Rafael Fernández Calzada fue de los grandes indianos asturianos; no de los más conocidos. Su relevancia en diversos campos, su gran labor social, cultural y política a ambos lados del Atlántico, le convierten en figura de extraordinario interés, tanto por la persona como por las obras. «Cuando aún no llevaba dos décadas residiendo en Buenos Aires -escribe el profesor Rafael Anes, su mejor biógrafo-, era Calzada el español con mayor prestigio y más influencia de los que allí había. Hay muchas pruebas de ello y una la tenemos en que cuando los gobiernos español y argentino acuerdan la celebración con toda solemnidad del IV Centenario del Descubrimiento de América, designan a Calzada como presidente de la comisión que se forma. El prestigio que ya entonces tiene Calzada sobrepasa el ámbito del Río de la Plata y llega, lógicamente, a Paraguay, donde, en 1892, a la avenida Recoleta se le cambia el nombre por el de España, y también a Chile, como lo pudo comprobar en la visita que llevó a cabo en 1889. El reconocimiento de que gozaba Calzada en España era comparable a su preocupación por todo cuanto se relacionaba con su país de origen».

Había nacido en Navia el 23 de enero de 1854 y fue bautizado en la iglesia parroquial al día siguiente. Era el mayor de los seis hermanos vivos, de los cuales cinco fueron emigrantes. Uno de ellos, Carlos, marchó a Cuba, y los otros cuatro fueron a Argentina, quedando en Navia una de las hermanas, y como escribe Víctor García Costa, «dejaron huella». El de huella más profunda fue Rafael, indiano multifacético, adalid republicano, escritor, elocuentísimo orador (según la terminología de la época), periodista, autor de «cuentos emocionantes» y fundador de la población Villa Calzada, próxima a Buenos Aires, que según el poeta Salvador Rueda consiguió triunfar en el «epiléptico torbellino de Buenos Aires» y a quien F. A. Barroetaveña calificó como «un "specimen" de Garibaldi civil, tan español como americano, que puso al servicio del progreso y del bien público de ambos mundos todas sus vigorosas y nobles energías, como noble ciudadano de la Península y del Mundo de Colón».

Cuando los ingenios americanos se despeñan por la «barranca abajo» del elogio desmesurado y a toda costa, no hay quien los frene, y por lo general sueltan lo primero que se les ocurre a condición de que sea sonoro. ¿Qué tiene que ver Rafael Calzada con Garibaldi salvo que ambos anduvieron bajo la Cruz del Sur, los dos fueron republicanos y también a Garibaldi le dio por escribir, en su retiro de Capri, dos o tres novelas deplorables? Pero si al señor Barroetaveña le parece ajustado comparar a Calzada con Garibaldi, a mí no me parece mal, porque un aventurero de la talla de aquel gran «condottiero» del siglo XIX me resulta simpático. Ahora bien: Calzada no evoca a un «condottiero», sino a un abogado que triunfa dedicándose a la política y a los negocios.

Los primeros estudios de Calzada los realizó en su propia casa, ya que su madre era maestra aunque no estaba en activo, y más tarde en la escuela de Navia, de la que era maestro Francisco Alonso Trelles, de Coaña y padre de otro emigrante singular, José María Alonso Trelles, que se haría famoso al otro lado del charco como uno de los principales representantes de la poesía gauchesca con el pseudónimo de «Viejo Pancho». ¿Coincidieron Calzada y Viejo Pacho más allá del mar? América es muy grande, pero todo es posible. Seguidamente estudió latín en Coaña con un ex seminarista de Mondoñedo, sabio latinista según Eva Canel, y el Bachillerato en el instituto de Tapia, en el que muy tempranamente se significó como republicano precoz, pronunciando un discurso en la campaña electoral de 1869 que con el título de «Al pueblo», fue impreso por cuenta del Comité Republicano de Navia. Al parecer tales ideas le venían de su padre, amigo de Pi y Margall.

Luego inicia los estudios de Derecho en Madrid, donde compagina la asistencia a las aulas con la práctica en el bufete de Pi y Margall. Después de pasar por la Universidad de Barcelona el curso 1871-72, volver a la de Madrid y reintegrarse al bufete de Pi y Margall, se licencia en la Universidad de Oviedo en junio de 1875, con 21 años. Precisamente esos 21 años fueron los que determinaron que emigrara a América, ya que su propósito era ser juez, pero tenía que esperar a cumplir los 25 años para opositar; y aunque su tío, el abogado Eduardo Rayón, quiso quitárselo de la cabeza, alegando que a América sólo emigraban los hijos de los campesinos que no poseían más ciencia que la fuerza de sus brazos, Rafael Calzada marchó a Montevideo, adonde llega el 29 de octubre de 1875, viajando en primera, lo que es una manera bastante peculiar de emigrar. De Montevideo se cansa pronto, y el 19 de noviembre pisa por primera vez Buenos Aires, la ciudad en la que residirá el resto de sus días, salvo los inevitables desplazamientos fuera de ella por motivos políticos (fue diputado republicano en Madrid) y de negocios.

