Barrer para Casa

"Hay una situación endiablada en lo social y no podemos seguir haciendo las mismas cosas"

"Tengo el convencimiento de que estamos en un momento de oportunidad y de necesidad para la intervención socioeducativa avanzada"

Adolfo Rivas. |  | MIKI LÓPEZ

Adolfo Rivas. | | MIKI LÓPEZ / A.Rubiera

A.Rubiera

Adolfo Rivas (Baracaldo, 1963) inició joven su actividad solidaria. Era un adolescente cuando se involucró como educador en la calle con delincuentes juveniles. Fue el arranque de un motor que domina su vida: buscar de forma activa la justicia social. Ese trabajo lleva décadas realizándolo en Asturias, con todo tipo de población vulnerable y, sobre todo, desde la Fundación Vinjoy que dirige. Licenciado en Psicología y con posgrados en animación sociocultural, ha sido educador, profesor y gestor de proyectos socioeducativos. Lleva un año de sobreexposición pública por la celebración de los 100 años de la Fundación Vinjoy, una celebración que le ha traído grandes y gratos reconocimientos públicos. Y en su corazón se ha instalado un convencimiento: « que los políticos me miran y ven a un veterano guerrillero de lo social lleno de cicatrices, al que siempre dan palmaditas y apoyan con sinceridad, porque con la mayoría tengo una buena relación, incluso de amistad. Pero cuando yo me miro en el espejo no veo lo mismo. Veo más bien a un joven activista –igual no tanto como quisiera– que tiene entre manos algo valioso, que lo dice en todos los sitios que puede, pero siente que se le entiende poco».

–¿Qué es eso que se entiende poco?

–Tengo el convencimiento de que estamos en un momento de oportunidad y de necesidad para la intervención socioeducativa avanzada. Esa es la propuesta en la que la Fundación Vinjoy lleva muchos años trabajando, la que nos ha dado grandes éxitos y desde la que estamos abordando múltiples realidades. Y todas, repito, con éxito. Realidades tan distintas como puede ser la enfermedad mental, la intervención escolar, el conflicto de menores, la sordera, la discapacidad intelectual... y podrían ser todas las que se nos ocurran. Porque todas son personas que están en situación de vulnerabilidad. Y en este momento tenemos muchísimas personas en vulnerabilidad.

–¿Y qué hay que hacer con esas personas?

–Lo sabemos bien. Lo que hay que hacer es darles los recursos y acompañarlas para que salgan ellas mismas, con la cabeza erguida y por su propio pie, de esa situación porque es la única forma de hacerlo.

–Poniendo mucha distancia con el asistencialismo.

–Parecía que habíamos superado el asistencialismo, aunque es algo tiene que existir y lo sabemos. Pero no se tiene que tomar como lo único y lo correcto, no puede ser que se tome como referencia. Hemos avanzado algo hacia la intervención socioeducativa pero esto tiene que evolucionar, no podemos seguir haciendo las mismas cosas. Y en Vinjoy somos una buena muestra de cómo podemos construir una sociedad socialmente más sana. Nos encontramos con que existe la necesidad, y la oportunidad, pero vemos que es difícil hacer que se entienda lo que significa.

–Puede que se entienda pero que sea más exigente.

–A lo social nos dirigimos con un planteamiento paternalista. Nadie ataca a las asociaciones que nos dedicamos a lo social. Eso hace que, por una parte, muchas asociaciones se relajen y por otra, que nos midan a todos por el mismo rasero. Claro que se ayuda a las personas, pero muchas veces son intervenciones que no tienen ni pies ni cabeza. Las personas que hoy están en situación de vulnerabilidad tienen que disponer de los recursos que necesitan para salir adelante por derecho, no por gracia. Esas personas se merecen salir adelante, no “que las saquen” adelante. Y lo que hay que hacer posible es que salgan. El reconocimiento de la dignidad de las personas implica que partamos del planteamiento de que esa persona debe salir adelante y debe responder. Y si no hay posibilidad de que lo haga sola, habrá que acompañarla. Pero hay que hacer un esfuerzo para que deje de ser dependiente socialmente. Porque eso es reconocerle su dignidad, pero no cronificar la situación. No puede ser que nosotros nos sintamos cómodos porque, en teoría, estamos solucionando un problema y ellos cómodos también porque no tienen que luchar por salir adelante.

–Es de los que cree que hay que visualizar más los éxitos de los que luchan...

