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Gijón en retrovisor

El primer mitin de la CNT fue en Granda con García Rúa y Ramón Álvarez Palomo

Tras el indulto por la proclamación del Rey, el líder de las ilegales Comisiones Obreras, "Juanín" Muñiz Zapico, regresó a su casa en nuestra ciudad, en un clima de gran tensión por las cargas policiales

El primer mitin de la CNT en la cabayera de Granda, con José Luis García Rua y Ramón Álvarez Palomo.

Tras la proclamación de Juan Carlos I -entre el escepticismo de muchos que no creyeron aquella frase de que quería ser "el rey de todos los españoles"- las puertas de las libertades comenzaron a abrirse, a pesar de las reticencias del presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro -quien veraneaba en Salinas, siempre de forma muy discreta y humilde navegando por el mar Cantábrico en una pequeña embarcación, sin apenas escolta policial- y así fue promulgado un indulto general el 27 de noviembre de 1976 que afectó a cuatro mil reclusos y conmutó tres sentencias de muerte.

Uno de los liberados fue el líder asturiano de Comisiones Obreras, Juan Muñiz Zapico -quien había sido condenado en el famoso "Proceso 1001" inicialmente a dieciocho años de cárcel por el Tribunal de Orden Público por asociación ilícita, aunque recurrió y tras una huelga de hambre sería reducida a cuatro años de cárcel- que llegó a primeros de diciembre en tren a la Estación del Norte de Gijón, donde tenía fijada su residencia familiar. Miles de personas le esperaban en los alrededores en un ambiente muy crispado, debido a las constantes cargas policiales contra los concentrados en las inmediaciones de la estación. Las Comisiones Obreras -que habían sido fundadas en la mina de La Camocha- seguían siendo ilegales, por lo que la represión policial era muy grande.

Debido a ello, el acceso a la Estación del Norte estaba muy restringido y tuve que exhibir -yo creo que fue la única vez en mi vida- el carné profesional de periodista argumentando al policía que me dio el alto que iba a entrevistar a Juan Muñiz Zapico, que era un hombre libre. Las declaraciones que gentilmente me hizo no fueron nada radicales, sino todo lo contrario: serenas y muy constructivas pensando en la importancia que supondría para todos la legalización cuanto antes de los partidos políticos y las organizaciones sindicales, a fin de recuperar las libertades para los derechos de los trabajadores.

De los prudentes labios de "Juanín" Muñiz Zapico salieron palabras conciliadoras con grandes esperanzas de futuro para que los sindicatos pudieran organizarse para cumplir su misión de defender al proletariado. Nada que ver, desde luego, con lo que lamentablemente pasó durante las cuatro décadas siguientes en unos sindicatos con sus dirigentes profesionalizados y liberados que no supieron gestionar adecuadamente todo el valioso patrimonio arquitectónico que recibieron del Estado tras su legalización. Al recibir numerosos edificios del extinguido sindicato vertical, propiedades que habían sido construidas gracias a las cotizaciones a la Seguridad Social de todos los trabajadores. "Juanín" Muñiz Zapico que murió un año después en un accidente de tráfico en Lena -cuando el "Seat 850" que conducía se salió de una curva y se estrelló contra un árbol- no pudo ver, por tanto, que sus utópicos ideales sindicalistas no iban a ser cumplidos por quienes después cogieron el timón de los sindicatos apartándose de aquellos ilusionantes principios que me esbozó en la Estación del Norte de Gijón, de regreso a su casa.

El entusiasmo de José Luis García Rúa en el mitin

Gijón iba a asumir en aquellos meses del año 1976 un gran protagonismo social, sindical y político. Si la primera manifestación autorizada fue la de la defensa del bable y de la autonomía, el primer mitin de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) fue tolerado en la carbayera de Granda. Allí ese emblemático personaje que irradiaba honradez por todas partes, el carismático José Luis García Rúa -a quien conocía desde aquellos tiempos de la lectura dominical de la revista "Nosotros", en el Ateneo Jovellanos que presidía Lorenzo Sarmiento Fernández- entusiasmó con su profundo discurso libertario. Y allí descubrí el cálido verbo apasionado de Ramón Álvarez Palomo, quien tras su exilio en París iba a ser muy pronto elegido como secretario general de Asturias de la CNT.

De manera entrañable recuerdo meses después una anécdota con él -ya que no dudó en colaborar con su testimonio histórico sobre la incautación de los mejores edificios de la ciudad por parte de los comunistas, a pesar de no ser mayoritarios, en el libro que escribí sobre los ochenta años del Real Club Astur de Regatas- cuando a las puertas de la Casa Consistorial me increpó airadamente por encontrarme en "la galaxia ácrata". El motivo fue que el Ayuntamiento no acababa de denunciar por lesivo el contrato del servicio de limpieza y recogida de basuras con la empresa "El Sol" -cuyo propietario era el leonés David Álvarez, quien luego fue el fundador del todopoderoso Grupo Eulen y que siendo natural de Crémenes, muy cerca del pueblo de Valbuena, hasta logró comprar las bodegas de Vega-Sicilia, tan famosas por aquel vino que lleva el nombre del pueblo próximo a Lois- que estaba gestionada en Gijón por un inoperante coronel en la reserva con cuyos milagrosos apellidos -no me cabe otra explicación- Luis Espíritu Santo, consiguió, no obstante, en las negociaciones finales una sustanciosa indemnización económica. Ramón Álvarez Palomo pretendía entonces que yo -además de denunciar las graves irregularidades en el mal servicio que prestaba "El Sol", al no recoger todas las basuras por las calles- influyese en que el Ayuntamiento para que rescatase el servicio y así crear la Empresa Municipal de Limpiezas. Las municipalizaciones -que tan gravosas han sido, en algunos casos, para las arcas públicas- ya se vislumbraban en el horizonte.

Una indemnización difícilmente justificable a la empresa "El Sol"

Así se hizo, pero pasó todavía algún tiempo hasta rescatar la contrata por sus comprobadas deficiencias en el servicio de recogida de basuras tras pagar treinta millones de pesetas -lo que motivó que a mí, como cronista municipal, se me abriesen las carnes de indignación y criticase la lesiva resolución del contrato- aunque, obviamente, no fuese yo el responsable de las decisiones que tomó aquella Corporación Municipal, por razones que desconozco, en dudosa defensa de los reales intereses de Gijón.

La DSA se integra como partido federado en el PSP

Tal como se venía venir, al no tener claro Pedro de Silva y su círculo más influyente que el PSOE no era marxista, se produjo, a finales de junio de 1976, la integración de la Democracia Socialista Asturiana (DSA) como partido federado en el PSPA, tras una reunión en los locales de la iglesia de Llaranes, que fue presidida por el periodista Bernardo Díaz Nosty, a quien acompañaba el hombre fuerte de Enrique Tierno Galván en Asturias, el abogado Francisco Prendes Quirós. En aquella reunión el abogado Minervino de la Rasilla le preguntó a Bernardo Díaz Nosty de dónde provenía la financiación del Partido Socialista Popular, a lo que se negó a responder el afamado periodista, por lo que Minervino de la Rasilla se declaró desde entonces "libre oyente" siendo secundado por Alfredo Liñero Rivero, Jesús Cadavieco Hevia y quien esto suscribe. Tiempo después nos enteraríamos de que uno de los mandatarios que financiaba el PSP de Enrique Tierno Galván era Muamar el Gadafi.

Tiempo al tiempo.

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