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La revelación industrial

La villa tinetense, emprendedora e inquieta pero demográficamente estancada, echa en falta un plan de acción conjunto que haga germinar sus múltiples potencialidades en el terreno fabril, agroalimentario y forestal

La revelación industrial

El jueves se ve y se oye enseguida en la avenida del Conde de Campomanes. Con el invierno en tregua en las alturas hostiles de la sierra tinetense, el mercado de Tineo estrecha las aceras alineando cestos, fundas para móviles, relojes y carteras, figuritas, madreñas, cencerros, alfombras y mucha ropa. Por encima del murmullo, Marcela Morelo canta «Corazón salvaje» por los altavoces de un puesto de discos que promociona la mercancía a todo lo que da el volumen. Pronto habrá quien contemple la calle llena, ladee la cabeza y recuerde que hubo un tiempo en que de aquí a la plaza del Fontán se vendían cerdos criados en los alrededores de la villa y que donde hoy se compra para vestir de baratillo había huevos, fruta y verdura traída fresca desde las tierras fértiles del segundo concejo más extenso de Asturias. Éste de ahora es ya el modelo de mercadillo estándar; engaña con la algazara bulliciosa del jueves -«vienes un martes y esto parece un pueblo del Oeste», dirá un vecino- y despista con el género impersonal, como si esta villa no tuviese nada propio que ofrecer. Mentira. Esas apariencias ocultan las múltiples singularidades de la cabecera urbana de este municipio industrioso y rural, el más lechero de Asturias con sus 120 millones de litros de cuota láctea. Minero y agrario, inquieto y emprendedor, teóricamente potente y a veces desaprovechado, se oye en el análisis del vecindario.

Antes de entrar viniendo desde La Espina, la villa marca músculo en La Curiscada. El polígono industrial, 64 empresas y medio millar de empleos, es el mayor del Occidente y la materialización del espíritu imaginativo de esta tierra sembrada con muchos recursos con recorrido. Está su embutido autóctono, el chosco, un coto de pesca intensiva artificial con miles de visitas al año, bosques y feria forestal de referencia internacional y, en general, estando donde está, todo lo que le dan estas «tierras madres pródigas» a las que escribió en el siglo XVIII José María Ignacio de Merás-Solís y Alfonso, «El ciego», señor de las casas de Merás y Solís, poeta neoclásico y antiguo habitante del palacio con dos torres que se alza en la calle Pío Cuervo. El palacio de Merás sobrevive hoy rehabilitado y transformado en flamante hotel de cuatro estrellas y su silueta añeja, modernizada y sacada de la ruina por «capricho» del empresario tinetense Benjamín Alba, puede servir para ilustrar el fondo. Hay muchos cabos de donde tiro, el problema es la manera de hacer rentables las potencialidades, vendrán a decir los vecinos; dar con los ingredientes de la fórmula para sacarle todo el partido a esta buena simiente y a las tierras pródigas. Unos lo van a llamar unión, otros cohesión social y los más una apuesta decidida por dejar aquí los frutos de esa iniciativa que se percibe casi a simple vista. «Necesitamos gente joven que invierta y haga cosas, así la villa tendrá futuro», concreta Benjamín Alba.

«La gran ventaja que tiene Tineo es que tiene un motor», resumirá en breve un tinetense adoptado. Cuco Nieto es coruñés y gerente de la cooperativa ganadera Ugati, setecientos socios de éste y los concejos limítrofes. Por eso sabe mejor que nadie que las explotaciones de vacuno «tienen un futuro muy negro», pero defiende inmediatamente que en Tineo no se pueden dejar de ver otros muchos «recursos y oportunidades». Eso sí, pero tal vez no «un plan de acción», he ahí un problema. «Los suizos hacen relojes porque allí había relojeros, sí, pero como en cualquier otro sitio. La diferencia es que ellos potenciaron a los relojeros, ayudaron a los empresarios a evolucionar y aquí somos especialistas en machacar los recursos».

