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De ganar al cáncer a dormir con lobos

El montañista Anselmo Menéndez, de 67 años, completa 17 etapas por la cordillera Cantábrica tres meses después de superar su enfermedad

El refugio donde dormía Anselmo Menéndez.

Cuando Anselmo Menéndez cuenta a sus amigos su travesía de 307 kilómetros por la cordillera Cantábrica, ellos le preguntan que si pasó tanto frío para vengarse del cáncer linfático. Y este avilesino de carácter fuerte, y apodado "El Cubano" por su pasado en la isla, responde que recorrió caminos merendados por la maleza y escuchó a los lobos cuando dormía porque la montaña siempre fue su pasión. Y que la enfermedad apenas fue como un "catarro malo".

A Menéndez le diagnosticaron un cáncer linfático en mayo de 2016. Tras responder al tratamiento, se curó en junio del año pasado. En ese momento, ya tenía en mente su travesía, pero la tuvo que posponer. "Fue un verano de mal tiempo, así que no me quedó más remedio que esperar a septiembre", explica el montañista.

El primer día del mes, "el cubano" partió hacia la estación de esquí del Altoo del Campó. En ese lugar, se encaró con el primer monstruo de 2.000 metros de altura: el pico Tres Mares. Desde ahí, un total de 307 kilómetros, por los montes cántabros, asturianos y leoneses. Una excursión que concluyó el 17 de octubre, cuando venció al pico Miravalles. En total, 17 etapas, algunas de cuatro días consecutivos con caminatas de once horas.

En su periplo, pasó momentos complicados. Por ejemplo, cerca de Ferreros, a dos etapas del final, el teléfono por el que se guiaba se emperró en mandarle por una ruta que no existía. "Me metí por una senda que me costó diez horas recorrer. Fui a parar a un arroyo pero tenía las aguas contaminadas. Pasé la noche indispuesto y escuchando aullar a los lobos cerca de mí", relata. "Pero no llegué a tener miedo, porque rara vez un lobo va comer algo que esté vivo. Prefieren la carroña", añade.

Aunque también hubo momentos para no olvidar. Por ejemplo, pudo recrearse en las zonas que ya completó en 1983, como el puerto de San Glorio o el Pico Pozua. Sólo que en vez de andarlos, décadas atrás los recorrió en esquís. "Era una pasada. Es una pena que ya no nieve tanto", se lamenta. Otro día curioso fue cerca de Vegacanal. En ese punto, se encontró con un pueblecillo de pastores y se quedó a comer con ellos, pasando un rato "muy agradable", dice.

En su andadura, el peso se convirtió en una cuestión de estrategia: "Cuando estás ahí arriba, cualquier exceso se nota. El desnivel nivel es del 6,2 por ciento". Por eso no resulta raro que en varias ocasiones, tirase exactamente 50 gramos de los 150 que portaba de macarrones. Su equipaje iba perfectamente medido. Llevaba 14 kilos, repartidos entre el saco de dormir, la tienda de doble techo, una célula solar de medio kilo para alimentar el gps de su móvil y dos litros de agua.

En su travesía, fue acompañado por algunos compañeros, como Nacho Orviz, uno de los montañistas asturianos que más 8.000 ha completado. Estos colegas de montaña, apodan a Anselmo "El Cubano". Y es que, aunque es de Avilés, nació en Santiago de Cuba por culpa de la historia de España. "Mi abuelo mandó a mi padre a vivir a Cuba para librarse de la guerra de Marruecos. Prefirió que pasará hambre en América a que le pegaran un tiro en África", explica sobre unos orígenes que empezaron en Collanca (Carreño). A los once años, fue cuando volvió a Avilés, también escapando de otro evento histórico: la Revolución Cubana.

A su vuelta de la Transcantábrica, Anselmo se encontró con una buena papeleta. Una de sus dos hijas lo llevó a una sidrería con la excusa de una cena que al final fue una fiesta sorpresa de 80 invitados. Una celebración más que merecida para el hombre que, después de ganar al cáncer, durmió con lobos.

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