Un huevo me importa que ladres a troche y moche desde la terraza; que reclames mi atención con pelotas, huesos de plástico, correas y otros artilugios por toda la estancia; que te niegues a comer, incluso, o exijas que te demos el condumio en la mano; que te nos pongas borde; que cagues y mees en casa por cabreo, por pura venganza; que te empeñes en montar a perras y perros sin distingos, por necio, estúpido afán de dominio; que me subas las patas a las barbas cual ejemplar malcriado?

Igual me da. El okupa que irrumpió en la décima epístola campará a sus anchas por estas páginas siempre que le venga en gana, proseguirá los sentenciosos monólogos iniciados te pongas como te pongas. Ya dije que el arte de dialogar era difícil. Y más contigo, Bilbo, so tarambana. Presta atención a sus pareceres, juicios y dictámenes si quieres, si te peta y, si no, ajo y agua.

Averiguó, gracias a su perro, que cuando más cascaba el sol -un sábado de julio a eso de las cinco de la tarde, precisó- los viejos y los inmigrantes ocupaban plazas y parques públicos. Aquellos, en silencio, estos, con la música del radiocasete al alto la lleva. Hasta las palomas y él -su perro- buscaban otra fresca.

La casta fetén, la verdadera, la guay, la de la avaricia que rompe el saco, la del capitalismo de instinto cada vez más depredador y de rostro cada vez más impreciso -dijo- colecciona miradas de niños idénticas a las de un perro apaleado y amontona cadáveres en el Ganges picoteados por cuervos. Y en el Rin, y en el Nilo, y en el Misisipi, y en el Murry, y?

La médica -desveló-, señalando la radiografía luminosa de su hombro derecho, emitió un diagnóstico:

-Tiene usted signos de tendinosis del supraespinoso, con rotura de espesor parcial de la superficie bursal, con señales de evolución crónica. Sin otros hallazgos.

Aquel susceptible político valetudinario masculló para sus adentros:

-Bonita y delicada manera, la de la galena esta, de declarar a uno inútil parcial, medio inservible, sin otros usos compatibles. Si le digo que la súbita aparición de la dolencia fue provocada por un perro, se descojona de mí la doctora, me da la baja y muero de vergüenza.

Poesía no eres tú -musitó-. Bien que lo siento. La poesía, a ciencia cierta, es algo así como un vuelo inútil.

Eso que llaman las felicidades de la vida terrenal, si aparecen alguna vez, se presentan como destellos. El fracaso y el dolor, por contra, te invaden por todas las costuras, como corrientes de agua que van y vienen, que van y vienen, que van y vienen. Inmisericordes.

Como a la chita callando, como con miedo a profanar una tumba, el okupaepístolas concluyó así esta tanda de pontificaciones inconexas: Si apenas se instalan bancos a las entradas ni dentro de los cementerios será porque nadie quiere que los muertos cambien de postura, ni que los vivos recalen allí mucho rato. Ya puestos en proximidades necropolitanas, se observa otra gran incongruencia: ladrones, asesinos, malas calañas de cualquier género pueden circular por los camposantos como Pedro por su casa, mientras se prohíbe ostensiblemente el paso a los perros.