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Un proyecto para los tres centenarios

Covadonga bien vale un funicular

Hace más de un siglo que se planteó el primer remonte a la basílica y ha sido una idea recurrente nunca realizada

El funicular de Bulnes en la estación inferior

De siglo en siglo, a la clase política asturiana se le ocurre la idea de subir en volandas a los visitantes de Covadonga. De hecho, la idea de construir un funicular desde El Repelao hasta el santuario tiene ya más de cien años: se intentó sin éxito habilitar un remonte mecánico para el anterior centenario de Covadonga, en 1918, y se anuncia ahora de nuevo más o menos lo mismo. Todo lo esbozado hasta el momento acabó en fracaso. Planes, proyectos... papel mojado.

La historia del funicular de Covadonga comienza en el año 1908, cuando fueron más de 100.000 los viajeros que circularon en el tranvía de Arriondas al santuario. Fue tal el éxito en el primer año de funcionamiento de aquel tren a vapor, ideado para transportar tanto pasajeros como mercancías (hierro y manganeso de las minas de Buferrera), que se empezaron a oír voces que reclamaban algo más: un funicular para facilitar el acceso a los visitantes hasta el santuario, pues la mayor parte de ellos se veían obligados a recorrer a pie el kilómetro que separaba la estación de la cueva y la basílica por la escasez de coches de alquiler, con el consiguiente trastorno en días calurosos o de tormenta.

El coste del remonte se estimó entonces en 100.000 pesetas (600 euros). Hubo un importante movimiento ciudadano en favor del proyecto y se abrió una suscripción para sufragarlo. La propia infanta Isabel, hermana del rey Alfonso XII, fue accionista.

El asunto se movió con rapidez. Tanto que en octubre de aquel mismo 1908 se elaboraba un proyecto y se daba por hecho que las obras del funicular comenzarían antes de fin de año y que estarían acabadas en junio de 1909. Optimismo a raudales.

El coste del remonte se había recalculado: 150.000 pesetas (900 euros), y ya se habían repartido incluso las aportaciones que harían dos compañías de ferrocarriles y varios benefactores pudientes. Un año más tarde ni habían comenzado las obras ni había proyecto, aunque seguían recaudándose fondos, mediante la venta de 1.600 acciones de 100 pesetas (60 céntimos de euro), para crear una sociedad anónima con un capital de 160.000 pesetas (961 euros).

En agosto de 1911, a pesar de que en la prensa de la época se calificaba la obra del funicular de "patriótica", el dinero recaudado no llegaba ni a la mitad de lo previsto: 76.100 pesetas (457 euros).

En 1918, año del XII Centenario de Covadonga y los orígenes del Reino de Asturias, el proyecto estaba paralizado y la Diputación Provincial de Oviedo pedía ayuda en mayo al Gobierno español para construir el funicular. Una solicitud que se repetía en agosto, mediante un escrito al presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, que suscribieron el cabildo, el Ayuntamiento de Cangas de Onís, la Diputación Provincial y la Junta Regionalista del Principado.

Reclamaban, entre otras cosas, la transformación del santuario, que carecía de accesos adecuados y cuya basílica presentaba deficiencias, y la construcción del funicular. Finalmente, el 6 de julio de 1918, la Junta Provincial del Centenario de Covadonga acordaba proponer a la Diputación la construcción del funicular desde la estación del tranvía, en El Repelao, hasta la cueva de la Santina. No hubo más movimientos y, tras las celebraciones del centenario, el proyecto quedó olvidado. Hasta que, en 1924, resurgió brevemente la idea y se buscaron de nuevo fondos, todo indica que sin mucho éxito, entre las colonias asturiana y española de diferentes países de América.

En 1930 hubo un nuevo intento: el director de la empresa Ferrocarriles Económicos de Asturias, Antero Coronas, lanzó en la prensa de la época la idea de electrificar el tranvía de Arriondas a El Repelao y retomar la idea del funicular. No tuvo eco, e incluso el tranvía cerró tres años más tarde.

