"La gran respuesta subraya el éxito rotundo de la iniciativa", celebra Moriyón tras la jura de bandera en Gijón dentro de los actos por el Día de las Fuerzas Armadas

Cuatrocientos asturianos rinde honores a la enseña nacional

VÍDEO: Cientos de asturianos juran bandera en Gijón dentro de los actos por el Día de las Fuerzas Armadas: "Es un honor"

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Pablo Palomo

"Tengo 79 años y si hubiera nacido hombre habría sido militar". Mari Paz Fanjul sacudía sus puños a la vez que daba pequeños brincos para reconducir toda la emoción y la alegría que le acababan de producir darle un beso a la bandera de España. La mujer se inclinó ante la rojigualda del Tercio Norte de Infantería de Marina, ante la mirada del comandante de este cuerpo, el coronel Francisco Javier Guerrero, tras haber accedido con andador a la plaza y apoyando su regazo en su padrino de jura, su amigo José Manuel Hernández. Devota de la Santina, se anudó a su cuello el colgante de la Virgen que su difunto marido, Víctor Rosa, caballero legionario, le había regalado hace ya muchos años. Su historia fue solo una de las 400 que había ayer en los Jardines del Náutico, tantas como personas participaron en el masivo acto de jura de bandera civil, presidido por la alcaldesa, Carmen Moriyón, y por el Almirante jefe del Arsenal de Ferrol, el vicealmirante Ignacio Frutos Ruiz, y que se enmarca en el calendario de actos por el Día de las Fuerzas Armadas, el Difas, que arranca la semana que entra.

"Este el mayor de los honores", comentaron muchos de los presentes en las inmediaciones del Náutico, muy pobladas incluso una hora antes del inicio de la jura. La plaza al pie de la Escalerona se tiñó de rojigualdo. A las once, ya eran decenas de personas las que se agolpaban en el laberinto de vallas amarillas que conducía hacia el centro del ágora, donde ya estaba colocadas las sillas para los dos grupos de jurandos, así como el atril de las autoridades y los espacios para los invitados. Muchos llegaron con el paraguas de la mano y mirando de reojo el cielo encapotado con el que se despertó Gijón ayer por la mañana. Al final, la lluvia fue la única que no hizo acto de presencia en el Náutico, que diez minutos antes de las doce, ya con todo listo para el arranque de la solemne ceremonia, quedó en un silencio casi sepulcral. Rompió la calma un golpe de corneta y la castrense voz de uno de los militares de la Armada, gritando un desgarrador "Viva España" que sirvió para dar paso a las primeras notas del himno nacional. Todos se levantaron de sus sillas para escucharlo.

No solo el Náutico estaba lleno. El tramo del Muro que comprende el área de la plaza, también. Muchas banderas izaban desde los balcones. Llamaba la atención lo espacialmente engalanado que estaba el Martillo de Capua y también las gradas del semicírculo en el que se celebró la cita, cubiertos con los colores nacionales. Resonaban los ecos del "Asturias, patria querida" en la plaza Mayor cuando la megafonía introdujo a las autoridades. Eran las doce de reloj. El vicealmirante Ignacio Frutos Ruiz entró en primer lugar y le siguió Carmen Moriyón, ovacionada. "Es una demostración de compromiso y lealtad a los valores del país y de la Constitución. Es, más allá de ideologías, un fiel reflejo de la expresión cívica y el respeto de la ciudad por la labor de las Fuerzas Armadas. La gran respuesta subraya el éxito rotundo de la iniciativa", destacó la primera edil.

Hubo varios concejales del gobierno local. Estuvo también el comandante naval de Gijón, Luis Vicente Márquez, y el general de Brigada Manuel García Ortiz, entre otros, como el capellán del Arsenal de Ferrol, Alejandro Espíritu, con su traje talar lleno de medallas. La alcaldesa fue la primera en jurar. Le siguió el concejal de Tráfico, el forista Pelayo Barcia. Juraron por el Partido Popular el concejal de Medio Ambiente, Rodrigo Pintueles, y el de Participación, Guzmán Pendás. Se juraban las esencias de la bandera nacional, representadas en dos estandartes. La ya mencionada del Tercio Norte, en el extremo oeste de la plaza, y la de la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño, con su director, Tomás Cordón Scharfausen, a su lado.

