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El exilio en femenino: “Conseguimos huir de la muerte, pero sufrimos por todo lo que dejamos atrás”

Mujeres refugiadas en Gijón organizan un encuentro para dar visibilidad a sus dificultades

Por la izquierda, Lola Villacob, Luz Mery Forero y Claribel Bonilla, en el hotel Alcomar. | Marcos León

El avión despegó de aquel aeropuerto de Colombia. Lola sintió que el estómago le salía por la boca. No el cosquilleo de tantos otros despegues, sino que el alma se le escapaba para quedarse en tierra. Pegada a sus raíces.

Así recuerda Lola Villacob aquella tarde de hace quince años. La tarde en la que asumió tres cargos no buscados: refugiada, exiliada y migrante. De su costa caribeña colombiana, a un asfalto que sintió frío. “Es terrible vivir con miedo. Conseguimos huir de la muerte, pero siempre sufrimos por lo que dejamos atrás”, explicó ayer. Fue una de las historias que compartieron sala en el encuentro “Mujer y exilio”, organizado por el colectivo de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas.

Lola Villacob, responsable de la entidad en Asturias, recibe a los asistentes a la puerta del salón de conferencias del hotel Alcomar. Lleva abalorios vistosos, orgullo de su ascendencia indígena. “Queremos que esta cita sea un lugar de encuentro para poner de relieve la realidad de las mujeres migrantes, en distintas situaciones”, señaló.

La concejala de Cooperación Internacional, Carmen Saras, hizo hincapié en la perspectiva de género del evento: “Cuando se tiene en cuenta esta variable, hay pequeñas desigualdades que se convierten en verdaderos abismos”, apuntó. También acudió la directora de la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo, Beatriz Coto. Puso atención en la difícil situación de Colombia, lugar de origen de la mayoría de las presentes: “Es un país con una violencia endémica”. Asturias recibe cerca de 700 refugiados al año, más de la mitad llegan a Gijón.

Violencia, amenazas miedo. Lo vivió Lola Villacob por su trabajo en defensa de personas detenidas, campesinas y colectivo LGTBI. “Vivía con una maleta preparada por si me tenía que ir. Una pareja que tenía me dejó, dijo que no podía soportarlo”. Tuvo dos traslados “internos”, de Barranquilla a Bogotá. Vive en Gijón desde 2005: “Cuando vi Madrid, todo pelado de cemento, yo pensaba que no podría vivir sin árboles y sin pájaros”.

Historia casi replicada. Una década lleva Luz Mery Forero en Gijón. También refugiada por amenazas en Colombia. “Soy superviviente del genocidio de la Unión Patriótica”, afirma. No le tiembla la voz, ya no. Dice que lo más duro del exilio, es el “insilio”: “Toda la familia que dejé allá, todo lo que me gustaría decir y no digo por miedo”.

Más callada, con los ojos aún más llenos de recuerdos, está Claribel Bonilla. Llegó a Gijón hace dieciocho meses. Hija de una mujer que la “entregó a un señor” cuando solo tenía 14 años. Madre de cinco a los 23 años. Logró salir de esa casa que la ahogaba con la ayuda de una mujer que tiene que guardar su identidad, “llamémosla Mariela”. Peleó por los derechos de las mujeres, especialmente de las campesinas, hasta que la dejaron. Tuvo que ser exiliada, por salvar la vida, a Asturias. “Aún me hago, aunque echo de menos todo”, afirma.

La añoranza, siempre. Hace poco, Lola Villacob viajó a Ginebra para ver a su nieta. Vio una escultura dedicada a los emigrantes, una figura sin estómago y con maleta: “Mira, cielo, esta soy yo”, le dijo a la pequeña. La niña le preguntó por qué. Ella, la mujer de abalorios vistosos y sonrisa fácil, solo respondió una lágrima.

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