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El reino del compango crece en Tremañes: así es por dentro la fábrica de Litoral

La fábrica de Litoral, con 98 empleados, produce 25 millones de latas de 29 recetas cada año: “Todo es natural”

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El reino del compango crece en Tremañes: así es por dentro la fábrica de Litoral Marcos León

El conocido anuncio de fabada Litoral, ese que decía “abuela, esto está de muerte”, dura aproximadamente un minuto. Ese el tiempo que necesita la fábrica que la firma tiene en Tremañes para cocinar cerca de 300 latas de su rica receta. Esto sale a una producción de 25 millones de envases de rico cocido asturiano, o de cualquiera de sus 29 recetas, algunas para la marca Maggi, al año. Suficientes para cubrir la distancia en línea recta entre Gijón y Praga. Propiedad de Nestlé desde 1985, la compañía da trabajo a 98 personas y tiene un plan de inversión anual de un millón de euros en el último lustro. Considerados por ellos mismos “los primeros productores de compango” del mundo, la empresa funciona buscando siempre la “calidad de su producto, que no lleva ni colorantes, ni conservantes”. Lo cuenta el director de la factoría, Juan López Jiménez: “Cada lata es como una olla y todo se cocina dentro. Lo industrial no tiene por qué ser malo”.

El trabajador Enrique Granja preparando panceta para su corte Los operarios | Marcos León

Fundada por García y Liñero en Cimadevilla a mitad de la década de los cuarenta del siglo pasado, la planta se ubica en el polígono de Bankunión, en Tremañes, desde hace décadas y tiene una cuota de mercado del 49,8 por ciento y es conocida por cerca del 85,4 por ciento de los hogares españoles. La fábrica, con una superficie de 15.799 metros cuadrados, abre sus puertas a LA NUEVA ESPAÑA, para explicar su día a día.

La visita comienza con una breve presentación con un audio para familiarizar con la alarma en caso de emergencia. La seguridad de la plantilla es una de las obsesiones de López Jiménez. Una de las cifras que con más satisfacción cuenta es la de los más de 1.960 días sin un accidente. El control de calidad, que no se cuele nada extraño en ninguna lata, es otra de las máximas. Por eso López Jiménez cambia el bolígrafo del redactor por uno que sea metal detectable y de una sola pieza. “El objetivo es salir igual que se entra. De toda la producción que tuvimos el año pasado, solo tuvimos 11 reclamaciones por cuerpos extraños. Es decir, porque se cuele algún pelo o alguna china”, desgrana.

Los operarios Javier Fraga y Carlos Muñiz, pendientes de los autoclaves. | Marcos León

El proceso de fabricación de cada una de las recetas sigue un ordenado proceso. El empeño es garantizar que cada una de las latas tengan la misma cantidad de producto. Ninguna fabada sin su compango. Cada uno de los envases pasa por un mínimo de seis controles de peso, entre básculas y revisiones de operarios. El orden en el que se introducen los productos es el siguiente. Primero la panceta, luego el chorizo y la morcilla, posteriormente la faba y por último, el caldo, que se cocina en marmitas a parte. Todo el conjunto se cuece ya dentro de la lata, en unos grandes tanques que se llaman autoclaves. El embutido se produce en la factoría en una sala que llaman de forma divertida “la catedral del sabor”. “Tenemos una apuesta siempre por el producto nacional”, remarca Isabel Velasco, la jefa de producción.

El director de la fábrica, Juan López Jiménez. | Marcos León

El control de las legumbres, ya sean fabas, garbanzos o lentejas, merece una mención aparte. Cada unidad pasa por varias máquinas, para librarla de insectos que puedan venir del campo o de otros elementos extraños. La faba pasa primero por una deschinadora, luego por una mesa densimétrica donde se elimina todo lo que pese menos que la legumbre, por otro proceso de criba, por un sórtex, que es una máquina que analiza su color mediante rayos láser y por último por una máquina de rayos X. Posteriormente se almacena en silos y luego se ablanda, “como lo haría cada uno en su casa”. Una vez producido, la cosa no acaba ahí, porque cada lote se prueba un mínimo de dos veces en una cata de sabor.

Olores

A finales de junio de este año, el Ayuntamiento anunció que sacaría a contratación un estudio ambiental para analizar el nivel de olores de la fábrica, tras las quejas vecinales. Dicho estudio, con un presupuesto de 10.000 euros, aún no se ha ejecutado y se realizará a lo largo del último trimestre del año. “Si se detecta algo, lo arreglaremos. Tendremos una colaboración total con el Ayuntamiento, pero no creo que seamos la causa del problema”, zanja el director de la fábrica Litoral, orgulloso de tener una plantilla que vale por la abuela asturiana más famosa de la región y que da de comer a medio país.

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