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Historiadores atrapados bajo “un manto de silencio” con el 23-F

El profesor Rubén Vega y dos doctorandos de la Universidad de Oviedo, Miguel Fernández e Iván Álvarez, señalan la dificultad de profundizar en el 23-F por la falta de fuentes

Historiadores atrapados bajo “un manto de silencio”

En pleno proceso de revisión de la Transición y de la propia figura de Juan Carlos I, el relato oficial sobre el intento del golpe de Estado protagonizado por el teniente coronel Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981 sigue vigente. Es más: los historiadores no aprecian fisuras ni vías efectivas de revisión de un relato que está protegido bajo lo que Rubén Vega define como “un profundo manto de silencio”.

Vega es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo. Iván Álvarez Díaz y Miguel Fernández Turuelo son alumnos del máster de Historia y Análisis Sociocultural, y trabajan en sendas tesis relacionadas con la época: Iván Álvarez estudia la figura de Gustavo Bueno en Asturias en las décadas de 1960 y 1970. Miguel Fernández centra sus investigaciones en el Movimiento de Liberación Homosexual en España en la Transición tardía. Estos tres historiadores, de dos generaciones distintas, se reúnen por vía telemática, invitados por LA NUEVA ESPAÑA, para analizar la vigencia de este relato histórico.

Rubén Vega tiene una perspectiva doble sobre aquellos días, ya que es el único de los tres que los vivió. “Era estudiante, estábamos preparando un examen en casa de una compañera cuando entró el padre de ella desencajado, diciendo cosas incoherentes. ‘¿No lo oís? ¿No lo oís’, decía. Puso la radio y había música militar, pero no entendíamos qué estábamos oyendo”, relata. Visto en perspectiva, Vega considera que el 23-F fue “un momento muy revelador porque estuvo a punto de materializarse un golpe de Estado, pero también porque fue extraordinariamente chapucero; creo que los golpistas eran tan incompetentes en lo profesional como reaccionarios en lo ideológico”. Una incapacidad que, destaca Vega, se constata en cuestiones como que los golpistas no fuesen capaces de controlar las emisoras de radio.

Iván Álvarez y Miguel Fernández, nacidos ambos en la década de 1990, consideran que el relato del 23-F, y de la Transición en general, que les ha llegado está “muy dulcificado”. “Se cuenta que fue un proceso modélico, pacífico y con final feliz, es algo común a la Transición en general y al 23-F en particular. Es un acontecimiento que se vende como el pequeño hito en el que se pudo volver a lo anterior, a la época franquista, y en el que se otorga al Rey Juan Carlos un papel importante de salvador, de una figura que desautoriza ese golpe de Estado y, entonces, todo se cae abajo”, señala Iván Álvarez.

“Tenemos que darnos cuenta de que, desde nuestros dos miles, no se habla de una Transición en la que la Policía mataba a gente, ni de la libertad de la que gozaba una extrema derecha que campaba a sus anchas. La imagen que nos han transmitido es la de un gran hito pacífico, con todos avanzando juntos de la mano y ‘Jarcha’ sonando de fondo. Es un relato que ha servido a ciertos intereses del sistema, pero que no nos podemos plantear desde el presente”, afirma Miguel Fernández.

El coronel Tejero, en la tribuna del Congreso el 23-F. MANUEL PÉREZ BARRIOPEDRO / EFE

Entre las numerosas incógnitas de aquel día, Rubén Vega pone el acento en la tardanza del Rey en dirigirse a la nación: “Tejero entra al Congreso a las seis y veinte, pero hasta la una y cuarto de la madrugada el Rey no hace su discurso. Son siete horas. La explicación es que fue complejo de montar, que hubo que desplazar a una unidad móvil y que el Rey estuvo hablando con las capitanías generales y con los militares, cosa que no dudo. Pero la Cadena Ser estuvo emitiendo en abierto todo el día, y él pudo grabar una cinta magnetofónica, y no lo hizo. ¿De qué iban esas conversaciones? ¿Se trataba de poner firmes a los militares o de pulsar el ambiente y ver finalmente qué hacer?”.

Adolfo Suárez es otra de las figuras que salen reforzadas en este relato. Y los historiadores discrepan sobre su dimensión. “Se habla de Suárez como del hombre bueno que salvó a España de volver a caer en lo anterior, un complemento perfecto para Juan Carlos. Pero no se puede olvida que era falangista y que estaba dentro del régimen”, sostiene Iván Álvarez. “Si hoy preguntamos a los españoles cuál fue el mejor presidente, la gran mayoría optará por Suárez”, añade Miguel Fernández, “pero era el ejemplo de que hablar de Transición esconde el no hablar de continuidad. Suárez era un hombre del régimen al que escogieron casi por eliminación, y de hecho por eso cayó rápidamente en desgracia. Es una figura mitificada a la que habría que mirar desde otra perspectiva”.

Rubén Vega rompe en cambio una lanza por Suárez: “Fue una persona que supo navegar en aguas muy procelosas. Fue improvisando y lo hizo con cierto instinto político: todo parece indicar que era mejor en el regate corto que en la estrategia a largo plazo. Y si bien es cierto que venía de la estructura del régimen, sí tenemos motivos para pensar que fue un converso demócrata sincero, porque su comportamiento posterior así lo acredita”.

La muerte del propio Suárez y de otros protagonistas directos complica sobremanera la posibilidad de armar un enfoque alternativo al relato del 23-F. “Acaba de morir Alberto Oliart, que fue ministro de Defensa en esos años, y en el segundo volumen de sus memorias, que salió hace unos meses, no cuenta nada que no supiéramos. Es evidente que tenía que saber mucho más. Y Suárez y Sabino Fernández Campo, también, pero los dos fallecieron hace años sin revelar nada, y no creo que hayan dejado nada por escrito. Los que podían contar algo ya no están o ya no lo van a contar, y si hay grabaciones, y posiblemente personas como Francisco Laína grabaron sus conversaciones, no son accesibles o fueron destruidas”, sostiene Vega.

“La solución sería acceder a unos archivos y a unas fuentes oficiales, que las hay, a las que se nos niega el acceso. Eso nos permitiría poder hacernos con un relato fidedigno y que se aproxime a la historia, porque incluso ahora, en un momento en que la Transición ha sido puesta en duda y el mito de Juan Carlos ha caído, sobre el 23-F no hay mimbres para plantear un relato alternativo: estamos vendidos a la confidencialidad y a los secretos de Estado”, añade Iván Álvarez. “El hecho de que no se desclasifiquen todos los documentos alimenta las teorías de la conspiración. Pero en cualquier caso, experiencias como la de Jordi Évole y ‘Operación Palace’, su falso documental sobre el 23-F, le asestan un golpe decisivo al relato oficial, porque la gente que lo estaba viendo se lo creyó. Eso implica que estos relatos no están tan aceptados y que sus cimientos empiezan a tambalearse”, concluye Miguel Fernández.

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