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Olaya Valdés aparca su carrera de marino mercante para hacer queso en los Picos de Europa

"Es más peligroso caminar de noche por la ciudad que vivir sola en el monte", dice la joven avilesina, que elabora gamonéu en la majada de Gumartini

Olaya Valdés en un buque

Olaya Valdés Menéndez tiene 24 años y una cosa muy clara: que si existe un paraíso en la tierra éste tiene que estar por fuerza en la majada de Gumartini, en pleno corazón del parque nacional de los Picos de Europa. Esta marino mercante que domina tres idiomas decidió abandonar a comienzos de junio la comodidad de su Avilés natal para instalarse en una cabaña en la montaña de Covadonga, donde aprende a elaborar queso gamonéu gracias a un programa de la escuela de pastores. Lejos de echar de menos el bullicio de la ciudad, Valdés se muestra "muy agradecida" de vivir en un lugar en el que no hay televisión ni internet y el móvil sólo coge cobertura a ratos. "Hay siempre tanto trabajo que uno no tiene tiempo de aburrise", relata la joven, que empieza la jornada catando a mano ovejas y cabras con las primeras luces del día. Después toca aprender los secretos para elaborar el mejor gamonéu del puerto, una variedad de queso conocido como el "oro blanco" de los Picos de Europa porque cotiza a 38 euros el kilo en el mercado. La joven no tiene una mentora cualquiera: la mítica pastora de Gumartini Covadonga Fernández, que atesora incontables premios por la calidad de su producción, se encarga personalmente de darle clases prácticas en la majada. Allí permanecerá elaborando gamonéu esta graduada por la Escuela Superior de Marina Civil de Gijón hasta que las primeras nieves de octubre la obliguen a bajar de nuevo a la civilización. "Si no encuentro trabajo de lo mío, elaborar quesos es una opción y mis padres me animan a hacer lo que me guste. A priori me gustaría trabajar en un petrolero o un gasero por una temporada", explica la nueva inquilina de Gumartini, que en 2013 se embarcó en un buque escuela alemán con el que durante un mes recorrió el Mediterráneo hasta Tenerife. Dos años más tarde repitió experiencia, esta vez en un oceanográfico español que le permitió viajar durante un par de meses por el mar del Norte y el Báltico como alumna de puente. Valdés defiende que, lejos de lo que se pueda pensar, la vida en el mar es muy similar a la de la montaña. "En ambos casos estás aislado, rodeado de poca gente, sin cobertura, en contacto con la naturaleza y disfrutando de unos amaneceres espectaculares", enumera la joven, que está a punto de acabar su segunda carrera universitaria. "Quizá el trabajo en la montaña es más físico y echo un poco de menos la playa. El día a día aquí es muy duro, pero a la vez reconfortante", reflexiona. Cuando la gente le pregunta si no tiene miedo a vivir sola en una cabaña, la aprendiz de pastora siempre responde lo mismo: "Más peligroso es caminar de noche por la ciudad, donde además te vuelves loco para encontrar un aparcamiento y hay que hacer colas para todo".

La avilesina se enteró de la existencia de la escuela de pastores por un artículo de LA NUEVA ESPAÑA en el que aparecía el exalumno Nel Cañedo, famoso por colgar vídeos en las redes sociales reivindicando mejoras en la zona rural. "Los animales siempre me gustaron. En 2014 fui a visitar a una amiga de infancia en Huelva cuya familia tiene una granja de cabras y allí aprendí a ordeñar, pero queso nunca había hecho y me llamó la atención", cuenta la mujer, que afronta su estancia en la majada de Gumartini como una "etapa de aprendizaje, lejos del estrés de la ciudad".

Valdés tiene por delante tres meses para aprender que la alimentación del ganado en los pastos de altura, la materia prima utilizada, el tiempo que se le dedica al queso o el periodo de maduración en cueva son determinantes para la caracterización del queso gamonéu, una mezcla de leche cruda de cabra, oveja y vaca considerada la joya gastronómica de los Picos de Europa.

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