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María Domínguez

Abuelo, levanta la cabeza

Una reflexión sobre las próximas generaciones

Recuerdo que hace un par de años, durante una clase de Lengua Castellana y Literatura, mandé a mi grupo de alumnos que me dijeran en qué verso del poema trabajado se encontraba la palabra “talismán”. Aún no había terminado de hablar, cuando una niña (por cierto, bastante buena a nivel académico) me preguntó que si talismán era el nombre del señor que escribió la poesía. Quise pensar que la pobre se hizo un lío con el nombre de su perro. No pude por menos que darme la vuelta y carcajear disimuladamente.

Lo más preocupante es que este gesto de girarme lo hago cada día más a menudo. No me extrañaría en absoluto que en un examen de Música, cuando tengan que dibujar una figura negra, alguno proyecte la imagen de una mujer africana de labios carnosos y caderas desenfadadas. Estoy segura de que les preguntas ahora mismo las provincias que forman la comunidad autónoma de Andalucía y se miran unos a otros como diciendo “¿qué serán provincias?”. Comunidad autónoma lo tenemos claro... ¡Europa!

Los niños de hoy en día no leen, consecuencia: no comprenden. No dialogan en familia, consecuencia: no saben expresarse. No conocen la textura de las buenas enciclopedias, consecuencia: ninguna, porque no les importa, ya está Google para resolver sus dudas. Piensan que la biblioteca es el nombre de un bar de copas, que la carne de la vaca frisona es blanca y negra y que para medir un verso necesitan una regla. Hace pocos días una periodista le preguntó a un chaval de unos 16 o 17 años si sabría nombrarle algún escritor de la Generación del 27. Con cara de sorpresa y creyendo que era una broma en la que no pensaba caer, dijo convencido: “¡Pero si estamos en el 21, del 27 no hay ninguno todavía!”. Y lo más increíble de todo, es que el tío se quedó tan satisfecho con su respuesta, que por cierto, ni el año en el que vive conoce.

Si levantara la cabeza mi abuelo, con lo bruto que era, les daba a todos (y todas, perdón) un pico y una pala y los mandaba al sol de Castilla en julio a recoger pepinillos. ¿Cuántos kilos me traes?, ¿cuántas bolsas necesitaste?, ¿cómo os turnabais para ir a beber el agua del caño?, ¿quién tomaba la iniciativa de parar a comer el bocata de panceta cuando llevabais tres horas con el lomo agachado? ¿Entendiste ya la cultura del esfuerzo? ¿Te has dado cuenta de la expresión artística que tienen los rostros a la una del mediodía bajo el asfixiante sol zamorano? Mi abuelo no evaluaría competencias básicas mediante rúbricas y proyectitos, pero si había comida en el plato, pasarían de curso, bueno pasarían a cosechar maíz, indicador más que suficiente de una buena adquisición de conocimientos previos. Tal vez el Ministerio de Educación debería dejar en manos de los abuelos la evaluación de tales competencias. A todo esto, si los hijos no son de los padres... ¿Los nietos pertenecen a los abuelos? Ahora me entró la duda...

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