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Eduardo Viñuela

Pop naíf con enjundia

La música de Rigoberta Bandini brilla por su personalidad

Son una de las grandes revelaciones de la escena indie nacional de los últimos meses, una propuesta que no deja indiferente a nadie, que te encanta o la aborreces, pero que no pasa desapercibida. Así, Rigoberta Bandini encara el verano con una gira que promete ser un éxito y acumular llenos. El público gijonés no faltó a la cita y agotó el papel en el teatro de la Laboral para cantar y bailar todos los éxitos de esta formación, convirtiendo el concierto en una auténtica fiesta.

Antes de empezar el concierto, en el escenario se adivinaba una escenografía minimalista: cuatro micrófonos y dos sintetizadores, pero el arranque de “In Spain we call it soledad” dejaba claro que más que un concierto al uso la tarde iba a ser de espectáculo. Y es que Paula Ribó (nombre real de Rigoberta Bandini) tiene una faceta teatral que le permite dominar la escena con autoridad y sin atrezos.

La música de Rigoberta Bandini no sorprende por la novedad, incluso puede resultar naíf en una primera escucha: progresiones armónicas convencionales, melodías previsibles y una instrumentación a base de sintetizadores que le dan al sonido global de este grupo un aire retro. Además, sus temas raras veces se salen del patrón rítmico de dos tiempos que tan bien funciona para disparar las palmas entre el público (una amenaza constante durante todo el concierto, por cierto).

Sin embargo, su música tiene personalidad y esconde detalles que pueden explicar el éxito; en primer lugar, la balanza entre instrumentación y voces está equilibrada y las líneas vocales se mueven con facilidad y bien arropadas. Las melodías están perfectamente construidas para crear estructuras de tensión-relajación que garantizan varios clímax a lo largo de las canciones e incluso juegan con estructuras de canon contrapuntístico (como en “Perra”) y detalles como la subida de tono a media frase en la versión del “Corazón contento” de Marisol. A esto hay que sumar lo cotidiano e irreverente de las letras y la versatilidad de Paula Ribó para darle a cada frase, casi a cada palabra, el afecto adecuado. Sin duda, el hecho de que sea también actriz de doblaje ayuda.

Cabe destacar algunas genialidades (o excentricidades, según quien lo mire), como “Cuando tú nazcas”, versión con letra de la “Sarabanda nº11” de Haendel o la inclasificable “Que Cristo baje”, una suerte de techno góspel cargado de dramatismo,especialmente en la repetición del mantra final “aquí estoy, aquí estamos”, que acaba por adquirir un aire de plegaria.

Fue un concierto breve, no llegó a la hora, pero la experiencia fue intensa, y así lo vivió el público gijonés. Sin duda, a Rigoberta Bandini le faltan canciones, pero sabe sacarle partido a su repertorio con un espectáculo que engancha y engrandece sus canciones. Habrá que ver si este grupo aguanta el tirón o si todo se queda en la sensación indie de 2021, pero sin duda la propuesta tiene hechuras y margen para consolidarse y seguir creciendo.

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