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La Asturias que dibujó Richard Ford

El viajero inglés dejó constancia de su paso por la región con un boceto de Gijón y otro de Oviedo que ahora pueden verse en la exposición de doscientas de sus obras en Madrid

Recorrido de Richard Ford en su viaje por España. modem press

Era el 20 de mayo de 1832 cuando Richard Ford (1796-1858), el viajero hispanista británico que residió en España entre 1830 y 1833, arribaba a Ribadeo, "ciudad con un privilegiado emplazamiento en la desembocadura del Eo, que se atraviesa con un ferry, más allá de la cual discurre paralela a la costa" una carretera "hermosa pero pesada, ya que era un continuo [...] cuesta arriba y cuesta abajo". El viajero no tuvo tiempo para dibujar esa tarde y esa misma noche de los albores del verano de 1832 llegó a Navia, "que tenía un mesón decente", y a la mañana siguiente alcanzó Luarca, "anidada en una protegida ensenada", atravesando comarcas "densamente pobladas y llenas de maizales", con casas más confortables que las de Galicia ya que "a menudo tenían ventanas con cristales", y donde los "trajes y las maneras cambian y mejoran a medida que se avanza hacia Asturias".

Pero las siete leguas hasta Muros de Nalón les costó "nueve horas de cabalgar" por escenarios que "se parecían a los de Devonshire" (como recordaría cuando, más tarde, residió allí). No le impresionó Avilés, "una ciudad vieja y lúgubre", con poco "que mereciera la pena ver", aunque sus mujeres le parecieron "bastante hermosas". Tras hacer un único boceto de la lejana Gijón sin entrar en la ciudad, giraron hacia el interior para ir directamente a Oviedo, a la que describió como "una hermosa y limpia ciudad", cuya catedral, si no grande, era "muy bonita y elegante" y contenía numerosas y viejas reliquias. De sus otros monumentos, "el antiguo palacio de Santa María en la cuesta de Naranco" se encontraba "decentemente mantenido por la vicaría", pero la cercana iglesia de San Miguel de Lillo estaba "arruinándose rápidamente, en estado de vergonzoso abandonado y desacralizada".

Al dejar Oviedo, Ford siguió la carretera de la diligencia, "que iba cuesta arriba hacia el Sur a través de Olloniego y Mieres, ofreciendo bellas vistas", hasta llegar al puerto de Pajares, "con una tolerable posada y una trucha excelente". Era ya el 25 de junio y Ford abandonaba Asturias rumbo a La Robla (León) en el que había sido un breve paso por la región, de la que sólo había contemplado, una parte del occidente y del centro de la misma.

Todas estas impresiones sobre Asturias las plasmó Ford en su conocida obra "Manual para viajeros por España y lectores en casa", un libro de referencia ineludible de la literatura de viajes en el siglo XIX, que fue publicado en Londres en 1844. Richard Ford también realizó muchos dibujos, acuarelas, a lápiz, a tinta..., en sus tres años de viajes por España, se calcula que cerca de 500, aunque nunca se publicaron en las sucesivas ediciones de su manual, ya que estas ilustraciones fueron pegadas en álbumes que se han mantenido en el patrimonio familiar.

Ahora, cerca de doscientas de estos dibujos pueden observarse en la exposición que, de la mano de la Fundación Mapfre y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se abrió el pasado 16 de noviembre en Madrid, y nos permiten reconstruir la imagen de España, tal como era en los años posteriores a la guerra contra Napoleón y al inicio de la moderna ciudad decimonónica. La mayoría de los doscientos tres dibujos seleccionados en la exposición son obras inéditas hasta ahora, lo que la convierte en una ocasión única para descubrir la imagen de España que embriagó a los viajeros románticos.

Entre ellos, la mayoría referentes a Andalucía, principalmente, a Sevilla y Granada, aunque hay estampas de Extremadura, Madrid, Santiago de Compostela, Cataluña, Zaragoza..., dos dibujos de Oviedo y Gijón. Ambos hechos desde lejos, de hecho Ford los tituló, "Oviedo y Gijón desde la lejanía" y en los que apenas se pueden intuir el apiñamiento de casas en torno a la torre de la catedral gótica de la capital del Principado, o el núcleo poblacional de Gijón en Cimadevilla. Y es que hay que tener en cuenta que en aquella época ambas ciudades apenas pasaban de los 5.000 habitantes.

Se sabe que Ford dejó constancia gráfica a su paso por Asturias de aspectos de la costa, de Luarca o de Santa Cristina de Lena, aunque los mismos no aparecen en la actual exposición.

El conjunto de ilustraciones de Ford es, en fin, una ventana al paisaje de España tras la guerra contra Napoleón, cuando ya se esbozaba el espíritu de las ciudades modernas españolas del siglo XIX. Los intelectuales y artistas del Romanticismo veían en España un singular ejemplo de exotismo europeo, un territorio en el que se unían influencias árabes y judías con la siniestra herencia de la Inquisición católica. Ford la definía como un "curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie" y utiliza el dibujo para aproximar a la mirada anglosajona a ese "Oriente cercano y confortable".

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