–Le doy un ejemplo: una persona se suicida y nos sentimos dolidos y le damos vueltas a cómo es posible que no le hayamos podido apoyar antes. Pero la convertimos en un héroe por el hecho de que ha abandonado. Y yo pregunto: ¿Dónde tenemos el premio para aquel que no se ha suicidado y ha peleado y luchado por salir adelante? Es como si solo premiáramos y reconociéramos la falta de iniciativa para iniciar un proceso de desarrollo y de construcción personal. Pasa lo mismo con la persona que tiene discapacidad y pese a que tiene una pensión o prestación garantizada, lucha por un trabajo aunque le salga peor la cuenta. Pero es alguien que quiere ser socialmente útil, quiere ser un ciudadano que aporte. Pues eso es lo que tenemos que premiar. Y vuelvo a la intervención socioeducativa, al acompañamiento para que la gente tenga los recursos que precisa y que necesita para salir adelante. Si no los usa, eso sería en ejercicio de su libertad. Pero que no los tenga es nuestra responsabilidad como comunidad.

–¿Las políticas sociales de izquierdas que se han venido desarrollando en Asturias durante años han podido ayudar a la cronificación de algunos problemas?

–Lo que yo entiendo es que hacer políticas de desarrollo no solo supone poner más dinero sobre la mesa, que también. Es hacer las cosas de otra manera. En una sociedad donde un educador que se dedica a lo socioeducativo, que tiene carrera, máster y que trabaja muchas horas con vocación, cobra la mitad que un educador que se dedica a lo escolar, lo que se evidencia es que una cosa se valora mucho más que otra. El técnico en intervención socioeducativa, ese profesional que tanto demandamos y que tiene una titulación, una especialización posterior y años de experiencia, no tiene un estatus económico. La intervención socioeducativa tendría que ser una profesión de alto estatus social.

–No tiene caché, que diríamos...

–Es como si los profesionales de lo social tuviéramos que dedicarnos a esto solo por vocación, sin poder plantearnos vivir de ello. Muchos de lo profesionales del área social acaban dejándolo y pasan al sector educativo porque al final en lo nuestro no hay un reconocimiento ni económico, ni está correctamente visto. Y en esto hay profesiones altamente cualificados que hacen intervención socioeducativa avanzada y que deberían ser tratados como los educadores escolares porque si no el mensaje que damos es claro: estamos diciendo que esto es menos.

–Decía que es un momento clave para la intervención socioeducativa. ¿Por qué?

–Porque estamos en una situación endiablada. Quiero mucho a Asturias, la tierra que me ha acogido y cuidado. Y me parece muy bien que tenga el eslogan de «Paraíso natural», pero eso no tiene mérito por se refiere a una característica que nos vino dada. Con lo que sueño es con que Asturias sea un paraíso social. Y eso implica no descuidar a los colectivos que están en situación de vulnerabilidad. Me repito: tenemos una situación endiablada socialmente. Y ante eso no podemos seguir haciendo lo mismo cada año y, si acaso, al año siguiente cambiamos alguna cosita. Lo que necesitamos es un cambio poderoso de paradigma en la atención a la vulnerabilidad. Uno de los males que hay es que la gente surfea la realidad sin profundizar en ella. Pero tenemos un pequeño milagro que es Vinjoy, y solo tenemos que reproducir algunas de las cosas que se están haciendo bien.

–Habrá quien diga que buscan ampliar su calado.

–No pedimos un reconocimiento, ni más dinero, sino hacer las cosas de otra manera, enfocarlas de otra manera y probar otras acciones que creemos que son buenas en intervención socioeducativa. Tenemos que preocuparnos de que no se cronifiquen las situaciones, implementar proyectos y más proyectos y llevar alegría a lo social. Si no, no va a cambiar nunca. Apostar por la alta exigencia, la exigencia en lo importante, y ser creativo. Y podemos hacerlo en Asturias. Tenemos todos los mimbres para hacerlo y que nos miren en el resto de Europa.

–¿Diría que ha sido testigo del renacer de muchas personas?

–He visto el renacer de cientos de personas. He visto muchos aparentes milagros de cómo alguien cuando ha tenido la posibilidad ha cambiado su vida de una forma radical. Y lo ha hecho él, sin tener que estar de rodillas delante de nadie para que le salve.

–El centenario de la Fundación Vinjoy parece que le ha dado energía y más visibilidad.

–Lo que me ha dado es mucha alegría. Y, ciertamente, lo hemos utilizado porque normalmente los de lo social jugamos con malas cartas. Pero cumplir 100 años es jugar con una carta buena. Así que estamos usando el centenario para mostrarnos, para comunicar. Y resulta que lo que hemos mostrado nos ha gustado. Hemos enseñado una institución que con 100 años es una de las más jóvenes, dinámicas y alternativas que hay en este país. Y eso da esperanza. Es una organización joven que propone alternativas, caminos que no se han explorado, y que brilla. Sobre todo porque ama. Una fundación que en procesos socioeducativos acompaña a casi 2.000 personas con realidades muy distintas y difíciles. Aún así queremos hacer cosas nuevas, ser una organización diferente y una organización que quiere ser la Asturias que construye justicia social.

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