Perros de jauría azuzados por sus perreros

Sobre el aumento de violaciones en grupo

Juan Manuel Moreno Cubino

Juan Manuel Moreno Cubino

Recientemente ha sido de dominio público la violación sufrida en Badalona por una niña de 11 años, supuestamente, por una manada de chicos ente los que predominaban los menores de edad. Este hecho, al igual que otros similares acontecidos, es lamentable, desastroso y obsceno. Lamentable, porque nunca deben producirse en una sociedad civilizada. Desastroso, en cuanto a acción y agresión violenta provocada hacia la víctima. Y obsceno, porque es repulsivo, detestable como ofensa a la moral sexual de quien la sufre y que, sin duda, sentirá la herida de por vida.

Si repudiable es la violación, no es menor, la actitud corporativa, esa mal entendida ley del silencio adoptada por los círculos próximos a la víctima y a los agresores por haber rehuido el deber de denunciar la agresión sexual producida dos meses antes de darse a conocer. Cuesta creer que esa forma de actuar se vaya normalizando en la sociedad cuando, según, las estadísticas oficiales un 25% de las violaciones que se producen en el país se realizan en manada (grupo salvaje). A este conjunto de descerebrados que agreden con saña a la víctima, personalmente los encuadro en el concepto de jauría.

Pero antes, cabe preguntarse, en que estamos fallando como sociedad y, por supuesto, si hay alguien detrás jaleando ideológicamente las tropelías de energúmenos de esta ralea.

En el primero de los casos considero que el Gobierno y el resto de las instituciones del Estado, especialmente las educativas, no están dando con la clave, en cuanto a dotarse de docentes especializados. Carecer de la firmeza que ha de manifestarse en las aulas tendente a convivir con hechos reales de igualdad y de tolerancia de género. Tampoco dan con la tecla que reprima, contenga, y refrene las emociones hacia el acoso y relaciones sexuales no consentidas que desactive el impulso de la libido no solo como apetencia machista, sino también como si de raíz patológica se tratase.

El segundo caso, se me antoja que tiene que ver con discursos políticos populistas y de panfleto difamatorio y de carácter agresivo que pone el acento en la mujer como objeto de deseo carnal sin importar edad, momento, razón y consentimiento o no al sexo. Esta hegemonía machista propia de círculos de cultura ultraderechista producto de mentes despiadadas las exporta un partido como Vox que acaba de emerger a la política, como quien dice, pero que viniendo de las fosas más profundas del franquismo fomenta las jaurías perrunas dispuestas a sembrar el pánico en la pieza de caza que olfatean.

Abierta la cacería y seleccionada la hembra a sacrificar, la jauría perruna azuzada por sus perreros la persigue, acosa, ataca y penetra para satisfacer su propia lujuria y también para regocijar políticamente a sus perreros. A mi juicio, la mayor razón que inclina a estos hechos radica en qué estos perreros con sus soflamas y groseros comentarios hacia la mujer azuzan a sus perros (cachorrillos aún en el caso de Badalona) hacia una supuesta, más que meritoria, hombría en grado superlativo dominante susceptible al ultraje y violación de la mujer adornándolo de patriotismo barriobajero.

Si la sociedad, en plural, en busca de esa simetría que a veces urde el destino no corrige esta barbarie agresiva hacia la mujer, las instituciones se desmoronarán para satisfacción de los que se postulan contrarios a la igualdad de género y a la libertad de consentir o no de la mujer. El Gobierno, instituciones del Estado, parlamento y jueces deben salir de la fotográfica y naturalizarse con la población civil para ofrecer al género femenino asistencia, apoyo, protección y plena seguridad de no ser atacadas por perros azuzados por sus perreros.

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