Café de Tineo como relojes de Suiza, no hay tradición cafetera, pero sí una empresa familiar del ramo, El Gallego, que ha progresado hasta hacerse Cafento, el mayor grupo cafetero de capital español. Mirando hacia la gran fábrica de 14.000 metros cuadrados, a sus noventa puestos de trabajo y a la apuesta de la compañía por quedarse en la tierra donde nació, resalta la certeza de que «el futuro es inversión e iniciativa». Más ideas buenas con menos obstáculos para que se instalen aquí. El espejo de la familia Rodríguez Peláez le vale a Jesús Rodríguez, antes alcalde de Tineo y ahora director del Centro de Educación de Personas Adultas del Suroccidente, para confirmar que el motor de La Curiscada funciona, pero pide más gasolina. Agradecería al menos una asociación de empresarios, una fusión de intereses que haga fuerza y dé valor y rentabilidad a lo propio. «Yo no esperaría que nadie que no seamos nosotros hiciese nada», constata Carlos Manuel Rodríguez Peláez, consejero delegado del grupo Cafento y miembro de la familia fundadora. «No es un asunto de dinero, sino de ideas. Se debería establecer un ámbito de unión y de generación de debate estructurado que saque conclusiones y concrete acciones».

A la vista engaña también la configuración urbana de la capital tinetense, encaramada a 673 metros de altitud en la falda de la sierra prelitoral a la que da nombre. Esta ciudad pequeña que se ve al andar funciona en realidad «como un pueblo grande», asegura Jesús Rodríguez con el refrendo de los que acuñaron en el refranero popular la sensación de que Tineo «como villa no es ninguna maravilla; como braña, la mejor de España». «No hay mentalidad de ciudad», apostillará Laureano Víctor García, cuarta generación de comerciantes con tienda de tejidos en la avenida González Mayo y presidente de la Agrupación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago del Norte. Cualquier paseo, vuelve Jesús Rodríguez, descubrirá que «Tineo sigue siendo un pueblo. Grande, pero con la misma estructura de pueblo de los años cuarenta, cincuenta o sesenta. El comercio de la villa es el mismo. Entro en las mismas tiendas que entraron mis abuelos y prácticamente a comprar los mismos artículos. Y eso no es un aliciente».

La vida que se percibe los jueves, vuelven las apariencias engañosas, oculta el retroceso de una población que paulatinamente se aleja de los 4.000 habitantes que bordeaba en el año 2000. Los menos de 3.700 que resistían aquí al finalizar 2009 componen la vida envejecida de esta capital de un municipio que por su extensión y fuentes de riqueza tradicionales se ha hecho prototípico en el retroceso demográfico de la Asturias rural. Tineo ha perdido casi 2.000 moradores en la primera década del siglo y cerca de 10.000 desde 1980; la caída menos dolorosa que ha experimentado su capital, de 3.800 a menos de 3.700 entre 2000 y 2009, se amortigua por el magnetismo de la oferta urbana de servicios y por «la gente de los pueblos que ha venido a vivir a la villa», asegura Jesús Rodríguez. Pero aquí el contrapeso también pesa mucho, el fenómeno del éxodo de sentido contrario hacia la gran ciudad encuentra ejemplos múltiples y una explicación con muchas estrías que al final contrae inevitablemente la población de la villa. Por un lado, la doble reconversión del concejo, la minera y la agraria, concedió «prejubilaciones que llevaron mucha población fuera del concejo», sigue Laureano Víctor García. Por otro, y por si alguien dudaba, el último empujón se lo dieron otras peculiaridades de Tineo, una villa por la que pasó de largo el boom urbanizador de este comienzo de siglo, pero en la que se ha quedado a vivir la eterna marginación de las carreteras inconclusas. La villa se desgañita pidiendo el final de la autovía Oviedo-La Espina. El alcalde, el socialista Marcelino Marcos Líndez, aplaudiría por el momento la primera calzada y Cuco Nieto resume la aspiración y las frustraciones colectivas sobre las vías de comunicación: «No queremos que nos las hagan, queremos que nos las terminen». Pero la obra está parada, la factura pasada a nombre de la villa y del concejo y hasta hay aquí quien se atreve a cuantificar los daños. «Es cierto que se han creado empresas en el polígono y que hay gente apostando fuerte», apunta Benjamín Alba, «pero La Curiscada podría ser tres veces mayor y tener 2.000 trabajadores en lugar de quinientos si tuviese conexiones adecuadas».

