La Borriquilla levanta pasiones en Gijón: así fue el Domingo de Ramos en Cimadevilla, Begoña y Somió

Los feligreses festejan en masa un día de "tradición familiar" con bendiciones y a ritmo de procesión

VÍDEO: Así fue la procesión de la Borriquilla y la bendición de ramos en Cimadevilla

Sergio García

La devoción desborda Cimadevilla

En el pórtico de la Capilla de los Remedios y sus inmediaciones, en Cimadevilla, la expectación era patente. Había que estar allí, en el punto de partida de la clásica procesión de La Borriquilla hasta San Pedro en el Domingo de Ramos. El párroco, Javier Gómez Cuesta, agarró el micrófono para dirigirse a los cientos de feligreses que acudieron al encuentro. "Los niños son los protagonistas y a quienes más debemos cuidar", aseguró el sacerdote, que lamentó el descenso de la natalidad y subrayó que una sociedad sin ellos está "abocada a la tristeza", y no dio abasto para bendecir los ramos que emergían entre la multitud. Lo hacía con una sonrisa de oreja a oreja y con "agua de Cimadevilla", que posee "una vitamina que produce amabilidad y solidaridad".

El himno nacional marcó el inicio de la procesión de La Borriquilla, acompañada también por la imagen del Niño Jesús portada por integrantes de la Cofradía del Niño del Remedio. La Hermandad de la Santa Vera Cruz lideraba la comitiva, mientras que las melodías corrían a cargo de la Agrupación Musical Sagrado Corazón de Jesús. Una combinación que cautivó a Paula Antuña, una habitual de la celebración en el barrio Alto. "Me recuerda a la niñez y nos gusta que nuestra hija lo reviva", decía. Se refería a la pequeña Valentina López, que va a catequesis en San Pedro. Gómez Cuesta la bautizó, por lo que recibir el agua bendita ayer por su parte fue un momento especial, como reconoció su padre, Alfredo López.

Rocío Llera, José Ramón González y su hijo Álvaro aguardaban el paso del recorrido en el Muro de San Lorenzo. El crío, de dos años, estaba en primera fila, con su preciada palma para más tarde entregársela a su tía, que es también su madrina. "Me gustan las tradiciones y esta es una procesión muy solemne", ensalzó Llera. Para inculcar "costumbres" estaban Elena Peláez y Jesús Antonio Gutiérrez, abuelos de Úrsula Quintana, que caminaban apresurados hacia la iglesia de San Pedro para bendecir sus ramos.

A Martín Alonso difícilmente se le olvidará la procesión. Era uno de los niños que realizaron el tradicional trayecto sentados en el paso de La Borriquilla. "Miraba a la gente y a veces saludaba", declaraba el crío en presencia de sus padres, José María Alonso y Elena Álvarez, vecinos de Cimadevilla. No cabía en sus cabezas perderse el festejo del Domingo de Ramos. "¿Don Javier te duchó?", le preguntaba en tono bromista Mónica Álvarez a su hija Celia de Paz, de 5 años, y que también flanqueó a La Borriquilla. El abuelo de una amiga de la niña forma parte de la Vera Cruz. La pasión por la Semana Santa se acaba contagiando. "Es un día emotivo y alegre", destacó Mónica Álvarez, que junto a Rogelio de Paz siguió la procesión entera en paralelo a Celia, que se encontraba de vez en cuando "laurel en el suelo".

Aunque a 400 kilómetros de casa, la familia Alonso Bernabé no se quiso perder la tradición del Domingo de Ramos en Gijón. "Somos fieles a esta cita. Y como estábamos aquí, pasando el fin de semana, nos animamos a venir a la bendición", explicaba el segoviano Eduardo Alonso, acompañado de su mujer, Casandra Bernabé, y de las pequeñas Adriana, de cinco años, y Alejandra, de cinco meses. "A mí lo que más me gusta es salir con la Cofradía de San Millán. Me lo paso muy bien", reconocía la pequeña Alejandra, palma en mano, para vivir junto a su hermana la que es su primera Semana Santa. Con aplausos y gritos de "¡Viva España!", tras la interpretación del himno y con las campanas repicando de fondo, concluyó la procesión a las puertas de San Pedro en una soleada mañana de devoción en Cimadevilla. 

La Borriquilla apasiona en Begoña

A escasos metros de la puerta de la iglesia de los Carmelitas, en Begoña, estaban ayer Elisa Villar, Alfredo García y los pequeños Javier y Miguel. El motivo era más que obvio: presenciar la procesión de la Borriquilla y, cómo no, que las palmas alzadas por los críos quedaran bendecidas. "Todos somos creyentes y es una tradición familiar venir", señaló Villar, que afirmó que "a los niños les encanta". Con algún minuto de retraso asomó la aclamada Borriquilla por las Carmelitas. "¡Ya sale ahí!", exclamaba una apasionada feligresa. La muchedumbre se agolpaba alrededor de la imagen, que plasma la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, con el objetivo de tocarla con el laurel.

