El silencio de Amadora
Sonidos y miradas sobre las fosas de Parasimón, en LABoral Centro de Arte
Pajares, otoño de 1937. Celesto, un muchacho de dieciséis años transporta leña a caballo. Observa dos camiones desviándose hacia Parasimón. Sendos grupos de hombres atados de pies y manos son bajados y conducidos a lugares próximos. Uno a cielo abierto, el otro, bajo los pinos. Allí les disparan, desfiguran sus rostros y abandonan sus cuerpos. Breve parada en una cabaña antes de volver a los camiones. Piden leche a una mujer que cuida su ganado y que, aterrada, ha escuchado los disparos. Beben y se jactan de su gesta.
El chico baja al pueblo y busca al maestro, que reúne a un grupo de jóvenes para enterrar a los fusilados. Están irreconocibles. En los últimos días, con Asturias tomada por el bando nacional, milicianos falangistas han sacado de sus casas a varios convecinos. Podrían ser algunos de ellos. Celesto sí ha reconocido a uno al bajar del camión: Luis Cienfuegos, de Santibanes de Murias.
Un manto de silencio cae sobre este horror. Tejido de miedo, vergüenza y supervivencia. Cubre el monte que ha engullido a veinticuatro seres y entra en cada casa para que quienes claman por los suyos lo hagan de pensamiento, nunca de palabra. Como Amadora, la esposa de Luis. Con el tiempo y la falta de respuestas, asume que es viuda. Sus hijos rara vez la escuchan hablar de aquello, sus nietos, nunca. Del abuelo Luis, desaparecido, queda el retrato de su boda.
Ya en democracia, una hija verbaliza su obsesión por hallar a su padre. Los nietos emprenden una investigación cuyo fruto ha convertido el nombre del paraje, Parasimón, en un caso exitoso de identificación de fosa común y recuperación de restos. Porque Celesto supo hacer llegar a la familia lo que conservaba en su memoria. Falleció poco después.
Con la colaboración de la Sociedad Aranzadi y la Dirección General de Memoria Democrática de Asturias, una vez abiertas la fosas, los restos esperan que las pruebas de ADN les devuelvan la identidad dormida. Los familiares de Luis Cienfuegos tienen certezas. Otras familias sólo suponen a los suyos en este grupo de detenidos al que se hizo creer que eran llevados a la cárcel de León.
LABoral Centro de Arte ha traído paraje e historia a un espacio en el que Juanjo Palacios y Carlos Suárez hacen de ello un tiempo de escucha, observación y reflexión. Testimonios de familiares, sierras, palas, azadas, lluvia sobre toldos, naturaleza envolvente… Así suena sacar la memoria de las entrañas de la tierra. Al tiempo, se contempla el Parasimón de hoy, el que vieron Celesto y Luis. Aquella belleza, cómplice involuntaria de una tropelía.
Escucha y mirada introspectiva para desanudar el silencio de tantas Amadoras.
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