Las verbenas de la zona rural son desde hace décadas un fragmento fundamental de la biografía de los gijoneses. Quien más quien menos ha quemado noches junto al palo del prau de alguna fiesta mientras una orquesta actualizaba temas de siempre a escasos metros de una barraca con largas colas y camareros al borde del colapso. Con el paso de los años, las modas cambian y parroquias que antaño eran referentes festivos del verano han ido languideciendo en favor de otras celebraciones emergentes. Para los nacidos en los ochenta y los noventa, Cabueñes siempre supuso el feliz inicio del periodo estival, antes del pistoletazo oficial de la hoguera de San Juan, “impuesto” por el Ayuntamiento. Que la algarabía regrese a la sombra de la Laboral en este junio pospandémico es un chute de nostalgia y alegría.
