De los montes de Toledo a los Galaicos

Sobre las elecciones en Galicia

Raúl Suevos

Raúl Suevos

Son ambos macizos, o sistemas montañosos, de menor importancia. Nada que ver con el Pirineo, o la Penibética, ni siquiera con los aragoneses Montes Universales, ni que decir tiene con los exuberantes Picos de Europa. Pero, pese a su humildad son capaces de marcar el carácter de las tierras a las que dan paso, o cierran, según las circunstancias.

Los Montes de Toledo, familiares para mí desde el paso por la Academia de Infantería, que los tenía como terreno habitual de ejercicios y maniobras, son apenas una protuberancia en la inmensidad de las planicies de Castilla, un escalón último antes de entrar en la cervantina Mancha, y es posible, en mi opinión, que sean suficiente para imprimir el sello personal a sus gentes, duras y sufridas como la jara que alfombra esos montes, hogar de monterías memorables.

Los Montes Galaicos tienen otro sentir. Más pausados, vienen como continuación de los Ancares, broche que aúna la tierras asturianas, leonesas y gallegas. Montes viejos, graníticos, pero suavizados por el paso del tiempo, nada que ver con las jóvenes calizas del Urriellu y sus hermanos astures. Son humildes y soberbios a la vez, como personajes a la vuelta de todo, como los propios gallegos.

Estamos en plena digestión de los resultados de las elecciones gallegas, y, antes de que llegue el estudio pormenorizado de los sociólogos, a los analistas de lo político les ha faltado tiempo para encontrar explicaciones a lo sucedido, con especial atención al tremendo batacazo sufrido por el partido del doctor Sánchez; algo que, en su mayoría, achacan al desgaste promovido por el proyecto de amnistía, y a los méritos de los nacionalistas, con escasa atención al trabajo del gobierno gallego en ejercicio, para la mayoría.

A mí, que no me presiona ni la ideología ni la nómina, me queda tiempo para buscar otras explicaciones a esta victoria popular, algo mayor de lo que las encuestas auguraban, y encuentro la explicación principal en los Montes de Toledo, tomando a estos como referente geográfico de lo que hoy es Castilla-La Mancha, personificada en su presidente García-Page, claramente distanciado de las políticas de su secretario general, y quien, en las últimas elecciones, impidió que por allí apareciese, tanto si lo hacía en coche como en «Falcon». Una decisión, que visto los resultados, parece que fue acertada.

En Galicia, los socialistas todo lo apostaron a la política nacional, con múltiples intervenciones del presidente del gobierno, y algunas más del ínclito Zapatero, el del talante, el de la Alianza de civilizaciones, el de Maduro. Una combinación que los gallegos no ha apreciado, y que deja temblando a las organizaciones territoriales socialistas para el futuro próximo. Ye lo que hay.

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