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Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Sin móvil, sin vida

Sobre la esclavitud tecnológica

Después de comer con unos amigos en la pizzería donde Lara iba a trabajar por última vez, nos dirigimos a un bar de copas cercano para seguir la tertulia. Desde el interior pudimos observar la tremenda oscuridad en que se había convertido la tarde. La caprichosa primavera nos había regalado una mañana amable pero su carácter bipolar se empeñó en complicar la tarde trayendo otra invernada. Sobre las nueve de la noche alguien perdió un breve referéndum de chigre y se impuso la hora de retirada. Una vez afuera, con la primera ráfaga de aire helado que violentamente empuja la lluvia contra mi cara, me convenzo de la necesidad de coger un taxi. Me dirijo hacia la casa de un amigo a las afueras de la ciudad, una vivienda unifamiliar donde me alojo una temporada.

Del taxi a la casa llego empapado. Estoy solo y me pongo a trabajar en una algo pendiente. Rebusco en el bolsillo de la americana para coger el móvil. No está. ¿Cómo es que no está? No recuerdo nada. Hago memoria. Recorro nuevamente todos mis pasos y no veo en qué momento saco el teléfono por última vez. Entro en bucle. La película del pasado más cercano pasa varias veces por mi mente a la velocidad de la luz. La culpabilidad se adueña de mí. Una inesperada conexión neuronal muestra mi mano recogiendo el teléfono de la barra del bar. ¡Entonces, está en el taxi!

Me calmo. Inmediatamente me doy cuenta de que estoy solo, aislado y sin teléfono fijo.

Me vuelvo a alterar. Decido salir en dirección a un hotel cercano para poder llamar desde un teléfono público. Empapado y aterido, me dicen que no hay teléfono público en el establecimiento. ¿Alguna otra posibilidad? –pregunto–. Nadie se interesó en saber si necesitaba algo.

Vuelvo a la casa. Compulsivamente reconstruyo los movimientos y comienzo aceptar que he perdido el móvil. Me recupero. ¡Tengo el portátil y hay wifi! Me hundo. No tengo ni idea del número, el modelo o la compañía del taxi. Aún así, envío un descriptivo correo, de redacción cuasi policial, para las respectivas empresas que trabajan en la zona. Contestan a la media hora. - No ha aparecido nada en ningún vehículo. Lo sentimos -.

Todo a la mierda. Conmoción. Sensación de vacío existencial. Una hecatombe de la cual uno es testigo y culpable al mismo tiempo. Debería de haber archivado las cosas.

¿Pero es posible tener que pasar una vida archivando todo? ¿Nun es muy triste? Ahí lo dejo.

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