Antes del recorrido tocaba escuchar al párroco de Nuestra Señora de Begoña, Fidel Gil, que reivindicó la "comunión" que representaba la festiva jornada. El agua bendita comenzó a flotar por el ambiente. "¡Por aquí!", pedía uno de los presentes. Las vendedoras de ramos aprovechaban hasta el último instante para surtir a los más tardíos. Entre bendición y bendición, conversaciones telefónicas destinadas a hallar la localización de familiares o amigos. La marabunta lo complicaba.

A ritmo de tambores, la Borriquilla partió desde la entrada de la iglesia para atravesar el paseo de Begoña. A cada lado, cientos de fieles dispuestos a alcanzarla con sus ramos. Tampoco faltaron los móviles que se elevaban para inmortalizar el momento. La familia formada por Paula Prieto, Javier Gaite y sus hijos Pablo, Alejandra y Pelayo disfrutaban de la festividad. El Domingo de Ramos es una fecha marcada en el calendario para ellos, que viven en Madrid y se encuentran en la ciudad de vacaciones. "Soy de Gijón de siempre y esto lo he hecho toda mi vida. Me hace mucha ilusión", afirmó Paula Prieto, que rememoraba su infancia a la par que los críos eran incapaces de parar quietos. La emoción les desbordaba. "Siempre venía a la parroquia con mi abuela", indicó. La idea de inculcar las tradiciones a las nuevas generaciones estaba muy vigente ayer. Begoña se convirtió en un mosaico intergeneracional de pasión por la Semana Santa. "Soy católico y es importante que los niños sepan lo que supone el Domingo de Ramos y lo que representa la Semana Santa", incidió Javier Gaite, que encomió el encanto de la procesión de la Borriquilla, una celebración con la que Gijón se sigue volcando. "Es diferente a las habituales", comentó, mientras los críos observaban sus palmas. Reinaba la variedad en Begoña, con lazos de múltiples colores y palmas de todos los tamaños.

VÍDEO: Así fue la procesión de la Borriquilla y la bendición de ramos en Begoña

Ángel González

"¿Lo conseguiste este año?", le preguntaba Gloria Menéndez a su hijo Lucas Morís, de 6 años, en referencia a si había logrado tocar la Borriquilla con su ramo. Cuando el pequeño contestó afirmativamente, la madre ya lo tuvo claro. "Nos dará suerte", manifestó Menéndez. La hoja de ruta estaba definida. Primero disfrutar de la procesión y, después, tomar algo por el centro para en última instancia comer en familia. Lucas Morís tenía la misión de obsequiar a su abuelo Juan con la palma.

Alejados del barullo, Javier Menéndez y Laura Marqués fotografiaban a sus hijos Javier y Álvaro, que lo habían pasado en grande viendo de cerca a la Borriquilla. Para el mayor de los Javieres, el Domingo de Ramos tiene un sabor único. "Es un sentimiento católico y cristiano muy importante para los que somos religiosos", aseveró. Laura Marqués sintetizaba que "al final, son tradiciones". Y la Borriquilla posee, a su juicio, un atractivo singular. "A los más pequeños les hace gracia", recalcaba Marqués, que resumió la jornada de ayer como "un día especial". También con el aliciente de estrenar ropa, añadía la madre de Javier y Álvaro. El pequeño Javier no dudaba en consultar una duda con su padre tras bendecir la palma. "¿Así se quitan todos los pecados?", cuestionaba. Finalizada la procesión, la Borriquilla regresó al calor de la parroquia para volver en 2025 con más fuerzas.

La vuelta de una procesión añorada en Somió

El Domingo de Ramos en Somió también se vivió de manera muy intensa. La mañana arrancó con la bendición de los ramos en el convento de las Madres Agustinas Recoletas, a la que siguió una procesión muy añorada en la parroquia, la de la Borriquilla, que causó sensación entre los más pequeños y que fue particularmente especial. "El año pasado no pudimos hacerla porque la iglesia de San Julián estaba en obras", explicó la líder vecinal de Somió, Soledad Lafuente. Fue a mediados de 2023 cuando se dio por finalizado el ambicioso proceso de reforma del templo. Decenas de fieles acompañaron ayer la comitiva y muchos no pudieron resistirse a la tentación de hacerse una fotografía en familia con la Borriquilla, que iba, literalmente, sobre ruedas. "Ha estado guapísimo y ha venido mucha gente, tanto niños como mayores. Este paso gusta", subrayó Soledad Lafuente. El párroco de San Julián de Somió, Luis Muiña, encabezó el recorrido y ofició la misa matutina, que contó con una gran afluencia.

La variedad de generaciones marcó el Domingo de Ramos en Somió, en el que hubo "muchos ramos y mucho laurel", declaró Soledad Lafuente, para la que la recuperación de la procesión fue una grata noticia. "Presta ver a vecinos de la parroquia de siempre", manifestó Lafuente.