Su primer trabajo en Argentina lo hizo como abogado en el bufete de José María Moreno, catedrático de Derecho Civil en la Universidad de Buenos Aires, que le ayudó a la revalidación de su título. Las cosas debieron irle bien porque en 1876, al año de establecido en Buenos Aires, cuenta con despacho propio y dirige la «Revista de Legislación y Jurisprudencia». En 1878 es admitido como socio del exclusivo Club Español, del que llega a presidente ocho años más tarde: lo que indica que Calzada a donde llegaba, besaba el santo, según el conocido refrán. También fue abogado del Consulado Español, lo que le permitía intervenir en las testamentarías de los españoles que morían sin herederos en argentina, y en 1879 funda el Ateneo Español y es socio honorario del Colegio de Escribanos de Buenos Aires. Reconocimiento o condecoración que le proponían, la aceptaba, aunque fuera de la latón.

Debido a una actividad profesional y social incansables y sabiendo encontrarse siempre en el lugar adecuado, donde actúa en el momento oportuno, antes de los treinta años, según Martín Dedeu, había alcanzado «legítimos y ruidosos éxitos, que hicieron muy pronto de su estudio uno de los más acreditados de Buenos Aires». Entre los casos famosos que le tocó defender figura el del cabecilla de una banda conocida por «los caballeros de la noche», que habían sacado del cementerio de la Recoleta el cadáver de una acaudalada señora para exigir rescate, el caso conocido como el de «La niña de los dos padres», o la intervención en la sucesión de la herencia del dictador Juan Manuel de Rosas, muerto en el destierro, en Southampton, el cual tenía tres mujeres, y una herencia complicada, por tanto. Actuando en casos como éstos, no es de extrañar que se haya hecho en poco tiempo un abogado muy popular. En 1889 ingresa en la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Argentina.

Simultaneándola con la jurídica, la actividad periodística de Calzada, tanto en España como en Argentina, obedece a motivos políticos y vocación. Después de colaborar en «La Discusión», controla «El Correo Español» hasta que en 1903 se convierte en sociedad anónima, en la que preside en consejo de administración, y «se dice», apunta cautamente Rafael Anes, patrocinó «El Porvenir Asturiano», editado en Navia y dirigido por Carlos Fernández Calzada. A la labor periodística añade la literaria de creación, siendo calificado por Vicente Blasco Ibáñez en 1903 de prosista notable y de importante poeta, capaz de convertir un artículo del periódico en una obra de arte. Calzada publicó su autobiografía con el título de «Cincuenta años en América» y sus «obras completas» fueron publicadas por el librero de Buenos Aires Jesús Menéndez, natural de Oviedo y compañero de Calzada en la Universidad, previstas en un total de diez volúmenes. Narrador además de periodista y poeta, sus cuentos fueron coleccionados en un volumen que lleva el imaginativo título de «Narraciones», más otro independiente titulado «Katara», que contiene una narración de ambiente polinésico. «La patria de Colón» es un estudio histórico, y «Cincuenta años en América», en dos volúmenes, es, además de sus aspectos autobiográficos, una historia del desenvolvimiento de la colonia española en Argentina. Y otros volúmenes contendrían los artículos de periódicos, y los discursos tanto políticos como forenses y de circunstancias, y completarían las «obras completas» la reedición del libro «Galería de españoles ilustres».

Elegido diputado republicano en Madrid, fue víctima de pucherazo descomunal, pero al fin pudo ocupar su escaño de 1905 y 1907, haciéndose notar por su oratoria y por su decidida oposición a la ley de Administración Local de Maura. Perdido el escaño, en 1908 regresa a Argentina.

Una de sus empresas más memorables fue la fundación de Villa Calzada, próxima a Buenos Aires, del Barrio España en Rosario y de la Colonia Calzada en Navia. También fue el autor de los estatutos y presidente de la Asociación Patriótica Española, de la Liga Republicana Española y de la Federación Republicana Española de América. Su republicanismo, un tanto retórico, era indesmayable. Quien acabó claudicando a causa de la edad y los achaques fue Calzada, muerto en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1929.