Oviedo, Eugenio FUENTES

El régimen comunista chino reaccionó ayer con inusitada dureza a la decisión del Comité Nobel de Oslo de distinguir con el premio de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo, que cumple una condena de 11 años de cárcel por reclamar la aplicación de medidas democráticas previstas en la Constitución china (ver perfil del galardonado en última página).

Pekín montó en cólera tras conocer lo que considera un desafío del comité noruego -compuesto por cinco personas elegidas por el Parlamento- y decretó un apagón informativo sobre la concesión. El Gobierno chino tachó la decisión de «obscenidad», «blasfemia» o «profanación», según las varias traducciones del texto. En opinión del Ejecutivo, el premio «debe ser concedido a quienes trabajan por la armonía étnica, la amistad internacional, el desarme y a quienes se reúnen pacíficamente. Esos eran los deseos de Alfred Nobel», sentencia.

En consonancia con el disgusto expresado, la nota, citada por Efe, advierte de que las relaciones de Pekín con Noruega, «que fueron buenas estos años en interés de los dos pueblos», y con el Comité Nobel, sufrirán las consecuencias.

China convocó al embajador de Noruega para manifestarle su malestar, mientras un representante de Noruega se reunió con el embajador chino en Oslo. Noruega recordó las presiones que ha recibido de China en las últimas semanas, insistió en que el Comité Nobel es una institución privada e independiente y resaltó su voluntad de mantener una «buena relación bilateral».

Para Pekín, que mientras tanto ordenaba la detención de una veintena de activistas que celebraban la concesión del premio a Liu, el disidente «fue (juzgado) y encontrado culpable de violar la ley china y condenado a prisión por los órganos judiciales chinos. Sus acciones son contrarias al propósito del Nobel de la Paz. Al concederle el premio a esa persona, el comité del Nobel ha violado y profanado el galardón» que es algo sagrado», concluye el comunicado.

En su acta, la Academia de Oslo expone que el premio se concede a Liu «por su lucha larga y no violenta por los Derechos Humanos fundamentales en China», que tienen una «íntima conexión con la paz». Para la Academia, la lucha del disidente es el símbolo más destacado de un combate llevado a cabo por muchos chinos tanto dentro como fuera del país. El acta, que elogia los logros económicos chinos, pone de manifiesto las restricciones impuestas por el régimen a la libertad de expresión y su incumplimiento de acuerdos, que ha firmado, sobre Derechos Humanos.

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