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Memorias
José María Casielles Aguadé Químico, geólogo, licenciado en Farmacia y exdiputado y exsenador del PP

“Con 10 meses, en diciembre del 36 un cañonazo me sacó de la cuna”

“Mientras estudiaba Químicas me matriculé en Geológicas, aún no había Facultad y estudiábamos en un piso cerca del Club de Tenis; el laboratorio estaba en la cocina”

Casielles Aguadé, en su domicilio.

A los 10 meses de edad una bomba destrozó la cuna en la que dormía José María Casielles Aguadé. El chiquillo se salvó de milagro aquel diciembre de 1936. Hoy tiene 85 años, cinco hijos y seis nietos. Es geólogo, químico y licenciado en Farmacia. Participó en la fundación de Alianza Popular en Asturias, fue diputado por el PP en la Junta General del Principado y senador en Cortes. Rodeado de libros en su casa de Oviedo, dicta sus memorias a LA NUEVA ESPAÑA.

El cañonazo que me sacó de la cuna.

“Nací el 3 de marzo de 1936, aunque en el registro dice que fue el 6. Nací en casa, en la calle Marqués de Gastañaga, muy cerca de donde hoy está el Colegio de Arquitectos. A los 10 meses, viviendo ya en la calle Independencia, esquina Viaducto Marquina, un cañonazo me sacó de la cuna. Era una casina de dos pisos en la que vivíamos mi madre, mi padre y yo con unos cuñados. El cañonazo destrozó parte de una ventana y en la habitación se encontraron once trozos de metralla, uno de ellos destrozó las patas del larguero de la cama de mis padres. Después del bombazo, el marido de la hermana de mi madre, que era médico, se puso a buscar la cuna en la que yo dormía y no la encontró. Estaba a oscuras porque no se podían encender las luces por la artillería. Les dijo a mis padres que no se preocupasen, que él buscaba al chiquillo. El chiquillo estaba encima de un montón de escombros protegido por la colchoneta. Quedó doblado el colchón y el crío dentro. Cuando no te viene, no te viene. Nadie se creía que el crío estuviese vivo, pero solo tenía una pequeña herida en el cuello. Seguían tirando, no sé si desde el Naranco o desde la zona de la plaza de toros, seguramente era con artillería de alza fija”.

José María Casielles Aguadé con su esposa, el día de su boda. David ORIHUELA

La guerra y las primeras letras.

“La guerra la pasamos mal, como todo el mundo. Mi padre, José María (Pepe), me decía que fue la mayor barbaridad del mundo. Estuvo con el batallón de voluntarios de Ladreda y le hirieron varias veces. Fue condecorado en cinco ocasiones. Era administrativo, jefe del servicio de combustible de la Renfe. Mi madre, Conchita, era funcionaria del Ayuntamiento, con lo que casi estaba movilizada porque estaba de servicio. El Alcalde le quiso poner un guardia que la acompañase desde casa al Ayuntamiento y le dijo que no, que iba por los portales que si no serían dos personas y sería más fácil que les disparasen. Los primeros años, antes del Bachillerato, los estudié en la academia Fanjul, en la calle Doctor Casal, que era de un tío mío.

De la guerra y la posguerra no me enteré de nada. Bueno, Oviedo estaba destrozado, pero los chavales no nos enterábamos de nada. Mi padre sí que estaba preocupado. Además, sé que declaró a favor de gente del otro bando en los consejos de guerra. Aquí nos salvó la entrada de las columnas gallegas, no hay duda ninguna. Mi padre me dijo que cuando entraron las columnas gallegas la munición que les quedaba les cabía en una mano. Si aquello dura una semana más los fusilan a todos. La gente joven no nos enteramos de nada, estábamos estudiando, salíamos a jugar a la calle. Oviedo era muy pequeñín, era un pañuelín. Los críos jugábamos por la calle, en el Instituto Alfonso II, en la zona de atrás, había un nido de ametralladoras y allí jugábamos”.

Oviedo era un pañuelín, estaba destrozado por la guerra y los críos jugábamos en la calle entre nidos de ametralladoras"

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El Alfonso II y la Universidad.

“Entrábamos en Bachiller con 10 años y salíamos con 17. En el Alfonso tuve unos profesores impresionantes. Los profesores de instituto eran, con perdón de mis colegas de la Universidad, mejores que los de la Universidad. Es así por una razón muy sencilla. Las cátedras de instituto salían ocho o diez todos los años para toda España. Había que ir a Madrid y ahí no había cáscaras, no conocías a nadie y nadie te conocía a ti. Eran 160 temas y había que prepararlas en serio. En el Alfonso tuve muy buenos profesores. Teníamos clase por la mañana y por la tarde y el tiempo libre lo dedicábamos a estudiar como perros. Los profesores eran muy sensatos, menos uno que vino de Física, que era un profesor impresionante pero un hueso de campanario. Éramos cerca de treinta alumnos y en junio solo aprobó a dos. En cuarto me puso un 2 en Física y Química. Nos trajo de coronillas, pero luego estudié Químicas y los dos primeros años los hice de babero. Ingresé en la Universidad en el 52. En Químicas éramos cuatro gatos. Hicimos casi toda la carrera en el edificio histórico de la Universidad, en la calle San Francisco, donde solo estábamos nosotros, Filosofía y Letras y Derecho. No había más. Yo venía de examinarme para entrar en la Armada, pero palmé el examen y entré en la Universidad. Me dio clase Noel Llopis, que me suspendió. Era un profesor extraordinario que luego fundó la Facultad de Geológicas”.