Del funicular no se supo más hasta 2005, cuando el entonces presidente asturiano Vicente Álvarez Areces anunció a bombo y platillo un ambicioso plan para Covadonga, que incluía un nuevo acceso y un ascensor panorámico para llevar a los visitantes desde la finca de Les Llanes, en El Repelao, hasta el santuario. La idea, que incluía un gran aparcamiento en Les Llanes y la peatonalización de la explanada de la basílica, era que el Principado financiara el remonte y que la gestión correspondiera al Consorcio de Transportes de Asturias.

El ascensor, con dos vagones y capacidad para 120 pasajeros, venía a sustituir otro proyecto faraónico: la construcción de la denominada variante de Muñigu, una carretera de nueva planta que llegaría a Covadonga por la zona trasera de la escolanía y que se completaría con un gran aparcamiento subterráneo bajo la explanada, que a su vez conectaría con la actual carretera de acceso al santuario a la altura del Gran Hotel Pelayo. Eran tiempos de vacas gordas.

Ambos proyectos, funicular y variante, suscitaron gran controversia, el rechazo frontal de los grupos ecologistas y, en el caso del remonte, severas reticencias por parte de la Iglesia de Asturias. Pese a que el Principado llegó a comprar la finca de Les Llanes por 3 millones de euros -más varias prebendas urbanísticas que recibieron los propietarios por parte del Ayuntamiento de Cangas de Onís-, el estallido de la crisis económica provocó una nueva época de vacas flacas y el proyecto del funicular se guardó en un cajón.

En eso llegó 2018, el año del triple centenario (primero de la coronación de la Santina y del parque nacional y decimotercero de los orígenes del Reino de Asturias). Y, hace unas semanas, cuando más arreciaban las críticas porque nada se había hecho para mejorar la imagen de Covadonga con vistas a las celebraciones, el consejero de Infraestructuras, Fernando Lastra, se destapaba con un anuncio para "pasar de las musas al teatro". Parafraseando a Lope de Vega, revelaba el "nuevo paso" ideado para Covadonga: un aparcamiento para 1.200 vehículos en la finca de Les Llanes, un funicular entre este punto y el santuario y la reparación de la vía sacra. Regreso al pasado.

Por primera vez todos están de acuerdo: Principado, Arzobispado y Ayuntamiento de Cangas de Onís. Pero, ¿y el dinero? Los dirigentes autonómicos estiman que el remonte mecánico podría costar hasta 12 millones de euros.

La idea es que una empresa privada financie las obras a cambio de la explotación de la infraestructura. Está todo pensado: será un funicular de ladera, que recorrerá en tres minutos los 272 metros que separan Les Llanes de la zona trasera de la escolanía, salvando un desnivel de 90 metros y una pendiente del 35 por ciento. Podrá transportar a 1.200 pasajeros cada hora, lo que dará respuesta a la máxima demanda: hasta 10.000 visitantes al día durante las etapas vacacionales.

La Consejería ya ha encargado a la empresa pública Serpa un estudio sobre la viabilidad y el impacto ambiental de construir un remonte que mejore el acceso a Covadonga. Como exige la ley, se estudiará la "alternativa cero" (no ejecutar ninguna actuación), pero las autoridades confían en que, un siglo después, esta vez sí, el funicular salga adelante.

Si así ocurre, el funicular de Covadonga se convertirá en el tercer remonte mecánico del parque nacional, después del teleférico de Fuente Dé, en Camaleño (Cantabria), y del tren de cable de Bulnes (Cabrales). El primero que se construyó, cuando aquella zona todavía no era parque nacional (lo es desde 1995), fue el teleférico de Fuente Dé, abierto el 21 de agosto de 1966, tras dos años de obras y con una inversión de 12 millones de pesetas (algo más de 72.000 euros).

Después llegó el funicular de Bulnes, proyectado desde los años ochenta, pero que no se hizo realidad hasta 2001. Costó 1.300 millones de pesetas (7,8 millones de euros) y rompió para siempre el aislamiento de Bulnes, última localidad del oriente de Asturias sin acceso rodado.

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