La gitana que lloró la primera para que las demás riesen: la gran historia de Adela Gabarri, un referente en Asturias

María José Capellín publica la biografía de un referente de la comunidad calé en la región: "Mi vida da para varios libros"

Adela Gabarri.

Adela Gabarri. / Marcos León

Adela Gabarri sabe, porque lo vio o porque se lo contaron, que a veces las autoridades se acercaban a los asentamientos de gitanos nómadas en las márgenes de un río y les tiraban el pocillo con sopa al agua. Sabe, porque lo vio o porque se lo contaron, que a muchos recién llegados les amputaron la lengua o las orejas por no hablar español. Sabe, y esto sí que lo recuerda, que en Asturias hace no tanto había muchas chabolas, y que una mujer gitana no podía estudiar porque tenía que casarse antes de los 15 y criar hijos y cuidar de los mayores y cocinar y no quejarse. Gabarri, presidenta de la Asociación Gitana de Gijón, nació en León en 1954 y se asentó hace décadas en una región que la reconoce ahora como una referente de la comunidad gitana. Su historia, tan larga, se la fue contando a la investigadora María José Capellín y se resume ahora en una biografía titulada "Lágrimas de una gitana", que se presentará esta tarde, a las 19.00 horas, en el Antiguo Instituto de Gijón. "El libro es fácil de leer y quizás hasta parezca corto, pero se cuentan 600 años de historia. Solo mi vida daría para varios libros", asegura.

Gabarri fue de las primeras gitanas en Asturias en ponerse pantalones y en animar a sus amigas a sentarse a tomar algo en una terraza. "Hace no tanto, por hacer eso te miraban fatal. Hasta mis hijos me decían que parecía que siempre quería estar en el punto de mira", bromea ella ahora al recordarlo. Fue, también, pionera a la hora de defender el uso de residencias de ancianos –ingresó a su madre en una para poder seguir trabajando–, un recurso asistencial que parecía atacar la tradición gitana del cuidado de la familia. "Todos esos gestos causaron en su día mucho escándalo", coincide Capellín, que explica que en esta biografía empieza con un relato de la infancia de Gabarri en León, cuando la casaron a los 13 años, y acaba en el tiempo presente, cuando se la considera ya una aliada más que asentada del feminismo asturiano.

La redacción de "Lágrimas de una gitana" exigió dos años de investigación que, con Gabarri como fuente principal, puso a prueba la mente metódica de Capellín. "Aproveché mucho en pandemia para dictarle notas a mi nieto. Yo le hablaba y él lo escribía en un ordenadorcito que teníamos", recuerda la biografiada. Capellín añade que recibió, también, decenas de largos audios por mensajería que luego tuvo que transcribir y tratar de ubicar en un marco temporal concreto. "Hubo muchos momentos en los que me contaba algo muy importante de lo que yo no tenía ni idea y luego decía: ‘ah, ¿eso no te lo conté?’. Pero fue una experiencia muy divertida que nos ha hecho desarrollar una amistad muy fuerte", agradece la autora.

Hasta la propia vinculación de Gabarri con la Asociación Gitana tuvo que retrasarse. "Ella fue una de las promotoras, pero cuando se creó en 1988 no le permitieron participar", cuenta la escritora. "Cuando quisieron que cogiese yo la asociación, en el 2000, puse como condición que toda mi junta directiva fuesen mujeres", apostilla entre risas Gabarri, que aclara que, aunque en el libro se cuentan episodios "muy duros", lo que se busca es contar "todo lo que se ha avanzado".

La edición, a cargo de Trabe, sale con el apoyo de la Asociación Feminista de Asturias (AFA) y con el prólogo de la también feminista Dulce Gallego, que señala: "Adela, desde el respeto a su comunidad, planteó algo muy importante: la necesidad de mantener aquellas costumbres bonitas de su cultura y superar las que hacen daño". "Adela representa la cultura gitana: una historia de dolor y persecución y, a la vez, la alegría de vivir", completa Capellín.

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