En el idioma mexicano náhuatl, la palabra ajolote significa “monstruo marino”. Pero nada de horrible tienen estas criaturas, parecidas a un renacuajo, pero gigante y con facciones sonrientes. De hecho, los tres ejemplares que acaban de llegar al Acuario de Gijón hacen las delicias de los visitantes de un equipamiento que, tras el final del estado de alarma, recupera su pulso. En las últimas semanas, el edificio de Poniente ha adquirido cuatro nuevas especies: los ajolotes, un par de boas arco iris, una docena de revoltosas ranas verdes de ojos rojos y cuatro afilados peces cocodrilos. “El objetivo es ampliar la colección de la fauna americana”, explica el director, Alejandro Beneit.

Por la izquierda, Mario Rodríguez, Mateo Serrano, Jimena Lobo y Noelia Otero observan un ajolote. | Ángel González

Desde la recuperación de la movilidad, el Acuario no para de recibir visitantes. El pasado jueves le tocó el turno a tres cursos del colegio Santa Teresa de Jesús, de Oviedo. Los muchachos quedaron impresionados con la variedad del equipamiento. Carla Losa y Jimena Lobo, dos alumnas de quinto de Primaria, recordaron la escena de “Harry Potter y La Piedra Filosofal”, aquella en la que el joven mago se detiene en el zoológico de Londres a charlar con una gigantesta pitón. Las del Acuario de Gijón no hablan pársel, al menos que se sepa, pero igualmente llaman la atención de los pequeños. “Salvo que estuviera en un terrario no se nos ocurriría tenerlas en casa”, cuentan divertidas las niñas.

Una raya motoro.| Ángel González

Algunos de los pequeños se entretienen contando las ranas de ojos rojos, unas criaturas que aprovechan el día para dormir y la noche para volverse más activas. Pero los grandes reyes entre los recién llegados al equipamiento de Poniente no miden más de 15 centímetros en su etapa adulta. Son el trío de ajolotes, cuya pecera está al lado de las de las ranas rojas. “Son exóticos, bonitos y raros. No nos importaría tenerlos de mascota”, apuntan Mario Rodríguez y Mateo Serrano, otros dos colegiales, a los que los responsables del Acuario recuerdan que es poco recomendable adoptar un animal exótico. “Ha sido una visita enriquecedora. Les ha entrado el gusanillo de investigar sobre estas especies”, postula Noelia Otero, la profesora de estos niños.

Uno de los ejemplares de ajolote. | Ángel González

La llegada de estos animales, algunos procedentes del Biodomo de Granada y otros del Bioparc de Fuengirola, ha alterado en parte la rutina de los trabajadores del centro. “Cambia el cuidado y el ritmo de trabajo”, apunta Beneit. Bien lo sabe Elías Cerviño, el responsable de agua fría, reptiles y anfibios del Acuario, que vigila al milímetro la alimentación de estos animales. “Los ajolotes comen tres veces a la semana. Tienen una alimentación mixta. Comen trozos pequeños de trucha e insectos”, relata el especialista.

Un pez cocodrilo. | Ángel González

Con todos estos mimbres, el Acuario de Gijón tiene ante sí un verano prometedor. Con el final de las restricciones, cada vez más visitantes y turistas se acercan a conocerlo. Para la temporada estival, el centro ha puesto en marcha sus campamentos de verano, que arrancan el próximo 28 de junio. En horario de mañana, había 140 plazas disponibles y se agotaron en dos días. En horario de tarde, la novedad de este año, aún hay hueco libre. La duración de la actividad es semanal. “La tendencia de visitantes es positiva, vamos subiendo a buen ritmo”, asegura Beneit.

Una rana verde de ojos rojos, en el Acuario de Gijón. | Ángel González

Los gestores del Acuario tienen también un ojo puesto en los tribunales, que serán los que tengan que resolver si el solar de Naval Gijón se dedicará, como recoge el Plan General de Ordenación Urbana (PGO), a empresas de economía azul en lo que sería la futura área empresarial ligada al Parque Científico y Tecnológico, o si esos terrenos se dedicarán a construir viviendas como reclama Pequeños y Medianos Astilleros Sociedad de Reconversión (Pymar), los dueños del terreno. La gran reforma que planea el equipamiento, ligada a estos suelos, implicaría la construcción de un oceanario, nuevas fachadas y significaría una inversión de 20 millones de euros. Un horizonte prometedor para un equipamiento que no para de sumar nuevas y exóticas especies. Para goce de los visitantes.