Nuevas epístolas a "Bilbo"

Emoción animal

Los experimentos con primates de Harry Harlow

José Manuel Sariego

José Manuel Sariego

Cuenta el ensayista israelí Yuval Noah Harari los experimentos realizados con primates por el psicólogo estadounidense Harry Harlow, cuyas conclusiones, además de cuestionar las teorías conductistas dominantes hasta la primera mitad del siglo XX, elevarán tu autoestima animal, "Bilbo", si alicaída la tuvieras. Harlow separó a las crías de sus madres nada más nacer y las metió en jaulas aisladas. En cada jaula colocó muñecos de mono que hicieran de madres: un muñeco hecho con alambres de metal que portaba un biberón de leche que la cría podía succionar. El otro muñeco era de madera forrada con tela y terciopelo para darle a la cría la misma apariencia que una mona de verdad, pero sin biberón. Harlow supuso que los monitos se aferrarían a la madre de metal que colmaría sus necesidades alimenticias y no a la otra madre de terciopelo. Para su sorpresa, los monos se aferraban a la madre de terciopelo, aunque de vez en cuando se acercaban a la madre de metal para amamantar. Creyendo que aquel aferramiento persistente a la madre de terciopelo podría responder a la búsqueda de calor para combatir la sensación de frío, puso una bombilla dentro de la madre de metal para que emitiera más calor que la de terciopelo. No sirvió de nada. La mayoría de los monos siguieron agarrados a la madre de terciopelo. El psicólogo concluyó que los monos buscaban en la madre de terciopelo algo más que nutrición y calor. Buscaban un vínculo emocional. Esa necesidad era tan grande que abandonaron el muñeco de metal que los alimentaba y dirigieron su atención al único objeto del entorno que parecía poder satisfacer esa necesidad. Por desgracia, la madre de terciopelo no correspondió al vínculo emocional y los monos crecieron acomplejados, sin conseguir integrarse en la sociedad de los monos ni engendrar descendencia.

La investigación de Harlow, efectuada en las décadas de 1960 y 1970, ayudó a revolucionar la forma de entender los vínculos afectivos humanos. Hoy sabemos que los niños tienen necesidades emocionales y que su salud mental y física depende de la satisfacción de estas necesidades en no menor medida que del suministro de alimentos, medicinas y cobijo. Resultado que no solo es aplicable, "Bilbo", a los humanos, sino a las crías de otros mamíferos. Dice Harari, arrimando el ascua a la sardina de su tesis, que el cruel experimento de Harlow a pequeña escala lo practican a lo bestia las industrias lácteas y cárnicas: hoy miles de millones de animales con un rico mundo de sentimientos, emociones, sensaciones, necesidades y miedos se pasan la vida como máquinas para producir leche y carne. Y que estamos impelidos a reducir ese inmenso sufrimiento, si somos conscientes del mismo.

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