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Raúl Suevos

Gastronomía para un futuro

El queso, la sidra, la miel y otros productos autóctonos por explotar

Hace algunos días que el Festival mundial del queso finalizó en el ovetense “centollu” de Calatrava, y los ecos ya parecen desvanecerse en la prensa, y es que todo es perecedero, hasta el queso.

Todo indica que fue un éxito, al menos en participación popular y ventas. Los enormes espacios creados por el arquitecto español quedaron pequeños y los ediles de la ciudad de la Regenta vislumbran un uso congresual para el tremendo edificio que hasta hoy sólo ha traído disgustos, y deuda. Ojalá que así sea, por el bien de Oviedo y el bolsillo de sus vecinos.

Es esta noticia gastronómica una más que se añade a otras que se han venido produciendo en estos últimos meses, como la recuperación de las viñas del Palacio de Ron, en Cecos, Ibias, llevado a cabo por una pareja de emprendedores asturianos que acaban de poner en marcha una bodega, Siluvio, que nace con enormes posibilidades de futuro y gracias, dicen, a ayudas europeas. Es una gran noticia puesto que, este vino, que en Ibias cuenta con siglos de historia, supone desde sus inicios la creación de varios puestos de trabajo y la fijación de población a un territorio que parece avanzar sin remisión hacia la extinción.

Llega también la noticia de que una miel de esta comarca, Outurelos, que tuve la fortuna de tropezar en el Mercado del Sur de Gijón, obtuvo el segundo puesto en una cata nacional. Se trata de un joven apicultor ibiense que en la Pena Nugueira ha instalado un ecomuseo sobre las abejas y que mantiene un cortín, esa torre circular de piedra que preserva a las abejas del ataque de los osos, en la zona del puerto del Connio, donde abunda el brezo, base de su maravillosa miel. Otro ejemplo de emprendimiento gastronómico.

En el valle, en Marentes, un joven ganadero mantiene una modesta explotación de rubia asturiana –raza vacuna, no confundir– ecológica y, al otro lado del rio Ibias, en Marcellana, el pueblo y su entorno, sirven, una vez vallado, para una ganadería en extensivo a cargo de un joven matrimonio de San Antolín. Son todas iniciativas valientes de una generación de asturianos que se niega a rendirse y a abandonar el terreno a los lobos.

Es Ibias, quizás, la comarca asturiana con menos expectativas tras el cierre de la mina de Tormaleo, pero estos pequeños ejemplos nos muestran cómo se pueden desarrollar iniciativas ligadas a la tierra y su tradición, pero se echa en falta un mayor impulso y ayudas por parte del Principado, y sin ello es probable que este incipiente florecer acabe en anécdota.

Y la cultura sidrera camino de la Unesco.

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