O si hubiera habido a tiempo casas y cosas. Más casas nuevas para comprar y más cosas que hacer para que Cornellana y Salas dejen de llenarse los domingos de gente de Tineo, observa Pablo Osendi, directivo de la asociación de pescadores El Banzao. La fractura social y la oferta de ocio lastiman; la parálisis de la construcción va a doler aún algún tiempo. Hace unos años, lamenta Alba, «Tineo era el único sitio de España donde no había grúas» y esta villa, le sigue Cuco Nieto, «va a pagar durante mucho tiempo que el boom urbanístico no haya pasado por aquí». Tuvo su propia expansión, sí, pero a destiempo, «veinte años antes y de manera desorganizada, porque aquí se hacían los edificios antes que las calles» y para ir del barrio de El Viso al de Santa Teresa, que «están pegados», «había que recorrer tres kilómetros», rememora Laureano Víctor García. Ahora, en plena crisis y otra vez a contracorriente, en la recién reurbanizada plaza de Las Campas acaba de comenzar la construcción de un bloque de 62 viviendas. ¿Por qué ahora?, pregunta Benjamín Alba, «porque el pueblo apostó por ellas», se responde, porque después de un largo y conflictivo proceso el edificio lo pagan los compradores en régimen de cooperativa. El Alcalde, entre tanto, se dice orgulloso de la transformación urbanística y de «la modernización urbana» que ha experimentado la villa y después de apuntalar la tesis señalando hacia la plaza del Ayuntamiento, recién acondicionada, advierte de que la construcción retraída viene, a su juicio, de muy atrás: «Desde 1990 no hubo un plan de ordenación hasta que llegamos nosotros y para cuando se empezó a aplicar y a construir, ya había comenzado la crisis».

En Tineo, la reivindicación de las carreteras pone signos de admiración. Parada la obra de la autovía A-63, esa que prometía poner la villa a poco más de media hora del centro de Asturias, el empresario Benjamín Alba se queja de que con este asunto, esencial para el desarrollo de la industria tinetense, «llevan engañándonos cuarenta años».

La estrella de las promesas incumplidas viene en Tineo de la campaña electoral de 2003, cuando el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, garantizó que habría en Tineo un gran complejo automovilístico del que prácticamente nada se ha sabido desde entonces. El Alcalde asegura que la Ciudad del Motor tiene más de dos millones consignados en los presupuestos regionales de 2011, pero aquí nadie se cree ya casi nada. Incluso hay quien opina, como Jesús Rodríguez, que tal vez «ya no deba hacerse», aunque la villa necesita lo que el complejo fue en su momento, «un proyecto suficientemente importante capaz de aglutinar en torno a él todas sus potencialidades».

Para dinamizar la vida social en la villa, el Ayuntamiento ejecuta un complejo deportivo con una inversión de 6,5 millones de euros, piscina homologada para competiciones europeas, saunas, gimnasios, dos pistas de pádel, una polivalente con recorrido de footing alrededor. El Alcalde asegura que se cumplen los plazos y que la idea es tenerlo «a lo largo de este ejercicio».

El polígono de Tineo, el mayor del occidente con sus casi 277.000 metros cuadrados, está en camino hacia su tercera ampliación para que el Alcalde presuma de tener «el concejo donde más suelo industrial se ha ejecutado con fondos mineros. ¿Por qué? Porque le damos prioridad».

«La transformación de la fisonomía de la villa» que se ha propuesto el Alcalde tiene el centro estéticamente modificado, pero «aún nos queda», asume Marcelino Marcos Líndez. La continuidad del proceso de «modernización» localiza los próximos pasos en el barrio de El Castillo o el ambiente más rural del área de Cimadevilla.

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