"Después de dos años, todos llegamos con las expectativas más altas que nunca". Así lo señalaba ayer Blanca Gutiérrez minutos antes de dar comienzo la clausura del Festival Aéreo de Gijón en un arenal de San Lorenzo que lucía ya atestado de gente a media mañana. Gutiérrez fue una de las 250.000 personas que, según estimaciones de la organización del evento, asistieron como público al plato fuerte del decano de los festivales aeronáuticos españoles en una jornada en la que los aviones volvieron a tomar el espacio aéreo gijonés tras el parón por la pandemia.
El regreso del festival llenó algunos de los lugares más emblemáticos de la costa gijonesa. Solo los más previsores lograron un sitio en primera línea de San Lorenzo. El resto, tuvo que buscarse un hueco en el entorno del cerro de Santa Catalina e incluso en la playa de Poniente, desde donde los asistentes no pudieron ver todas las piruetas de los pilotos, pero sí escuchar el estruendoso sonido de los cazas.
En San Lorenzo estaba Joel Espina, que no quitaba ojo a las maniobras del helicóptero de la Policía Nacional. A su juicio, esta edición –ampliada bajo el nombre de la Fiesta del Cielo y que programó en la noche del sábado un pase al amanecer, el "Sunset Air Show"– ha sido especialmente llamativa. "Me han encantado todas las actividades". Junto a Espina, el arenal estaba abarrotado. Algunos asomados desde los edificios en primera línea de playa, otros desde el paseo y, los más calurosos, en bañador y en mitad del arenal. Fueron también numerosas las referencias patrióticas, con camisetas y banderines con la enseña nacional.
El espectáculo contó con los helicópteros ultraligeros de La Morgal, un CH-7 de la misma categoría, la Patrulla Garra, la brigada de bomberos y la exhibición de la Formación Quijote y de la Guardia Civil. Ellos dieron pie a los más ovacionados de la mañana: Aerosparx, Pioneer Team, el piloto Juan Velarde, el caza F-18 y la Patrulla Aspa.
El sonido de los aplausos se solapaba con los móviles sacando fotos a, por ejemplo, los nueve "loopings" enganchados que sin perder altura representaron el equipo británico Aerosparx, que también trazaron con la estela del motor la forma de un corazón. Con la misma silueta, pero de fuegos artificiales, se despidieron minutos después los cuatro exmiembros de las Fuerzas Armadas de Italia que conforman el Pioneer Team. Todo ello ante las miradas de hipnosis como la del pequeño Joel Vázquez, de solo dos años, que señalaba al cielo en los brazos de su padre, Raúl. "Venimos todos los años, pero esta es la más especial porque es la primera vez que viene nuestro hijo. Le encantan los aviones", afirmó la madre del pequeño, Talía Gómez.
Juan Velarde, al mando de un Extra 300, entró en escena con un estruendo, obligando al público a llevarse las manos a los oídos. Fue similar la entrada con la que el caza F-18 sorprendió al gentío, antes del aclamado final. En él, la única patrulla del mundo formada por cinco helicópteros, la Aspa, realizó diversas maniobras aéreas, como las formaciones "Quijote" y "España", cerrando un festival que, ayer, venció al virus.
