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Crítica / Música

Diálogo musical con Iberoamérica

Amós Lora y Gito Maletá conquistan Gijón a golpe de temas con aire popular

El arranque de año en el ciclo "Los conciertos del Taller" nos ha dejado uno de esos recitales que hacen afición. Amós Lora (guitarra) y Gito Maletá (piano) presentaban su programa con un título bien descriptivo, "Solo 2", que resultó atractivo para muchos gijoneses. No en vano, varios minutos antes de que empezara el concierto el aforo del salón de actos del Antiguo Instituto ya estaba completo. Sobre el escenario, dos músicos de reconocido talento. Amós Lora es la definición de prodigio musical, aún no ha cumplido los veinte años y cuenta con tres discos grabados, giras por medio mundo y colaboraciones con grandes del flamenco, como Tomatito. Gito Maletá es la versatilidad; este pianista cubano se mueve con soltura en la música clásica, jazz, rock... y como orquestador, compositor, profesor, y demás labores del gremio musical.

La cosa prometía, y el diálogo que ofrecieron la tarde del pasado miércoles no defraudó. Salió primero Maletá en solitario y, haciendo honor a sus orígenes cubanos, marcó el ritmo de clave con un pedal de percusión para entregarse al desarrollo de un motivo a las maneras del jazz, con tumbaos, anticipaciones y retardos incluidos, consiguiendo así poner calor a la tarde y marcar la senda por la que discurriría el recital. Con la entrada de Lora en escena nos trasladamos a la bossa de Tom Jobim; un patrón rítmico-armónico estable dio libertad a ambos músicos para ingeniar improvisaciones en una alternancia cómoda y previsible, pero con fraseos en la guitarra que por momentos lograron desdibujar la melodía con disonancias, haciendo la sonoridad más atractiva.

El "Libertango" de Piazzolla discurrió por la misma senda y desató las primeras ovaciones sonadas de la tarde. Predominaba la comodidad, todo discurría de forma fluida, pero sin sorpresas. La vuelta a los aires cubanos no ofreció grandes innovaciones, ni en el ámbito del jazz, primero, ni en el del bolero, después, que, eso sí, sonó con toda su carga melancólica. La composición de Lora, "Mi mundo", incluida en su tercer disco, tampoco supuso un cambio de tercio; el guitarrista estableció con un sample cuatro acordes en loop sobre los que fue desarrollando motivos.

Hasta aquí todo iba por la senda de lo aceptable, con algunas melodías conocidas para el público que debemos interpretar más como concesiones al respetable que como una intención por aportar algo novedoso a este repertorio. Afortunadamente, todo subió de nivel con Chick Corea; se impuso la densidad y creció la intensidad, tanto en los veloces desarrollos del piano como en los rasgueos de la guitarra. Lora empezó a hacer gala de su condición de guitarrista flamenco exhibiendo garra en su mano derecha, y el resultado fue una ovación con "bravos" incluidos. Desde ahí y hasta el final todo iría a más, los guiños a la "Canción del fuego fatuo" de Falla, los encuentros entre ritmos latinos y bulerías flamencas y, como propina, reclamada con insistencia por los presentes, Paco de Lucía. Un broche de oro para un concierto que ganó enteros en la recta final.

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