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El nepotismo no distingue signo político

Casos de favoritismo y beneficio a familiares en tiempos de la dictadura y también en la democracia

Según el diccionario, el término "nepotismo" se define como el "favoritismo para con los parientes" y, por desgracia, resulta un fenómeno más frecuente de lo deseable. En este sentido, la clase política no es una excepción y prueba de ello sería el reciente nombramiento de David Sánchez, hermano menor del Presidente del Gobierno como Coordinador de Actividades de Conservatorios Musicales del Área de Cultura de la Diputación de Badajoz. ¿Impresionante, verdad?

De entrada, ante esa impactante noticia, debo preguntarme: ¿cuántos conservatorios musicales tiene la provincia de Badajoz? ¿Realmente se requiere un coordinador?

El lector de LA NUEVA ESPAÑA coincidirá conmigo que, cuando menos, resulta sospechoso que esa plaza haya sido creada "a la medida" de una persona concreta. De hecho, el portavoz de Podemos en Extremadura, Álvaro Jaén, ha manifestado que este cargo no existía previamente y que la plaza fue otorgada con una simple entrevista a sus once aspirantes.

Personalmente, no dudo de la valía profesional como músico de la persona elegida pero, me temo, su nombramiento "huele" a nepotismo rancio común a épocas pretéritas.

Efectivamente, a lo largo de nuestra historia se han registrado numerosos precedentes de nepotismo, el cual, aun pudiendo ser legal, resulta notoriamente antiestético; sobre todo para un PSOE que pregona una "cruzada" a favor de la decencia política después de desalojar al Partido Popular del poder por presuntos escándalos de corrupción.

En ese sentido, recuerdo otro ejemplo muy ilustrativo acontecido durante la década de los años 50 del siglo pasado, en plena dictadura franquista: la creación del cargo de Inspector Médico de Embajadas, tan pomposo como vacío de contenido aunque ideal para su adjudicatario, el doctor Cristóbal Martínez-Bordíu Ortega, "yernísimo" de Franco (apodo superlativo coloquial utilizado para referirse al yerno del "generalísimo").

Evidentemente, por su antigüedad, esta noticia no circula en las redes sociales actuales; pero se ha mantenido intacta en mi sexagenaria memoria por los comentarios surgidos durante mi adolescencia en el ámbito médico de mi familia.

Atendiendo a su biografía, inicialmente el "yernísimo" se dedicó más al tráfico de influencias que a la Medicina, fomentando la importación en España de las motos "Vespa" -ganándose el apodo de Marqués de "Vespaverde"- o a disfrutar de una buena vida -valiéndole el apodo de Marqués de "Vayavida"-.

Años después, el "yernísimo" fue nombrado jefe del Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular del Hospital "Ramón y Cajal", joya sanitaria de aquella época, cargo que desempeñó sin brillantez alguna hasta que, ya en democracia, en el año 1984, y sin el amparo de su suegro, el INSALUD lo expedientó con suspensión de empleo y sueldo durante 5 años por el bajo rendimiento de su departamento.

En ese sentido y según información del periodista Jesús de las Heras, también fueron sorprendentemente expedientados otros dos médicos de su equipo (los doctores Castro Franco y Celemín) por denunciar públicamente esa misma atípica situación asistencial; siendo acusados de divulgar "cuestiones internas" del departamento que, atendiendo el INSALUD, nunca debieron trascender a la opinión pública.

Se trata pues de dos modalidades de evidente nepotismo: el de la dictadura donde, para poder sobrevivir y evitar problemas con la autoridad, procedía "ver, oír y callar", situación que se suavizó durante la transición a la democracia (a pesar de lo sucedido a los doctores Castro Franco y Celemín) y el nepotismo de una democracia plena, donde existe una inequívoca libertad de expresión que permite abordar públicamente ese tipo de comportamientos, siempre que se efectúe con respeto y puedan aportarse datos que confirmen unos hechos rigurosamente ciertos, tal como pretende este artículo.

Dicho lo cual, creo que en el nepotismo tan culpable es quien acepta una plaza que no haya sido lograda mediante un concurso-oposición transparente como quien la otorga si, presuntamente, pretende obtener algún tipo de beneficio personal a cambio.

En este sentido, del nepotismo a la prevaricación tan solo puede haber un paso, lo cual convierte una conducta políticamente antiestética, incorrecta e inaceptable en un hecho presuntamente delictivo.

Algo distinto sucede con los nombramientos discrecionales efectuados por un político cuando, tras ganar unas elecciones, accede a un cargo público. En este caso, el político tiene derecho a rodearse de personas de su ideología y completa confianza; aunque, sin embargo, si el personal técnico subalterno designado incumple su cometido, el político que lo nombró debería asumir su correspondiente responsabilidad política y/o jurídica.

En definitiva, me parece evidente que el nepotismo no distingue de signo político y que seguirá existiendo a perpetuidad puesto que, desgraciadamente, parece ser un fenómeno ligado a la condición humana y, más concretamente, a la idiosincrasia de nuestro país.

Consiguientemente, negar su existencia sería vivir de espaldas a la realidad y, por ello, aunque solo sea por higiene democrática, siempre resulta procedente desenmascararlo.

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