Casielles Aguadé recibe la medalla de plata del Principado de manos de la diputada Laura González.

El “tontódromo” del paseo de los Álamos.

“Mi mujer y yo nos conocimos donde todos, en el ‘tontódromo’ del paseo de los Álamos. Paseábamos arriba y abajo y nos apartábamos cuando venía el tranvía. Primero por los Álamos y luego por la calle Uría. Ella estudió Bachiller en las Ursulinas. [María Esther, la esposa, entra en la conversación: ‘José María me invitó a ir al cine y le dije que no podía, que tenía clase de inglés. Cuál sería mi sorpresa que al llegar el primer día de clase vi que él también se había matriculado’]. Lo hice para ligar un poco, claro –apostilla el hombre–. Nada, dimos unas clases y lo dejamos, luego íbamos al Rialto y algo al cine Aramo”.

"Mi mujer y yo nos conocimos donde todos los novios: en el "tontódromo" del Paseo de los Álamos"

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Químicas en la Universidad y Geológicas en un piso con el laboratorio en la cocina.

“Estaba terminando la carrera de Químicas y empecé Geológicas. Noel Llopis, que no paraba, montó el Instituto de Geología Aplicada, que en principio era una entelequia. Habló con el rector de la Universidad y luego fue a Madrid a pedir permiso para ponerlo en marcha. Nos matriculamos siete chiflaos de Químicas. Al principio estábamos en un piso cerca del Club de Tenis. Teníamos el laboratorio en la cocina. Como estaba muy mal el empleo pensé que si en dos años tenía la carrera de Geología tendría más oportunidades. Hice los dos últimos años de Químicas y los de Geológicas a la vez. Llopis tenía pensado que hiciésemos dos cursos, uno de geología general, con las cinco asignaturas fundamentales, y luego uno de formación especializada en carbón, petróleo y tal. Como éramos químicos pensamos que estaba muy bien hacer esto y tener una especialidad para trabajar en una fábrica de cementos o de otro tipo, así que pistonudo.

Estaba regulado por la Universidad pero aún pendiente si el Ministerio lo aprobaba. Cuál fue nuestra sorpresa cuando acabamos Químicas y habíamos hecho el primer curso de Geología Aplicada Llopis le pidió permiso al Ministerio para darnos el título de Geológicas al año siguiente y le dijeron que no, que iban a crear la Facultad de Geología de Oviedo. No había manera de colocarse y le pregunté a mi padre qué hacía. Me dijo que siguiese dando pedal, así que me matriculé en esa nueva Facultad de Geológicas. Me convalidaron las asignaturas comunes con Químicas y las que había hecho de Geología con Llopis. Aun así me quedaban prácticamente tres cursos”.

Casielles Aguadé con su esposa, María Esther Pérez, el día de su homenaje por su jubilación como catedrático, en 2011.

Primer sueldo, 450 pesetas, y la licenciatura en Farmacia.

“Como ya éramos licenciados en Químicas, Don Noel nos nombró profesores auxiliares de la Universidad en Geológicas. Tenía un sueldo extraordinario, cobraba 450 pesetas al mes que daban para ir a tomar una cerveza con la novia, ir algo al cine Aramo y poco más”. Luego hice las oposiciones de adjunto numerario para la Universidad, de Paleontología, que era lo que me gustaba. Estuve de profesor auxiliar con dos fuera de serie. Miquel Crusafont Pairó, que era director del Museo del Hombre de Cataluña, era el titular y tenía de adjunto a Jaime Truyols. Cuando Crusafont se jubiló, Truyols ocupó la plaza y me hizo adjunto interino suyo. Estábamos donde la salida de Oviedo, donde está ahora Ciencias. El edifico de Geológicas, el de Castelao, aún no se había construido. Ese edificio... Está hecho sobre terrenos del Terciario muy plásticos y tiene muchos problemas de cimentación, recuerdo que se abrían las paredes. Hice Químicas y Geológicas, pero siempre me había gustado Farmacia, así que lo iba haciendo poco a poco. En el Bachillerato tuve un profesor, Juan Donapetry, que me inculcó el interés por la biología y la farmacia, así que poco a poco fui haciendo la carrera de Farmacia por libre en Santiago de Compostela. La acabé ya después de casado, en el 88, en la Universidad de Alcalá de Henares. En Santiago hubo un tío que la tomó conmigo en la última asignatura de la carrera. Me suspendió tres veces y me di cuenta de que no había manera. Yo ya era catedrático de Universidad y vi que aquel tío me iba a machacar la carrera, así que como me habían nombrado senador en Madrid decidí acabar la carrera en la Universidad de Alcalá”.

Siguiente capítulo: "En los partidos políticos el adversario está fuera y el enemigo está dentro"

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