¿Fusionar la emisión de una serie en directo con la posibilidad de que los espectadores la comenten sobre la marcha? Es decir, ¿un híbrido entre una red social y un portal de vídeo en "streaming"? El viernes pudimos ver un experimento bastante ambicioso por parte del canal Fox, que emitió a las diez de la noche el primer episodio de uno de los platos fuertes de su próxima programación, Outcast. Lo hizo en Facebook Live con subtítulos y, aunque en el escenario español las cifras de usuarios no fueron para tirar cohetes (empezó con poco más de 400 y nunca llegó a los 600, con oscilaciones casi a cada segundo), la experiencia sirvió para hacerse una idea de lo que sería esa alianza entre ficción y comentarios instantáneos, algo que hasta ahora sólo conocíamos en eventos del mundo del espectáculo como las retransmisiones de los "Oscar", los "Goya" o Eurovisión. El estreno se produjo simultáneamente en 61 países europeos y africanos. La serie entera llegará a partir del 6 de junio, aunque el primer episodio se puede ver ya en vídeo bajo demanda con operadores telefónicos que tengan el servicio Foxplay.
A primera vista, no es lo mismo opinar sobre la marcha de una gala que se ponga por delante que hacerlo sobre una serie de televisión o una película que exigen concentración para seguir la trama y meterse en ella sin distracciones. Sobre todo si, como es el caso de "Outcast", estamos hablando de un género de terror en el que la creación de atmósferas y la generación de tensiones es algo básico para que el tinglado funcione. Tener el dedo en el gatillo para disparar frases no es lo más aconsejable. Y con el añadido, además, de que la emisión es en una red social, con la irrupción constante de notificaciones o mensajes de otros contactos. Un follón.
"Outcast" va de exorcismos y está inspirada en un cómic de Robert Kirkman, el mismo de The Walking Dead. El primer capítulo, sin ser especialmente memorable, logró lo que pretendía: crear expectación gracias a un reparto convincente, a una atmósfera lúgubre y a una inteligente dosificación de los sustos sin abusar del gore, aunque algo de sangre y vómitos sí que hay. Se parece más a la vetusta El exorcista de los años setenta (niño incluido) que a las últimas películas del subgénero con las que la pantalla se llena de sustancias indigestas. Los comentarios merecen mención aparte. Por supuesto, no faltaron los enemigos de los subtítulos que reclamaban el doblaje como posesos (nunca peor dicho), ni los trolls que se tomaban a chirigota los momentos de mayor tensión (sí, sí, como los graciosillos de las salas de cine). La mayor parte de las opiniones eran favorables (genial, una pasada, qué yuyu, guay) aunque también hubo quien soltó un displicente "no me convence". Y alguno se contradecía pidiendo a los demás que dejaran de escribir y vieran la serie. "Ven a por mí" es la desafiante frase con la que termina el primer episodio y que podría servir perfectamente para lo que simboliza, en el fondo, esta forma de emitir ficción, contenidos, menús: el consumidor ya no es sujeto pasivo. Tiene el mando. Espera a que vayan a por él y lo seduzcan sin renunciar a disfrutar de varias cosas a la vez: ver, oír y no callar. Es juez y (com)parte.
