La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pavo real, el ave divina

Originario de India, Alejandro Magno lo introdujo en Occidente, donde fue un símbolo de riqueza y poder antes de popularizarse como especie de adorno

Pavo real, el ave divina

El concepto de "ave de adorno" parece creado exprofeso para el pavo real. Pocas especies hay, entre las once mil y pico descritas, que igualen sus méritos a rey de la belleza, un título que, sin duda, le otorgaría una encuesta popular frente a otros candidatos igualmente destacados pero menos conocidos. No en vano, su magnífico aspecto, en especial el que presenta cuando se exhibe ante las hembras, con su cola, llena de "oropeles" y "brocados", abierta en abanico (en realidad, la cola es pardo oscura y de longitud moderada; son las supracoberteras caudales las que crean el adorno y dan el color), siempre ha despertado admiración y lo ha incorporado a la mitología, el folclore y el simbolismo de las culturas a las que se asocia por su distribución natural o como producto de introducciones antiguas. Ese aprecio ha hecho que hoy sea un ave difundida por medio mundo para el puro lucimiento de su exuberante belleza, en otros tiempos expresión de riqueza y poder. Asturias mantiene pavos reales en varios parques urbanos; el de Oviedo perdió hace días su último macho adulto, muerto por un perro. Un final miserable para el ave que los griegos elevaron a "divina".

La "cuna" del pavo real común es el subcontinente Indio, incluida la isla de Sri Lanka (el apelativo "común" se debe a que hay una segunda especie, el pavo real cuelliverde, más oriental). Para los hindúes es un ave sagrada, la montura del dios Kartikeya, hijo de Shiva y Parvati, y se encuentra muy presente en el folclore, que considera (falsamente) su carne como un antídoto para las mordeduras de serpiente (es un gran cazador de ofidios, esto sí es cierto); los cingaleses, el grupo étnico mayoritario en Sri Lanka, van más allá y le atribuyen virtudes curativas contra el reuma, los miembros dislocados, las afecciones oculares (por los ocelos de sus plumas ornamentales) e, incluso, las mordeduras de rata.

Fuera de la India, las primeras referencias al pavo real común se remontan a los tiempos del rey Salomón, en el siglo X antes de Cristo. Se sabe que los fenicios lo llevaron a Siria y a Egipto, aunque fue Alejandro Magno, en el siglo IV antes de Cristo, el que lo extendió por Occidente, comenzando por Grecia; aquí se incorporó a la mitología (según la cual la diosa Hera colocó en su cola los ojos que cubrían el cuerpo del dios Argos, tras la muerte de éste) e inició una rápida difusión.

El pavo real se instrumentalizó inicialmente como una expresión de riqueza y poder, como forma de ostentación del estatus social, y esta valoración lo convirtió en manjar necesario en los banquetes, ya en la antigua Roma. También cumplía esa función en los jardines, exhibiéndose, mostrando su belleza y su magnificencia, aunque lo que tiene de deslumbrante por su plumaje lo tiene también de molesto por su estridente reclamo, como ya dejó escrito el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi (o Aldrovandus) en la Edad Media, quien tildó su voz de "odioso ruido". Tal valoración, sin duda exagerada, no ha evitado que el pavo real común se popularizase como ave de adorno en parques y jardines, una exposición pública que ha hecho a esta especie universalmente conocida.

Compartir el artículo

stats