “Ponerte en las situaciones difíciles que vive el ciudadano te ayuda a tener más sangre fría a la hora de competir. Debes analizar la situación y encontrar solución en cuestión de segundos, tienes estar muy concentrada, controlar la cabeza siempre porque un mal pensamiento te hace fallar. Si te despistas, tanto como agente como deportista, no logras el objetivo”, reconoce la tiradora, que ha participado en los Juegos Olímpicos de Pekín, Londres y Río de Janeiro, consiguiendo en esta última cita diploma olímpico.

Además, Franquet ha sido medalla de plata en los Juegos Europeos de Bakú (Azerbayán), y bronce en los campeonatos de Europa de Deauville (Francia) y Maribor (Eslovenia) en 2007 y 2017 respectivamente. Y un oro en la Copa del Mundo de Fort Benning (Estados Unidos), en 2018, junto a su compañero Pablo Carrera, también Policía. Tokio es su próximo objetivo. “Detrás hay muchas horas de entrenamiento técnico, porque necesitas forma física, y según avanzas en edad se va notando cada día”, bromea Franquet, que a las vicisitudes del trabajo y la pandemia ha tenido que sumar en los últimos meses un proceso judicial como víctima de acoso por su expareja en el que le han dado la razón.

Sonia Franquet, apuntando. Ángel González

El historial deportivo de Buselo, como así conocen sus compañeros a este agente de radiopatrullas que entró en la Policía a los 28 años, está plagado también de éxitos a pesar de que el kickboxing aún no es disciplina olímpica. Son 17 campeonatos de España ganados, otros dos del Mundo y uno más de Europa. Su mente está ahora en Moscú, donde está previsto el mundial para finales de año. “El objetivo es el de siempre, sigo con la misma ilusión de ganar”, asegura el agente, convencido de que “el deporte es salud”. “No puede faltar en mi día a día”, reconoce.

Para cumplir esa máxima hay que hacer de la necesidad virtud, pues la situación sanitaria ha tenido los gimnasios cerrados la mayoría de los últimos meses. “Antes tenías tus rutinas y horarios, ahora tienes que innovar, entrenar en casa, al aire libre... he tenido mucha ayuda de la Jefatura para poder utilizar el gimnasio de Comisaría cuando todo estaba cerrado. Si no es por ellos, hubiese sido todo mucho más complicado”, reconoce Buselo, que también destaca la ayuda de la Agrupación Deportiva.

Querer superarse siempre ha sido clave para mantener el ritmo pese a la cancelación de las pruebas, que en su caso conlleva un problema mayor: la dieta. “Compito en 63 kilos, y para eso tengo que bajar siempre ocho, pero requiere tiempo, es un proceso complicado y más aún cuando no sabes la fecha exacta de la competición. Te cambia el humor, afecta mucho y a veces te dan ganas de dejarlo, pero soy una persona obcecada y sigo trabajando día a día”, desvela Buselo, que se hizo policía porque desde niño le llamó la atención el ruido de las sirenas y las películas.

Buselo, en el gimnasio de comisaría. Ángel González

El deporte y la vocación de servicio confluyen en su día a día. El kickboxing –un deporte “muy táctico y técnico” donde lo importante, más allá de golpear fuerte, “es la inteligencia y la estrategia”– le ha servido para ganar en reflejos y sosiego cuando patrulla las calles de Gijón. “Te da cierta ventaja, más reflejos y seguridad a la hora de intervenir. No es que no me ponga nervioso, porque muchas veces no sabes lo que te vas a encontrar, pero el deporte te da esa confianza”, reconoce.

La fortaleza mental también es imprescindible en sus dos facetas. Por un lado, para no rendirse entrenando sin una meta clara, y por otro, “porque como policía estás con la gente en los peores momentos de su vida”. “Tienes que ser psicológicamente fuerte, más ahora con la pandemia. Si yo me contagio, es mi trabajo y lo puedo asumir, pero siempre está la preocupación de llevar el virus a casa y contagiar a la familia”, reflexiona. Pese a esos temores hay algo que todo lo compensa. “Los servicios humanitarios son los buenos momentos, por eso me hice policía, para ayudar a la gente. Auxiliar a una persona mayor que está tirada en su casa es lo que más me llena, porque podría ser mi madre o mi abuela. Ayudar a esas personas no tiene precio”, afirma. Para él, igual que para Franquet, no hay mejor medalla que ayudar al ciudadano.

Los dos agentes, con el uniforme en Comisaría. Ángel González