La figura de la semana

El virtuoso afinador de chuletones de Gijón que es campeón mundial

Nacido en Bruselas y residente en El Cerillero, Didier Robles compensa sus pocas horas de sueño con su energía en la cocina y en su tienda de Laviada

Didier Robles

Didier Robles / Mortiner

A Didier Robles Gutiérrez le trae sin cuidado dormir cinco o seis horas antes de comenzar su jornada laboral. Su trabajo le entusiasma, lo que le facilita sobrellevar los madrugones. La tienda La Esquina de Gijón, en Laviada, es donde da rienda suelta a su pasión por la gastronomía y, sobre todo, por las carnes. Allí las madura, arte del que es un experto de los buenos. No en vano, se alzó con las medallas de oro y plata en el último "World Steak Challenge", la Copa del Mundo de la maduración de carnes, en una gala celebrada el pasado 13 de noviembre en Londres que siempre permanecerá en su memoria.

Hijo de Juan, de Blimea, y de Margarita, de Mieres, Didier Robles nació en Bruselas el 9 de septiembre de 1970. En la capital belga, donde había una gran comunidad española, sus progenitores regentaban un restaurante. El pequeño Didier era un visitante habitual de los fogones. Fue el germen de su afición por la cocina y la hostelería. Los cochinillos le despertaban curiosidad. El afinador de chuletones recuerda con cariño su infancia, una etapa de la que añora los ratos con sus amigos jugando en la calle. Su carácter extrovertido era su comodín para entablar amistades sin mucha complicación.

Los cuatro miembros de la familia –Didier, sus padres y su hermana mayor, Nathalie– se instalaron en Gijón en la década de 1980, en un piso del barrio de El Coto. Robles estudió en el colegio Ramón de Campoamor antes de ingresar en el Centro de Formación Profesional Revillagigedo, donde se formó en electricidad. Nunca ejerció de ello, aunque utiliza esos conocimientos para hacer algún que otro apaño. Previamente a residir en la ciudad, eran habituales las escapadas vacacionales de la familia a España. Gracias a aquellos viajes la aclimatación de Didier Robles a su nueva vida fue rodada.

El galardonado comerciante siempre ha sido aficionado al deporte. Frecuentaba el Grupo Covadonga, en cuyas instalaciones practicaba lucha libre, kung fu... También probó con el fútbol, pero no era el más virtuoso con el balón en los pies. En las pandillas de amigos, le gustaba llevar la voz cantante. Es, como se suele decir, un "echao p’alante". Le chiflan las tertulias para charlar de todo. Cómo no, de su gremio, el gastronómico. Didier Robles se casó con Mónica Iglesias en 1995, en la capilla de Cabueñes. Se conocieron cinco años antes, en la antigua discoteca Tik de La Guía. Qué tiempos. Fue un 6 de enero. Las bromas, claro, están a la orden del día. Que menudo regalito de Reyes, le dice con sorna él a ella.

El matrimonio reside en El Cerillero con sus dos hijas, Sandra y Andrea, de 13 y 18 años, respectivamente. A Didier le encanta pasar tiempo en familia. Como tienen una casa en Castiello, en Parres, allí que se van de vez en cuando en busca de desconexión y tranquilidad. Ese ambiente rural, entre vacas, pájaros y naturaleza, le relaja. Le viene de perlas, porque Didier Robles es muy inquieto. No puede parar de hacer cosas. Al finalizar sus estudios, realizó el servicio militar en Noreña y trabajó en la empresa de construcción de su padre, Juan.

Didier Robles

Caricatura de Didier Robles. / Mortiner

Hace una década, Didier y Mónica cumplieron su meta: montar una tienda. Era una vieja aspiración que se transformaba en realidad. El sello de calidad es innegociable para ambos. En la casita de Castiello, Robles encuentra la dicha con una barbacoa y un horno de leña. Ahí extrae todo su potencial culinario. Pese a que la carne forma parte fundamental de su día a día, en su estómago hay hueco para una gran diversidad de comidas: guisos, fabas, arroces, pescado, legumbres...

Como amante de la cocina, le gusta comer en distintos restaurantes para probar, experimentar y, quién sabe, extraer ideas para aplicar en sus recetas. La familia tiene dos perros, "Rey" y "Tobi". En el calor del hogar, Didier Robles intenta evadirse en la medida de lo posible de la intensa rutina. Una de sus fórmulas es la lectura. La historia de España y la política sobresalen en sus temáticas preferidas. También es bastante "seriéfilo". Eso sí, graba los capítulos. Soportar los anuncios no va con él.

En la ciudad, las playas son su referencia para recargar las pilas. San Lorenzo, el Arbeyal o Poniente, cualquiera es válida para dar un paseín. Tampoco le pone pegas a un plan de coche y bares por zonas como Deva. Salir de su entorno le revitaliza. Este verano, la familia se fue de vacaciones a Huelva y, de cara a 2024, el destino está definido: París, en febrero. La ciudad del amor en fechas de San Valentín. Ni hecho adrede.

El propio Didier Robles reconoce que los horarios del negocio requieren de sacrificio. Una entrega por su vocación de la que hace gala con una sonrisa y la amabilidad por bandera. Que la clientela esté cómoda en la tienda es su prioridad. En La Esquina de Gijón hay panfletos para que los clientes se informen sobre el proceso de maduración de las carnes. Robles es un firme defensor del producto regional. Reivindica que Asturias, quizás, no es consciente de su potencial. A sus 53 años, aún tiene un largo recorrido para seguir al pie del cañón: detrás del mostrador y en los entresijos de la cámara de maduración en la que convierte piezas de carne en productos de oro y plata. Así hizo con los cuatro chuleteros con los que compitió en el "World Steak Challenge". Didier Robles Gutiérrez, pese a nacer en Bélgica, tiene a Gijón en el corazón y ha puesto a la ciudad en el mapa internacional gracias a su pasión. Poco más se puede pedir.

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