Muchas familias acudieron a la jura. Fue el caso de la de Álvaro Orejas, acompañado por sus hijos Álvaro y Antonio, y por su mujer, Natalia Guisasola. No era la primera vez para él. Ya juró cuando hizo el servicio militar en Cáceres. "Es un honor hacerlo ahora en familia", declaró. Tampoco era la primera vez para José Antonio González, que ya juró bandera hace 45 años cuando acabó la mili; este en Ferrol. "Estamos muy emocionados de poder arroparle", contaron sus acompañantes, Fini Díez y Juan Carlos Fernández. La megafonía fue llamando a los jurandos uno a uno. Llamó también a Lucía Conde y su tío, Gerardo Blanco. "Estoy aquí por lealtad a España y a los españoles", afirmó, muy segura, la chica. Destacó también la belleza del acto.

Patricia Meana fue una de las participantes más aplaudidas. Ella iba en silla de ruedas. "Vengo a jurar porque soy española y me gusta que me lo reconozcan", sostuvo. Tras ella presentó sus respetos, unos segundos después, todo un legionario como Jesús Ángel Domínguez. Él venía de Zamora. Cabe recordar que en la jura de ayer, el 60 por ciento de los presentes eran de Gijón, pero el resto de otras zonas de la geografía regional y local. Domínguez iba perfectamente uniformado. No estuvo solo. Vino con sus compañeros de la asociación Lepanto. "Es uno de los mayores orgullos que puede haber", dijo, respecto a la jura.

Una jura que, pese a sus dimensiones, se desarrolló de forma ágil y eficaz. No hubo ni un solo incidentes. Y, en apenas cuestión de minutos, los 400 protagonistas ya habían presentado sus respetos. Cuando fue llamado el último de los participantes, la mañana aún no había terminado. Tomó entonces la palabra el capitán de navío Luis Vicente Márquez, comandante naval de Gijón. Realizó una alocución de unos cinco minutos. Sus palabras, muy aplaudidas, sonaron alto y claro por la megafonía. No solo por el tono, sino por el contenido. "Los jurandos habéis expresado vuestro amor y compromiso con España ante la bandera", arrancó. "Este solemne acto no puede tener un escenario más apropiado que nuestra villa marinera de Gijón. La ciudad es símbolo de historia marítima y de progreso emprendedor. Es una ciudad abierta y acogedora a todos", declaró. Luis Vicente Márquez destacó en su discurso a ilustres marinos de Asturias, como Don Pedro Menéndez de Avilés, el capitán de navío Villamil o Don Francisco de Paula Jovellanos, así como la impronta de las Fuerzas Armadas y de la Constitución.

"En este precioso rincón de la ciudad, junto a vuestras calles, casas y familiares, mostráis de manera serena y natural vuestro ejemplar espíritu de compromiso y generosidad, cada uno en su actividad cotidiana", prosiguió el comandante naval. "Es una contribución a la colectividad que conformamos para el futuro bienestar que heredarán las generaciones venideras", añadió. "Las Fuerzas Armadas somos, junto a los representantes institucionales, testimonio de vuestro juramento o promesa. La bandera es por igual la de todos los españoles. Y aquí, junto a la Escalerona, entre la iglesia de San Pedro y La Providencia, nos fundimos hoy –por ayer– la ciudadanía, instituciones y Fuerzas Armadas refrendando nuestro compromiso con España ante su bandera", terminó.

Tras el final de este discurso prosiguió el homenaje a todos los caídos por el país a lo largo de todos los tiempos. Fue uno de los momentos más emotivos de toda la mañana. Se hizo ante una cruz cristiana dorada colocada sobre un pequeño pedestal de madera. A su lado, un pebetero con una tenue llama encendida daba cuenta de la solemnidad del instante. Carmen Moriyón e Ignacio Frutos depositaron una corona de flores a sus pies. Muy cerca de ellos estaban casi 110 militares de la Armada. Divididos en tres secciones, estuvieron ahí todo el tiempo, encargándose de desfilar, marcar el ritmo con sus zapatos y de interpretar marchas militares. Sonó antes del homenaje "La Muerte no es el final" y se terminó, como siempre, con el himno de la Armada. Uno de los cuadros, además, realizó una salva de honor con sus fusiles HK-636.

El broche de oro fue un pequeño desfile alrededor del Náutico. Tras el grito de "descansen" concluyó la jura de bandera civil. Muchos de los militares pudieron reposar entonces sus hombros, cargados después de una jornada larga, pero fructífera. Solo entonces, cuando todo había acabado, la lluvia se atrevió a hacer acto de presencia para refrescar levemente una tórrida mañana de calor de bochorno. Antes de la jura hubo misa en San Pedro oficiada por el párroco Javier Gómez Cuesta. Habló de los peligros de "los nacionalismos extremos que desestabilizan", entre otras cosas. Así arrancó y así terminó, con el desfile, el día en el que 400 personas juraron en Gijón su lealtad a la bandera y el compromiso de defender su país. Con la vida, si fuera necesario.