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Una buena persona y un buen juez

En recuerdo de Bernardo Donapetry

La ocasión y la ventana que se me brinda en LA NUEVA ESPAÑA para expresar pública y dolorosamente mi pesar por el fallecimiento de Bernardo Donapetry no querría que se convirtiera en un lugar común y demasiado visitado, pues, por este mismo motivo, es la tercera vez que me asomo a este alféizar después de la marcha de mis queridos y añorados Julio Puente y Daniel Peribáñez. Por ello quiero que este artículo tenga la suficiente afabilidad y cercanía, que no mitiga el dolor de su desaparición, pero sí ayuda, de alguna manera, a aliviar su marcha con su recuerdo.

Los tres fueron mis amigos y los tres fueron compañeros de aquel maravilloso curso de Preu del 69 en el Instituto masculino Jovellanos, el Instituto, pues era el único que, de esa índole, en aquella época existía en Gijón, lo mismo que el Doña Jimena era el único femenino existente.

Hoy, al cabo de los años, hay muchos más y, como no podría ser de otro modo, mixtos en toda clase y condición, tal y como debe de ser la Enseñanza Pública.

Bernardo no fue un simple compañero. Fue mi compañero de pupitre durante todo el curso en las clases de Griego y Latín, sentados, justo delante, de Julio Puente y Chema Martínez. Precisamente con Julio tuvo especial connivencia, lo que no era en absoluto de extrañar, dado el origen mierense de ambos.

Las líneas de los caminos de Bernardo y mío divergieron a partir del final de aquel curso con el comienzo de los estudios universitarios, aunque continuamos con nuestra relación de amistad, esporádicamente, pero mantenida y conversada en las ocasiones en las que pudimos volver a coincidir, dadas nuestras posteriores y distintas encomiendas profesionales.

La suya, dedicada al Derecho, pasó por distintas salas judiciales de Baracaldo, La Roda, Ourense y Villalba, en Lugo, ya cerca de sus queridos Viveiro y Foz, donde, en tiempos, veraneaba. Pasó, asimismo, estando al frente, por el Juzgado de instrucción número 5 de Gijón, así como por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Asturias, con sede en Oviedo, para culminar como presidente de sección octava de la Audiencia Provincial, con sede en Gijón.

Durante esta dilatada carrera tuvo tiempo el juez Bernardo Donapetry de instruir diversas causas, alguna de las cuales le dio a conocer más de lo que él quisiera, dada su proverbial humildad, pero que llevó con la discreción de la que siempre hizo gala durante toda su vida.

Era Su Señoría persona afable y socarrona, ordenado y puntilloso, pero con una bonhomía digna de todo encomio. Por ello, me voy a permitir la licencia de bajarle unos instantes del estrado y comentar los momentos, y por utilizar un término jurídico, "quasi" dramáticos y vergonzosos que sufrió por culpa de nosotros, sus compañeros, cuando, en la clase de Latín del maravilloso, pero a la vez terrible Francisco Vizoso, le escondíamos la cartera en la que llevaba el ejercicio de traducción del texto correspondiente. "Anda Petry como loco buscando la cartera" comentábamos, entre risas, mientras Vizoso le apremiaba y conminaba, entre toses, a traducir a Tito Livio. Pasados los temibles instantes y el ardiente y consecuente enfado, lo tomaba con el buen humor que le ha caracterizado a lo largo de su vida. Quiero, por ello, con este ejemplo de anécdota, hacer más humano, si cabe, al buen juez que fue.

Con Bernardo Donapetry se me va otra de las maravillosas personas que conformaron aquel inefable y magnífico Preu del 69, con las que compartí estudios y muchas vicisitudes de diversa índole y quiero rendirle homenaje a él y a todos los compañeros y a todos los maestros que, ese año, nos ayudaron a ser mejores como personas y futuros profesionales.

Por ello, quiero recordarles a todos, a los que se fueron y a los que estamos, desde los propios Bernardo y Julio, que, con toda seguridad, estarán discutiendo de fútbol; Daniel Peribáñez y Nacho Menes, que también los acompañan en esta lejana marcha que emprendieron, pasando por Juan Nicieza, Chema Martínez, "Floro", "Banci", Juan Neira, Rafael Maribona, Antonio Deaño, Luis de Sevilla, Rubén Darío y yo mismo.

Como siento y creo que puedo hablar en nombre de todos, un abrazo de tus compañeros, querido Bernardo. Gracias por haberme hecho partícipe de tu amistad.

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