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La inquilina del piso incendiado en El Lauredal: “Lo perdimos todo”

La mujer, realojada en Nuevo Roces con su hijo, llora la muerte de su gata: “A mi pequeño le he dicho que se fue con su novio”

Vanesa Álvarez, ayer por la tarde, señalando su vivienda, que fue pasto de las llamas. | Marcos León

Olía ayer a mediodía en el cruce de la calle Manuel Hevia Carriles y Concejo de Salas a puchero y a humo. Los dos aromas salían del edificio de Vipasa, que el martes sufrió un incendio. El olor a fuego procedía de varias ventanas que había abiertas de par en par del segundo piso. A estas ventanas mira Vanesa Álvarez, la inquilina desde hace cinco años del piso en el que se originaron las llamas. “Toda la ropa y la comida estaba dentro. Lo perdimos todo”, lamenta.

Vanesa Álvarez mira al edificio y maldice. Recuerda el incendio de hace dos días y también que hace varios meses en este mismo bloque se desplomó parte de la fachada. También habla de las continuas quejas por destrozos y las denuncias de varios vecinos porque ahí, supuestamente, se vende droga. La investigación del incendio señala que la causa del fuego fue un cortocircuito. Eso mismo le han dicho a Vanesa. “Fue un chispazo que se produjo en un cuadro de cables que hay en mi habitación. Es de ellos. Tienen que ayudarme”, asegura.

Vanesa Álvarez es madre soltera y dice que su vida no ha sido fácil. Tiene un hijo de seis años. Y tenía una gata, “Lili”, que no sobrevivió al suceso. El impacto por la pérdida de su mascota ha sido tremendo, más que cualquier daño material. “No quiero llorar. Lo único que quería era que la gata estuviera bien. A mi hijo le he dicho que saltó por la ventana para irse con su novio”, comenta. Por suerte, ya han adoptado otra y les llegará en pocos días.

El relato de la mujer pone los pelos de punta porque las cosas podrían haber sido peor. Explica que ella sale de casa todas las mañanas muy temprano para llevar a su hijo al colegio. Y que siempre, tras esto, suele regresar a su vivienda. Hace dos días cambió la rutina. Bajó, como dicen los de la zona Oeste, a Gijón para comprar un bañador. “Una amiga me llamó y me dijo que se me estaba quemando la casa. No me lo podía creer. Soy una paranoica y siempre lo dejo todo apagado. Ni un cable enchufado”, resume.

Explica también que un vecino, al ver salir el humo de su puerta trató de echarla abajo. “Empezó a dar patadas y a llamarme. Claro, yo no estaba allí”, señala. Fue entonces cuando decidieron llamar a la Policía y a los bomberos. Las labores para extinguir el fuego la siguió a pie de calle Álvarez junto a varios familiares y amigos. “Solo querían que me sacaran la gata. La casa me da lo mismo, pero lo de perder la gata...”, añade, haciendo esfuerzos por mantener la compostura.

Vanesa Álvarez desvela que ella nunca quiso vivir en este bloque. “Es que tiene la negra”, insiste. Añade que desde hace un tiempo está con pastillas, por lo que denuncian los vecinos que sucede ahí dentro. No todo es malo. En este caso, la mujer y su pequeño han sido realojados en otra vivienda en Nuevo Roces. “La casa está bien. Es pequeña, pero hay luz, gas y mi hijo tiene una cama”, describe. A pesar de la distancia, hará un esfuerzo por seguir llevando a su hijo al colegio Cervantes. Mientras, esperan una solución. “Si tengo que volver, volveré. Qué le vamos a hacer”, se despide Vanesa Álvarez, una mujer cuya vida ha quedado entre cenizas.

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