Sanitarios con estrés postraumático por la sensación de culpa de haber sobrevivido a una pandemia que se llevó a tantos de sus pacientes, niños y adolescentes con agorafobia y cuadros de pesadillas, adultos con trastornos de ansiedad y síntomas depresivos. Estos son algunos de los cuadros médicos que, a juicio de la psicóloga gijonesa Isabel Menéndez Benavente, colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA, empiezan a registrarse en la ciudad a causa de la crisis del coronavirus. La experta, invitada por el Ateneo Jovellanos, explicó ayer en la Escuela de Comercio los “trucos” que pueden ayudar a superar este último año de angustia sin caer enfermo y cuál es la importancia de pedir ayuda en caso de que el malestar causado por la pandemia sea incapacitante.

La psicóloga entiende que este paulatino regreso a la llamada nueva normalidad supone alteraciones emocionales que, en principio, deben considerarse “normales”. Dormir mal, sentirse angustiado y estar harto de la situación pandémica entra dentro de lo esperado. “Si los síntomas son leves, no pasa nada. Es lógico que todos tengamos una cierta tendencia a estar algo más tristes o más ansiosos ahora. El problema llega cuando esos síntomas interfieren en tu día a día, cuando su vida laboral y social se ve afectada”, aclara. La experta, que trabaja en una clínica de la ciudad, está viendo desde hace semanas a cada vez más adolescentes en su consulta. “Hay más trabajo que nunca y lista de espera. Creí que iba a ser peor para los ancianos, pero los niños y los adolescentes están sufriendo muchos miedos y desarrollan fobias. No quieren salir a la calle ni queda con un amigo por miedo al contagio”, señala Menéndez Benavente, que explica que, en la infancia, la ciencia ya ha demostrado que los cuadros depresivos se suelen manifestar a través de pesadillas y otras alteraciones del sueño. Por su corta edad, los pequeños no saben expresar con claridad sus emociones.

En cuanto a los adultos, la psicología está poniendo ahora el foco en el sector sanitarios. Son cada vez más los profesionales que, según la psicóloga, refieren síntomas compatibles con un estrés postraumático. “Han vivido un trauma importante, han visto morir a mucha gente. El diagnóstico llega cuando ves que evitan hablar del tema y que ya no pueden relacionarse con otros ni quieren pedir ayuda. A nivel cognitivo, se sienten culpables por haber sobrevivido y están en constante alerta física”, resume.

La experta entiende que el sistema sanitario regional y nacional no están preparados para asumir este problema desde el ámbito público. “Hay un porcentaje altísimo de patologías y la lista de espera aumentará. Somos uno de los países con menor número de psicólogos por población, y eso será un problema”, lamenta. Sin embargo, su charla de ayer se centró en cómo se puede evitar que esta época de estrés desemboque en un problema de salud serio, si bien la psicóloga reconoce que siempre hay una cierta predisposición genética y social para desarrollar este tipo de patologías. En esencia, el “truco” está en relativizar, en aprender técnicas de respiración y meditación y en no alimentar los pensamientos negativos. “Muchas veces ayuda dejar de decir ‘no puedo con esto’ y cambiarlo por ‘preocuparme no me va a ayudar’ o ‘no es tan grave’. La resiliencia también se entrena, y la inteligencia emocional se puede desarrollar si se tienen las herramientas adecuadas”, concluye.