Es imposible calcular la dimensión del roto económico y social que provoca cada día la falta de conexión a internet de 3.949 gijoneses residentes en 60 núcleos de la zona rural repartidos por más de la mitad de las parroquias, según datos publicados por la Dirección General de Telecomunicaciones. Pero es fácil concluir que esta carencia, consentida con pasmosa indiferencia por los poderes públicos (empezando por el Ayuntamiento, que se pone de perfil aludiendo falta de competencias en vez de asumir una actitud combativa con los suministradores), causa enormes desigualdades entre los afectados y el resto de la población. Nadie entendería que una vivienda del concejo anduviera sin enganche al agua o a la luz, pero curiosamente se ha normalizado que un universitario de Santurio no pueda acceder a unos apuntes desde su portátil o que un arquitecto de Cabueñes tenga que ir hasta su estudio en el centro para consultar un plano. Estas llamadas “zonas blancas” son agujeros negros para el progreso.
